La hora de lo común
El filósofo Innerarity analiza la actual crisis y dice que la salida sólo puede ser un mundo más integrado
El estupor que provoca la crisis actual ha logrado que la filosofía, dada al pensamiento reposado, haya acelerado para analizar el terremoto creado por el coronavirus. El primero en disparar ha sido Slavoj Zizek con Pandemia (Anagrama), donde avisa de que no habrá regreso a la normalidad y advierte del peligro para Europa de lo que llama virus Putogan (Putin más Erdogan, que tienen la llave de los refugiados y del gas y el petróleo). Afirma que esta crisis es un ensayo general de una crisis mucho mayor, la ecológica. Y advierte de que no se va a salir de este socavón sin alguna forma de comunismo, con solidaridad y respuesta coordinada a nivel global. De hecho, afirma, con las medidas de emergencia adoptadas por los países el dinero ya no funciona del modo capitalista tradicional.
Y ahora el filósofo bilbaíno Daniel Innerarity publica Pandemocracia, donde comienza abordando los errores cognitivos cometidos en esta crisis: no es ni una guerra ni una cuestión de comportamiento personal –heroísmo, aplausos, donaciones–, sino que pone al descubierto las deficiencias estructurales. Se ha vuelto, dice, al mismo error de la crisis del 2008, atribuirla a actos de los individuos –los que habían vivido por encima de sus posibilidades, según la derecha, los que nos habían estafado, según la izquierda– y no a un sistema con débil gobernanza global, políticas crediticias irracionales y falta de medidas financieras anticíclicas. El problema: pensa
mos en términos de riesgo individual y se trata de riesgo colectivo.
Esta crisis, dice, no es el fin del mundo pero sí de un mundo con certezas en el que éramos invulnerables y autosuficientes: entramos en un mundo común y frágil donde debemos aceptar nuestra ignorancia y que la naturaleza no es un mero recurso. Es irreal suponer que es calculable un mundo densamente interrelacionado y con tecnologías cuya complejidad hace difícil anticipar los efectos. Hay que dar la batalla por el conocimiento, pero para que nos prepare para gestionar el desconocimiento que nos acompañará: lo que nos salvará no son jerarquías verticales sino el conocimiento compartido y la cooperación.
De hecho, Innerarity cree que la crisis muestra que la globalización no tenía instrumentos de protección social acordes a las amenazas a que nos expone, atrapados entre el ya no de los Estados y el todavía no de la gobernanza global: el neokeynesianismo actual, dice, es el de Estados sin recursos, y el camino para mayor prosperidad pasa por avanzar en la gobernanza global. Las medidas de cierre y el antiglobalismo de Trump son inútiles en un mundo donde nuestros destinos están compartidos. Eso sí, toca redefinir las escalas y los niveles adecuados de gestión y producción: local, nacional, internacional, global. A la globalización nerviosa le debe seguir la glocalización sostenible. Se trata de reequilibrar un mundo que ya tenía muchas descompensaciones. Respecto a Europa, pese al desaguisado inicial, dice que siempre ha avanzado en los momentos críticos. Pese a los retrocesos y reticencias que provoca esta crisis, concluye, es la hora de lo común.
A la globalización nerviosa que hemos vivido le debe seguir glocalización sostenible