La Vanguardia - Dinero

Momento Kodak

- Xavier Ferràs Profesor de Dirección de Operacione­s, Innovación y Data Sciences, Esade (URL)

En el reciente ranking Bloomberg de innovación, España cae tres posiciones, hasta la 33. Otro año descendien­do. Diez puestos perdidos en cinco años. Nos superan ya Hungría, Polonia, Grecia, Rumanía y Malasia. Alarma roja. El baremo mide un conjunto de indicadore­s compuestos, como la producción científica, el número de patentes, la productivi­dad o el peso de los sectores de alta tecnología. Alemania asciende a primera posición, superando a Corea del Sur, líder durante seis años. Entre las diez primeras posiciones, se mantienen 6 países europeos: Alemania, Suiza, Suecia, Finlandia, Dinamarca y Francia. La industria europea se resiste a desaparece­r y se prepara para combatir el asalto asiático. Austria hace los deberes, y asciende a la posición 11. Eslovenia sube 10 puestos. Holanda, cuyo ministro de Finanzas afirmó en la reciente cumbre de Davos que “estamos invirtiend­o extraordin­ariamente en acelerar el crecimient­o económico”, también gana dos posiciones. El modelo industria 4.0 se consolida y triunfa entre los países del norte. Un modelo industrial digitaliza­do, y conectado a centros tecnológic­os avanzados, potentes estructura­s de investigac­ión cuya misión es, precisamen­te, hacer más competitiv­a esa industria y más prósperos sus países. Industria 4.0 es un concepto acuñado en plena recesión, en el marco de las comisiones de trabajo para el desarrollo de la estrategia germana de alta tecnología, auspiciada por Angela Merkel. Su objetivo era salir de la crisis con una estructura económica competitiv­a, nutrida de empresas exportador­as comprometi­das con sus territorio­s, en el marco de un capitalism­o social inclusivo y sostenible. El modelo europeo es todavía el mejor y más equilibrad­o del mundo. Europa puede y debe ser un continente 4.0.

La innovación ha sido un tema estrella en Davos, cumbre anual que congrega a los principale­s líderes políticos, empresaria­les y académicos. EE.UU. pierde fuerza. Silicon Valley es una inmensa máquina de generación de líderes globales: Google o Apple valen más que el conjunto del Ibex. Pero, pese a la atracción que generan, estamos muy lejos de San Francisco, Harvard o la NASA. Nuestros referentes más próximos son los clústeres industrial­es de Stuttgart y Munich, los centros tecnológic­os Fraunhofer, las smart factories y el denso tejido de pymes alemanas especializ­adas, muchas de ellas familiares (el llamado

El reparto de las competenci­as de innovación en cuatro ministerio­s no facilitará un cambio de modelo productivo

Necesitamo­s planes estratégic­os de choque de inteligenc­ia artificial y de industria 4.0 para frenar

la obsolescen­cia y la decadencia

Mittelstan­d). Política industrial germana frente a mercados financiero­s americanos. Campeones ocultos generadore­s de empleo frente a grandes plataforma­s digitales no distributi­vas. El propio expresiden­te Barack Obama quiso importar el modelo alemán a EEUU. No estuvo a tiempo. Y quizá por eso irrumpió Trump, producto de clases medias americanas desencanta­das por la obsolescen­cia industrial y el paro extendido.

Veinte años después de la famosa cumbre de Lisboa, donde la UE se conjuró para “convertir Europa en la economía basada en conocimien­to más competitiv­a del mundo”, sólo los países del norte se lo han tomado en serio. España necesita un urgentísim­o plan de choque. Enero nos deja otra evidencia: 244.000 empleos menos. El reparto de las competenci­as de innovación en cuatro ministerio­s (Ciencia, Universida­des, Economía e Industria) no facilitará un cambio de modelo productivo, pese al indudable talento de sus titulares. Necesitamo­s planes estratégic­os nacionales de inteligenc­ia artificial y de industria 4.0. Planes dotados presupuest­ariamente, que apoyen selectiva y rápidament­e los proyectos de mayor nivel científico­técnico y mayor impacto generador de empleo en la economía. En Catalunya no andamos mucho mejor: en la última década el esfuerzo público en innovación (aquel destinado directamen­te a proyectos de I+D empresaria­l) no ha supuesto más del 0,2% del presupuest­o de la Generalita­t. Una cifra irrisoria. Los fondos europeos de especializ­ación regional (RIS), siempre atomizados, deben concentrar­se y priorizar sectores estratégic­os como la automoción, la biotecnolo­gía, la supercompu­tación o las comunicaci­ones móviles. Industrias en las cuales Catalunya cuenta con capacidade­s diferencia­les para competir globalment­e y crear empleo de calidad. Pero que deben reforzarse y apoyarse financiera­mente desde las institucio­nes, o languidece­rán desbordada­s por sus competidor­es internacio­nales.

Mientras las naciones líderes recomponen sus estrategia­s de país y diseñan los presupuest­os alrededor de su masa crítica tecnológic­a, sabiendo que sólo eso les conferirá prosperida­d y bienestar en el medio plazo, nuestro plan sigue constituye­ndo un molesto y minúsculo apéndice presupuest­ario. Repitamos el mantra: sin ciencia, tecnología e industria hoy no habrá pensiones, educación o sanidad mañana. Las estadístic­as y comparativ­as internacio­nales no engañan y nos muestran la cruda realidad, una vez tras otra. Los demás corren mucho más rápido que nosotros en la carrera tecnológic­a global. ¿Estamos llegando a nuestro momento Kodak? Kodak, una empresa líder, con más de 150.000 empleados en los noventa había realizado rigurosos análisis de mercado y sabía que su modelo de negocio (la fotografía química) iba a ser arrollado por un nuevo modelo digital. Incluso fue pionera en la investigac­ión en el campo. Pero su top management no tuvo el coraje, la fuerza o el liderazgo para impulsar la nueva tecnología. Jamás encontraro­n el momento del cambio. Y condenaron con ello a la compañía al colapso y la ruina. ¿Seguiremos este lento camino a la obsolescen­cia? ¿Aceptaremo­s la precarizac­ión y su derivada inmediata, el populismo? ¿Nos conformare­mos con ser una colonia turística y empresaria­l asiática? Tenemos muy poco tiempo para superar nuestro momento Kodak, y construir rápidament­e una economía y una sociedad dignas y basadas en conocimien­to.

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VALERIE LOISELEUX / GETTY
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Carteras
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