La Vanguardia - Dinero

Retos económicos del envejecimi­ento

- Joaquín Maudos Universida­d de València-Ivie-Cunef

La esperanza de vida al nacer en España ha aumentado más de 10 años en las últimas cuatro décadas; una magnífica noticia. Pero desde el punto de vista económico plantea retos de gran calado que ponen contra las cuerdas, entre otros, al déficit público y al mantenimie­nto del Estado del bienestar. Mucho se ha hablado del impacto sobre la viabilidad del sistema de pensiones (seriamente amenazado si cada vez vivimos más años y no se implementa­n reformas como alargar la edad de jubilación, reducir la cuantía de las pensiones o subir las cotizacion­es), pero hay otros aspectos que sufren el impacto negativo del envejecimi­ento.

Con unas pensiones que van ser necesariam­ente menores y un aumento de la dependenci­a, es necesario aumentar el ahorro durante la vida laboral para hacer frente a esa contingenc­ia que es vivir más pero con más ayuda de otros. Con salarios bajos, la presión sobre el gasto público va a ser intensa, lo que plantea una seria dificultad en un país que presenta un problema crónico de déficit público estructura­l.

La presión sobre el déficit público es aún mayor por el impacto del envejecimi­ento sobre el gasto en sanidad. Si los avances tecnológic­os aumentan la eficiencia/eficacia de los tratamient­os, exigen importante­s inversione­s, por lo que su impacto neto sobre el gasto en sanidad es incierto.

Las dimensione­s económicas del envejecimi­ento van mucho más allá del gasto público. Una población envejecida y menos población en edad de trabajar suponen una caída en el crecimient­o potencial de la economía, lo que es una mala noticia de cara al aumento futuro del bienestar. Este menor crecimient­o puede intensific­arse, ya que una sociedad más envejecida es menos propensa a innovar, lo que impacta negativame­nte sobre la productivi­dad, que es la principal fuente de crecimient­o económico.

En España, el impacto negativo del envejecimi­ento sobre el bienestar de las personas mayores puede ser mayor teniendo en cuenta el elevado peso que los activos inmobiliar­ios tienen en la riqueza de los hogares. Al ser un activo poco líquido, dificulta la posibilida­d de amortiguar el efecto de la caída de la renta en los años de retiro. En este terreno, van a ser muy importante­s la innovación financiera y el papel del sistema financiero, que debería desarrolla­r fórmulas para que los propietari­os de las viviendas puedan hacer líquida esa propiedad para completar sus ingresos. Desgraciad­amente las fórmulas existentes (como la hipoteca inversa) tienen un peso marginal, y hay que preguntars­e por qué hasta ahora no se han extendido para implementa­r las reformas necesarias. La tradición y la cultura cuentan, pero en el futuro irá cambiando esa preferenci­a mayoritari­a actual de dejar la vivienda en herencia a los hijos.

Pero no todo son malas noticias cuando se habla del impacto económico del envejecimi­ento. Los cambios en las pautas de consumo de los mayores abren nichos de mercado en sectores vinculados al ocio, la cultura, la salud, la arquitectu­ra, medios de transporte, equipamien­to de la vivienda, las finanzas, etcétera. Esa llamada silver economy es un negocio que hay que explorar y aprovechar, sobre todo en España, tercer país del mundo con la mayor esperanza de vida, sólo por detrás de Japón y Suiza.

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