La globalización es inocente
Los mercados hiperconectados han acelerado el shock de la pandemia, pero el proteccionismo sería peor
Piergiorgio M. Sandri
Ya hay algún banco de inversión que ahora hace referencia a la siglas históricas de a.C. y d.C, refiriéndose esta vez al mundo antes de la pandemia (donde C está por Covid) y el que vendrá después. Como dijo Vladímir Lenin, haciendo referencia a la revolución rusa , “hay décadas donde no pasa nada, y hay semanas donde pasan décadas”. El coronavirus ha supuesto un shock y hay quien, en busca de un culpable, ha señalado a la globalización. La liberalización, que ha creado el sistema de cadenas de valor repartidas por el planeta en busca de ahorros, está siendo cuestionada tras la Covid.
“El ascenso de China y el declive de la manufactura estadounidense y europea han causado un aumento en el sentimiento antiglobalización incluso antes de la Covid-19, que se ha intensificado con la guerra comercial entre EE.UU. y China. Se han incrementado las tensiones geopolíticas relacionadas con el empleo manufacturero, seguridad de suministro, privacidad y dependencia excesiva de importación en áreas críticas (tecnología, farmacia), en particular desde China”, advertía Bank of America en un informe de esta semana. En abril más de setenta países, incluyendo a India, EE.UU. y la UE, han prohibido o limitado la exportación de equipos de protección, mascarillas y otras medicinas, en un intento de abastecer sus mercados nacionales y evitar una escalada de los precios.
Además, hubo reacciones antisolidarias. Francia y Alemania prohibieron transitoriamente la venta de material a otros países comunitarios rompiendo así el mercado único. París no dudó en apropiarse de dos millones de mascarillas procedentes de Asia con destino a Italia y a España que se encontraban en tránsito en Lyon.
En resumen, en diversos círculos hay un deseo de “asaltar la globalización” y se ve con simpatía un cierto aislamiento que proteja de imprevistos. Surgen voces reclamando la urgente necesidad de una relocalización de múltiples actividades esenciales, de manera que no se vuelvan a producir episodios de escasez de bienes.
Sin embargo, la idea de que las economías más cerradas hubiesen afrontado mejor la pandemia es aventurada o incluso errónea. “Ante un aumento enorme de la demanda de un determinado bien, ningún país puede responder satisfactoriamente. Se ha visto en España con las mascarillas o los guantes. Además, no es creíble que ninguna sociedad aislada hubiese estado mejor preparada . Hubiese tardado más, y hubiese respondido peor al suministro ”, explica el profesor José Antonio Martínez Serrano, catedrático de Economía Aplicada de la Universitat de València, que acaba de publicar un extenso artículo sobre este tema en la última edición de los Cuadernos Económicos de Funcas.
En su opinión, “no puede afirmarse con fundamento que la globalización haya ido demasiado lejos, ni que la actual organización de la producción mundial dificulte o retrase la solución de los problemas urgentes que hoy sufrimos”.
Un reciente estudio llevado a cabo por los investigadores Alessandro Sforza y Martina Steinenger del Centro de Estudios Económicos de la Universidad de Munich ha hecho la simulación de qué pasaría si cada país actuara por su cuenta. A tal fin, han calculado las consecuencias económicas de la pandemia si se hubieran subido los aranceles un 100%, es decir si cada Estado, aislado, hubiera tenido que actuar solo. Pues bien, las cosas no hubieran mejorado. Es más, en promedio se puede decir que el impacto económico habría sido superior.
Los autores encuentran que para la mayoría de las grandes economías la pérdida de renta real por el coronavirus y su cuarentena es del orden del 13-14%. Con una economía cerrada, se pierden entre dos y cuatro puntos más. En España, en caso de aislamiento comercial, se habría pasado de un retroceso del 10% al 12%.“Esto demuestra que la globalización tiene en el conjunto beneficios que compensan cualquier retorno al proteccionismo”, subraya Martínez Serrano.
Este experto no ve clara la desglobalización. “China es difícil de sustituir y la mayoría del comercio es de servicios. Como mucho habrá un acercamiento regional. Pero no será la pandemia, sino los robots los que lo cambiarán todo, porque no hará falta ir lejos en busca de mano de obra barata. En las fábricas quedará la máquina y un hombre para controlarla. Y un perro, para vigilar que no entren más hombres”.
China hoy en día tiene la mayor influencia en el mundo desde la era de Gengis Kan. Es lo que desprende de un estudio histórico de los analistas de Bank of America que miden la influencia de los países en términos del porcentaje de su PIB en la economía mundial desde el nacimiento de Cristo (año 1). Desde 1950 hasta principios de este siglo el dominio económico de Estados Unidos ha sido claro. Ahora es probable que la Covid-19 acelere aún más un concepto de liderazgo global compartido entre más países. En esta nueva ecuación el avance de China es imparable. Por primera vez en la historia, China está gastando más en I+D que EE.UU. (501.000 millones de dólares frente a 493.000 millones). Asimismo, el porcentaje de China sobre el valor de la producción manufacturera ha pasado del 3% de 1990 hasta un cuarto del total en nuestros días. Los chinos presentaron casi 59.000 solicitudes de patentes el año pasado. Hace diez años Pekín tan solo reunió 276 peticiones, y en las dos últimas décadas su progresión fue de más de 200 veces: también en este caso han superado a EE.UU. “La Covid-19 ha puesto de manifiesto la creciente división en la gobernanza en todo el mundo. Además, combinado con la disminución de la influencia de la OPEP debido al continuo aumento de las energías renovables, esto podría dar lugar a algunos de los mayores cambios de poder jamás vistos en la historia económica moderna”, aseguran estos analistas. La Administración Trump ha dado marcha atrás en el multilateralismo que los estadounidenses promovieron después de la Segunda Guerra Mundial. Han salido de la Unesco, están a punto de dejar la Organización Mundial de la Salud, han bloqueado la Organización Mundial del Comercio y esta semana han dejado el tratado de Cielos Abiertos que otorga a las naciones permiso para realizar vuelos sobre el espacio aéreo de los territorios para recopilar información sobre actividades militares. Ellos abdican y el trono queda vacante, con China que espera su turno.
Un estudio reciente demuestra que con el aislacionismo la factura económica sería igual o superior
Hay una corriente que apuesta, más que por una repatriación productiva, por un acercamiento regional