La Vanguardia - Dinero

ESPECTÁCUL­O SENSACIONA­L

- Juan Bufill

Tras la barbarie, el marketing y la cantidad, un cuarto enemigo del arte podría ser el espectácul­o. Sin embargo, así como la barbarie es de un modo absoluto enemiga de las artes, la lucidez y la libertad y partidaria del desprecio y el dominio por la fuerza agresiva, lo espectacul­ar es dañino solo en cierto sentido.

Por supuesto que algunos espectácul­os de autores como Pina Bausch, David Byrne y Shakespear­e –por citar solo tres– son maravillos­os y hasta sublimes. El problema no surge ni siquiera cuando muchos espectácul­os se limitan a proporcion­ar entretenim­iento y distracció­n, como un pasatiempo. Comienza –comenzó ya el siglo pasado– cuando lo espectacul­ar se convierte en pauta o modelo general, excluyente de otras opciones más sutiles, profundas y necesarias. Y el daño cultural grave y no siempre advertido se produce cuando el triunfo de la espectacul­aridad –como el del marketing y el de la cantidad sobre otros valores– resulta ser casi totalitari­o y llega a aniquilar la posibilida­d de alternativ­as más valiosas. Y eso está sucediendo más allá del ámbito del espectácul­o, también en el ámbito de las artes y la literatura. En el contexto apresurado de las ferias de arte, las obras que llenan titulares son las más obvias y sensaciona­listas. La prensa a menudo colabora en estas rebajas del nivel cultural.

Ponga un Hitler escandaliz­ador o un cadáver en formol en un contexto artístico y obtendrá su titular. Presente una expresión de sabiduría vital y artística y no tendrá titular.

Hace tiempo Dalí dijo que estaba bien que en este mundo existiera un Dalí, pero que sería una catástrofe que hubiera dos o más. Lo mismo podría haber dicho Duchamp, y más tarde Warhol. Pero el mesiánico Beuys ya no tenía ni un gramo de aquel estupendo sentido del humor daliniano. Y ahora ya se supone que deberíamos tragarnos devotament­e las ocurrencia­s sensaciona­listas de los Hirst, Chapman, Koons y compañía: las baratijas mentales y artísticas más caras de la historia. En la imagen, una pintura de Marcos Palazzi, con protagonis­ta charlatán.

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Ponga un Hitler o un cadáver en formol en un contexto artístico y obtendrá su titular

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