¿Coherencia tributaria?
Como ocurrió con la gripe española de 1918, nos esperan los felices años veinte, que permitieron olvidarse de la pandemia y de los 50 millones de muertos que se registraron. Ahora, con la Covid-19, volverá a pasar, más o menos, lo mismo.
En un par de años, el mundo superará este contagio masivo y volverá a la senda del crecimiento: estamos inmersos en una revolución tecnológica, existen iniciativas empresariales para convertir las innovaciones en negocio y hay dinero fácil y barato para ponerlas en práctica. Nos espera una buena década, aunque este año y tal vez el que viene lo pasaremos mal.
En España lo peor del contagio ya ha pasado. Es probable que el confinamiento se alargue hasta después de San Isidro, aunque las pymes y el aparato productivo se pondrán en marcha un poco antes. Para entonces los nuevos infectados serán muy pocos y con la llegada del calor previsiblemente el virus será menos contagioso.
Habrá vacaciones de verano, por lo que parte de la temporada turística se podrá salvar, aunque sólo sea con el turismo nacional. El auténtico peligro de una segunda oleada de la Covid-19, un rebrote, será en otoño-invierno. Según Sanidad, buena parte de la población ya estará inmunizada para entonces. La amenaza una vez más será para los sectores más vulnerables de la sociedad. Si para entonces no está disponible la vacuna, parte de la población tendrá que volver al confinamiento, aunque sea voluntario.
Ante este hipotético escenario el Gobierno ha empezado a trabajar en el día después. Otros países como Alemania, Austria o Francia ya lo están haciendo, aprovisionándose del material necesario: mascarillas, guantes, tests, etcétera, para que los sectores clave entren en funcionamiento sin poner en peligro la salud de sus trabajadores.
Económicamente, España no tiene por qué resignarse a una nueva depresión. Para el Gobierno y para algunos analistas, la gráfica del crecimiento tendrá forma de V. Según mantienen, esta es una crisis coyuntural. Gracias a los fuertes estímulos de fuera (UE, BCE, etcétera) y las medidas laborales, fiscales y financieras (pactos de la Moncloa) que se puedan tomar desde dentro, para el 2021 podríamos recuperar gran parte del crecimiento (PIB) que perdamos este año.
Sin embargo, otros economistas mantienen que dada nuestra dependencia del sector turístico, el crecimiento español será muy limitado. Además, habría que añadir el fuerte endeudamiento, el elevado déficit público y un marco laboral, fiscal y financiero inadecuado. Por todo ello, y según estos economistas, la gráfica de la salida será en L o en W. Algo similar se dijo en la crisis del 2008-2013, pero salimos. Es cierto que se tardó cerca de un lustro y que se perdió casi un 10% del PIB, pero después lo recuperamos y también los tres millones de empleos destruidos. Salimos y volvimos a crecer por encima del 3% y a crear puestos de trabajo. Lo que está claro es que saldremos de esta situación dramática de la mano de las empresas o no saldremos.
Lo probable, por tanto, es que la salida sea en forma de U, cuya base será más alargada o más estrecha dependiendo de las medidas que Gobierno y oposición sean capaces de pactar. Como me decía un ilustre economista, “la economía española es como las flores del desierto, si las riegas, enseguida florecen”.
Estas últimas semanas nos han tocado vivir momentos de gran incertidumbre, la sanitaria por la Covid-19 y la económica por la drástica reducción de nuestra capacidad para producir y distribuir bienes y servicios. La incertidumbre sólo se combate eficazmente con confianza. La confianza no se obtiene sólo con discursos bien trabados ni con la manifestación de buenas intenciones. La confianza se construye a base de coherencia, que es la concatenación lógica entre lo que se dice y lo que se hace.
En las últimas semanas se ha decretado y ampliado el estado de alarma, con limitación de movimientos personales y cierre de industrias no esenciales. Son medidas coherentes con la situación excepcional actual. Es evidente que estas medidas generan una situación de inviabilidad económica para gran parte de nuestro tejido empresarial. Para intentar paliar estos efectos se han establecido líneas de apoyo financiero para las empresas y de prestaciones sociales para los trabajadores afectados. Esto también es coherente.
Sin embargo, esta actuación coherente se ha quebrado en relación con las medidas tributarias adoptadas por el Gobierno central. El fisco ha permanecido impasible, sin establecer ningún tipo de flexibilización al pago de tributos, excepto para deudas de reducido importe.
Esta situación se ve agravada por el hecho de que la mayoría de los impuestos empresariales son inaplazables por ley. Esto no es coherente. No es coherente continuar exigiendo pagos a cuenta del impuesto sobre sociedades a partir de beneficios de períodos anteriores. No es coherente obligar a las empresas que han tenido que cesar en su actividad a continuar pagando impuestos como el IAE, IBI o retenciones a cuenta como si nada hubiera pasado. No es coherente prohibir a las empresas que están pasando dificultades de liquidez solicitar aplazamiento del pago del IVA, de los pagos fraccionados o de las retenciones a cuenta del IRPF.
Estamos ante incoherencias que pueden generar un daño irreparable que cortocircuite la recuperación económica. La administración tributaria tiene unas potestades exorbitantes para hacer efectivo el cobro de los tributos. Las empresas que no puedan pagarlos en plazo verán automáticamente incrementado su importe en un 20% por recargo de apremio y verán embargado y ejecutado su patrimonio, convirtiendo en inviable su supervivencia. Esto significa destruir tejido empresarial, que no se recupera fácilmente, e incrementar la incertidumbre sobre la recuperación económica.
Aún estamos a tiempo de revertir esa situación. Se puede aprobar los necesarios cambios legislativos, que no son profundos, sino sólo puntuales y temporales. Solo pedimos que el interrogante con el que empezábamos este articulo desaparezca y podamos afirmar que tributariamente se ha actuado con coherencia para facilitar un rápido retorno a nuestro modus vivendi anterior a la crisis.
Lo que está claro es que saldremos de esta situación dramática de la mano de las empresas