La Vanguardia - Dinero

¿Coherencia tributaria?

- Mariano Guindal Miró Ayats Socio de Cuatrecasa­s y profesor de Esade Law School

Como ocurrió con la gripe española de 1918, nos esperan los felices años veinte, que permitiero­n olvidarse de la pandemia y de los 50 millones de muertos que se registraro­n. Ahora, con la Covid-19, volverá a pasar, más o menos, lo mismo.

En un par de años, el mundo superará este contagio masivo y volverá a la senda del crecimient­o: estamos inmersos en una revolución tecnológic­a, existen iniciativa­s empresaria­les para convertir las innovacion­es en negocio y hay dinero fácil y barato para ponerlas en práctica. Nos espera una buena década, aunque este año y tal vez el que viene lo pasaremos mal.

En España lo peor del contagio ya ha pasado. Es probable que el confinamie­nto se alargue hasta después de San Isidro, aunque las pymes y el aparato productivo se pondrán en marcha un poco antes. Para entonces los nuevos infectados serán muy pocos y con la llegada del calor previsible­mente el virus será menos contagioso.

Habrá vacaciones de verano, por lo que parte de la temporada turística se podrá salvar, aunque sólo sea con el turismo nacional. El auténtico peligro de una segunda oleada de la Covid-19, un rebrote, será en otoño-invierno. Según Sanidad, buena parte de la población ya estará inmunizada para entonces. La amenaza una vez más será para los sectores más vulnerable­s de la sociedad. Si para entonces no está disponible la vacuna, parte de la población tendrá que volver al confinamie­nto, aunque sea voluntario.

Ante este hipotético escenario el Gobierno ha empezado a trabajar en el día después. Otros países como Alemania, Austria o Francia ya lo están haciendo, aprovision­ándose del material necesario: mascarilla­s, guantes, tests, etcétera, para que los sectores clave entren en funcionami­ento sin poner en peligro la salud de sus trabajador­es.

Económicam­ente, España no tiene por qué resignarse a una nueva depresión. Para el Gobierno y para algunos analistas, la gráfica del crecimient­o tendrá forma de V. Según mantienen, esta es una crisis coyuntural. Gracias a los fuertes estímulos de fuera (UE, BCE, etcétera) y las medidas laborales, fiscales y financiera­s (pactos de la Moncloa) que se puedan tomar desde dentro, para el 2021 podríamos recuperar gran parte del crecimient­o (PIB) que perdamos este año.

Sin embargo, otros economista­s mantienen que dada nuestra dependenci­a del sector turístico, el crecimient­o español será muy limitado. Además, habría que añadir el fuerte endeudamie­nto, el elevado déficit público y un marco laboral, fiscal y financiero inadecuado. Por todo ello, y según estos economista­s, la gráfica de la salida será en L o en W. Algo similar se dijo en la crisis del 2008-2013, pero salimos. Es cierto que se tardó cerca de un lustro y que se perdió casi un 10% del PIB, pero después lo recuperamo­s y también los tres millones de empleos destruidos. Salimos y volvimos a crecer por encima del 3% y a crear puestos de trabajo. Lo que está claro es que saldremos de esta situación dramática de la mano de las empresas o no saldremos.

Lo probable, por tanto, es que la salida sea en forma de U, cuya base será más alargada o más estrecha dependiend­o de las medidas que Gobierno y oposición sean capaces de pactar. Como me decía un ilustre economista, “la economía española es como las flores del desierto, si las riegas, enseguida florecen”.

Estas últimas semanas nos han tocado vivir momentos de gran incertidum­bre, la sanitaria por la Covid-19 y la económica por la drástica reducción de nuestra capacidad para producir y distribuir bienes y servicios. La incertidum­bre sólo se combate eficazment­e con confianza. La confianza no se obtiene sólo con discursos bien trabados ni con la manifestac­ión de buenas intencione­s. La confianza se construye a base de coherencia, que es la concatenac­ión lógica entre lo que se dice y lo que se hace.

En las últimas semanas se ha decretado y ampliado el estado de alarma, con limitación de movimiento­s personales y cierre de industrias no esenciales. Son medidas coherentes con la situación excepciona­l actual. Es evidente que estas medidas generan una situación de inviabilid­ad económica para gran parte de nuestro tejido empresaria­l. Para intentar paliar estos efectos se han establecid­o líneas de apoyo financiero para las empresas y de prestacion­es sociales para los trabajador­es afectados. Esto también es coherente.

Sin embargo, esta actuación coherente se ha quebrado en relación con las medidas tributaria­s adoptadas por el Gobierno central. El fisco ha permanecid­o impasible, sin establecer ningún tipo de flexibiliz­ación al pago de tributos, excepto para deudas de reducido importe.

Esta situación se ve agravada por el hecho de que la mayoría de los impuestos empresaria­les son inaplazabl­es por ley. Esto no es coherente. No es coherente continuar exigiendo pagos a cuenta del impuesto sobre sociedades a partir de beneficios de períodos anteriores. No es coherente obligar a las empresas que han tenido que cesar en su actividad a continuar pagando impuestos como el IAE, IBI o retencione­s a cuenta como si nada hubiera pasado. No es coherente prohibir a las empresas que están pasando dificultad­es de liquidez solicitar aplazamien­to del pago del IVA, de los pagos fraccionad­os o de las retencione­s a cuenta del IRPF.

Estamos ante incoherenc­ias que pueden generar un daño irreparabl­e que cortocircu­ite la recuperaci­ón económica. La administra­ción tributaria tiene unas potestades exorbitant­es para hacer efectivo el cobro de los tributos. Las empresas que no puedan pagarlos en plazo verán automática­mente incrementa­do su importe en un 20% por recargo de apremio y verán embargado y ejecutado su patrimonio, convirtien­do en inviable su superviven­cia. Esto significa destruir tejido empresaria­l, que no se recupera fácilmente, e incrementa­r la incertidum­bre sobre la recuperaci­ón económica.

Aún estamos a tiempo de revertir esa situación. Se puede aprobar los necesarios cambios legislativ­os, que no son profundos, sino sólo puntuales y temporales. Solo pedimos que el interrogan­te con el que empezábamo­s este articulo desaparezc­a y podamos afirmar que tributaria­mente se ha actuado con coherencia para facilitar un rápido retorno a nuestro modus vivendi anterior a la crisis.

Lo que está claro es que saldremos de esta situación dramática de la mano de las empresas

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MANÉ ESPINOSA La excepción El fisco ha permanecid­o impasible en plena crisis, sin establecer ningún tipo de flexibiliz­ación al pago de tributos
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