Economía vudú... y zombi
Krugman repasa a Trump, la crisis, los economistas e incluso las criptomonedas a través de sus artículos
El senador neoyorquino Daniel Patrick Moynihan señaló una vez que “todo el mundo tiene derecho a tener su propia opinión, pero no sus propios hechos”. Moynihan, que murió en el 2003, no pudo contemplar el actual mundo trumpiano plagado de hechos alternativos, pero su frase apunta a que los cimientos ya estaban ahí. De hecho el Nobel de Economía Paul Krugman (1953) señala en su nuevo libro, Contra los zombis, una selección de sus artículos en The New York Times desde el 2004, que Trump es la culminación del camino emprendido por el movimiento conservador de su país en las últimas décadas. El resultado, denuncia, es que hoy en EE.UU. aceptar lo que dicen los datos sobre una cuestión económica es en un acto partidista. Y eso tiene consecuencias graves.
Un ejemplo claro, remarca, fue lo sucedido con la crisis del 2008. Krugman admite que no la vio venir. Aunque había escrito que existía una enorme burbuja inmobiliaria, le sorprendió el daño que causó su estallido: no se había percatado de cómo de vulnerable se había vuelto el sistema financiero por el crecimiento de la banca paralela no regulada. Pero una vez estalló, dice, los economistas conocían bien ese escenario. Por ejemplo, que la inflación no repuntaría en una economía tan deprimida aunque la Reserva Federal comprara una enorme cantidad de bonos del Estado. Sin embargo, se creó una opinión oficial republicana que lo veía peligrosamente inflacionario. La historia es conocida: la Fed compró bonos por tres billones y la inflación se
mantuvo baja. Nadie admitió su error. Que causó, insiste, un enorme sufrimiento innecesario.
La crisis, señala, mostró también cómo de equivocada estaba su profesión. Para los economistas el problema de la depresión estaba resuelto y no era posible un colapso así. Más allá de los años sabáticos que les pagaban think tanks conservadores, señala, su problema fue que confundieron la belleza con la verdad. La belleza de una economía idealizada con individuos racionales en mercados perfectos. Adornada con fantasiosas ecuaciones.
Krugman repasa en su libro la austeridad, la desigualdad y, en general, las ideas zombi, que se arrastran pese a estar desacreditadas. Y devoran cerebros. Ideas como que gravar a los ricos es destructivo para la economía. Y que bajarles los impuestos llevará a un crecimiento milagroso. También habla de Trump, cuyo Gobierno “ha sido despiadado a la hora de oponerse a los trabajadores en casi todos los frentes”. Un hombre “al que le gusta humillar a los demás” y “le da placer ver cómo sus simpatizantes le siguen aunque les traicione”.
Cierra el libro explicando por qué es criptoescéptico: por los costes de creación y de transferencia de los bitcoins y porque su valor depende de las expectativas autocumplidas. No tienen anclaje en la economía real, dependen de creer en ellos y su colapso total es posible, dice. De hecho, le parece que los entusiastas de las criptomonedas celebran el uso de la tecnología de vanguardia para restablecer el sistema monetario de hace 300 años antes de los bancos centrales. Y sobre todo, concluye, no resuelven ningún problema, salvo a evasores y criminales.
“Donald Trump disfruta al ver cómo sus simpatizantes le siguen aunque les traicione”