Sangre en la economía
La cumbre del clima celebrada en Madrid (COP25) concluyó con la adopción de un tímido acuerdo, sin compromisos de trascendencia. Tampoco consiguió convencer a los grandes países emisores de carbono: los 73 firmantes del Convenio de Cambio Climático representan sólo el 10% de los gases responsables del calentamiento global. Entre quien sí arrancó compromisos fue en el sector privado, con un récord de adhesiones. Las compañías que se sumaron al acuerdo se multiplicaron por más de ocho, hasta las 787.
No han faltado las acusaciones de greenwashing (lavado verde de imagen). Ecologistas en Acción denuncia que, “a través de patrocinios”, la COP25 fue un “escaparate donde lavar de verde a las empresas responsables de la degradación climática, obteniendo además acceso privilegiado a políticos y negociadores”. Greenpeace va más allá y acusa a “la fuerte y silenciosa presión ejercida por los lobbies de los combustibles fósiles y de corporaciones” de haber “socavado los avances de la COP25”.
La cuestión es ¿están realmente comprometidas las compañías sobre la necesidad de combatir la actual situación de emergencia climática? “En general, hay muchas empresas que todavía no están lo suficientemente convencidas, hace falta mucha pedagogía”, señala Pablo Sánchez, director ejecutivo de la Fundación B Lab Spain, la organización que se encarga del desarrollo y promoción del movimiento B Corp en España. Estas declaraciones son especialmente significativas teniendo en cuenta que el movimiento B Corp es uno de los que ha aprovechado la COP25 para anunciar el compromiso de más de 500 empresas, 27 de ellas españolas, para ser neutras en emisiones netas de gases de efecto invernadero para el año 2030. Esto es, 20 años antes que las metas marcadas en el acuerdo de París para el 2050.
B Corp está integrada por cerca de 70 empresas en España, de las cuales menos de la mitad han suscrito el acuerdo. Entre las firmantes destacan firmas como las aguas Font Vella y Lanjarón (propiedad de Danone), los supermercados Veritas, la marca de ropa Ecoalf, la eléctrica Holaluz o la compañía de productos de cosmética The Body Shop. “Se comprometen no sólo a que su actividad sea neta en emisiones de gases de efecto invernadero, sino a que lo sean también sus proveedores”, explica Sánchez. Ser neto en emisiones no implica no emitir, sino compensar con la compra voluntaria de derechos de emisión aquellas emisiones que no puedan eliminarse”, aclara el director ejecutivo de B Lab Spain.
Previamente a la cumbre del clima del 23 de septiembre en Nueva York, más de 85 multinacionales de los sectores de alimentos, cemento y telecomunicaciones se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. La coalición fue bautizada con el nombre We Mean Business. También en el marco de la cumbre de Nueva York, 31 entidades financieras internacionales establecieron un Compromiso Colectivo de la Acción para el Clima. Las compañías firmantes tienen el objetivo de alinear sus productos y servicios con una estrategia colectiva ante la crisis climática.
Yago Martínez, coordinador del área internacional de Ecologistas en Acción, advierte que “estos acuerdos no dejan de ser compromisos voluntarios, difíciles de monitorizar y sin ninguna consecuencia en caso de incumplimiento”. En opinión de Martínez, “los cambios deben venir vía regulación, deben ser de cumplimiento obligatorio”.
Según el diario The Guardian. sólo 20 empresas vinculadas a los combustibles fósiles son responsables de más de un tercio de los gases de efecto invernadero emitidos durante la era moderna.
TESLA Richard Gunderman
Oberón Madrid, 2019. 160 páginas | Papel, 17,90 €
Arranca con las ideas del médico William Petty (1623-87), que para Marx era “el fundador de la moderna economía política” y a quien atribuía haber formulado una teoría de la plusvalía que le orientaba. Y concluye con la crisis financiera del 2008, que también lo ha sido de las ideas económicas dominantes. Y entre ambos, el nuevo libro de Josep Maria Vegara plantea un intenso recorrido por la historia del pensamiento económico, por sus diversas escuelas, también las minoritarias que han dejado huella, como Michal Kalecki, Piero Sraffa, Joan Robinson, Hyman Minsky o el Nobel Amartya Sen.
Vegara, ingeniero, exconcejal barcelonés, catedrático emérito de Teoría Económica, imparte desde el 2014 un curso de Historia del Pensamiento Económico que ha originado un libro que, sin descuidar las ideas, no renuncia a anécdotas significativas. Como que no es casual que los primeros que reflexionaron de forma sistemática sobre la realidad económica, Petty, Cantillon y Quesnay, fueran médicos conocedores de la circulación de la sangre, que compararon con la circulación del dinero en la sociedad.
El volumen comienza en el mundo del mercantilismo, la política económica nacida en la Europa del XVI que ayudó a consolidar los estados modernos: asimilaba la riqueza del país a la acumulación de metales preciosos y, para conseguirlos, impulsaba las exportaciones y aumentar la población. Y desde ahí el autor avanza por Say, Malthus, Smith, Ricardo o Marx, cuya obra, señala, posee enorme capacidad de fascinación por contener una visión global de la filosofía, la sociedad, la economía, la política y la cultura.
Con los marginalistas, la economía no se centrará ya en la dinámica del sistema económico sino en asignar los recursos entre sus usos alternativos. Con mucha matemática. Con el tiempo llegará la escuela austriaca. Y Schumpeter. Y Keynes y Von Hayek, duramente enfrentados. Y las teorías modernas del crecimiento. Y Friedman. Y la crisis global del 2008, ante la que Vegara muestra que no ha surgido un nuevo paradigma potente y compartido que incorpore la posibilidad de una crisis y detalle su generación. Y concluye que hay una carencia teórica central sobre cómo tratar las decisiones en condiciones de incertidumbre, especialmente en contextos de crisis donde los riesgos son catastróficos.
Vegara cree que tras la crisis no ha surgido otro paradigma potente y compartido
La historia de Nikola Tesla es la de un titán, la de Prometeo, que entregó a los humanos el fuego y fue castigado por los dioses. Tesla fue un genio que creó el siglo XX y acabó en la nada. Y ahora Richard Gunderman recorre su vida en un libro profusamente ilustrado en el que recoge desde fragmentos de cartas de Mark Twain al inventor hasta su discurso en la inauguración de la hidroeléctrica de las cataratas del Niágara: “Representa el sometimiento de las fuerzas naturales al servicio del hombre, la interrupción de los métodos bárbaros, la liberación de millones de la miseria y las penurias”. También incluye artículos de prensa sobre su ruina final. Nacido en 1856 en una familia serbia que habitaba en la actual Croacia, le fascinaba la física y en 1884 logró viajar a Nueva York para trabajar con el que sería su gran rival, Thomas Edison. Tesla inventó la corriente alterna, y Edison defendería la continua: achicharraba elefantes en público con la creación de Tesla para demostrar su peligrosidad. Aunque vencería la alterna, Tesla no recibiría sus beneficios. También puso la semilla de muchos inventos que configuraron el siglo XX, desde el radar y la robótica hasta la radio y los rayos X, pero acabó sus años alimentando a palomas en habitaciones de hoteles que no pagaba.