ESPECTÁCULO SENSACIONAL
Tras la barbarie, el marketing y la cantidad, un cuarto enemigo del arte podría ser el espectáculo. Sin embargo, así como la barbarie es de un modo absoluto enemiga de las artes, la lucidez y la libertad y partidaria del desprecio y el dominio por la fuerza agresiva, lo espectacular es dañino solo en cierto sentido.
Por supuesto que algunos espectáculos de autores como Pina Bausch, David Byrne y Shakespeare –por citar solo tres– son maravillosos y hasta sublimes. El problema no surge ni siquiera cuando muchos espectáculos se limitan a proporcionar entretenimiento y distracción, como un pasatiempo. Comienza –comenzó ya el siglo pasado– cuando lo espectacular se convierte en pauta o modelo general, excluyente de otras opciones más sutiles, profundas y necesarias. Y el daño cultural grave y no siempre advertido se produce cuando el triunfo de la espectacularidad –como el del marketing y el de la cantidad sobre otros valores– resulta ser casi totalitario y llega a aniquilar la posibilidad de alternativas más valiosas. Y eso está sucediendo más allá del ámbito del espectáculo, también en el ámbito de las artes y la literatura. En el contexto apresurado de las ferias de arte, las obras que llenan titulares son las más obvias y sensacionalistas. La prensa a menudo colabora en estas rebajas del nivel cultural.
Ponga un Hitler escandalizador o un cadáver en formol en un contexto artístico y obtendrá su titular. Presente una expresión de sabiduría vital y artística y no tendrá titular.
Hace tiempo Dalí dijo que estaba bien que en este mundo existiera un Dalí, pero que sería una catástrofe que hubiera dos o más. Lo mismo podría haber dicho Duchamp, y más tarde Warhol. Pero el mesiánico Beuys ya no tenía ni un gramo de aquel estupendo sentido del humor daliniano. Y ahora ya se supone que deberíamos tragarnos devotamente las ocurrencias sensacionalistas de los Hirst, Chapman, Koons y compañía: las baratijas mentales y artísticas más caras de la historia. En la imagen, una pintura de Marcos Palazzi, con protagonista charlatán.