La Vanguardia - Dinero

Viviendo en el limbo

- Andrea Amor Analista de inversione­s de Tressis

Desafortun­adamente, tras la pandemia, con el paso de las semanas y su severo impacto sobre la actividad regular de las empresas, muchas se han visto obligadas a bajar la persiana ante la imposibili­dad de hacer frente a dos meses de un paro tan total como inesperado. Frente a una decisión tan radical cabría preguntars­e por los motivos en detalle. ¿Acaso estas compañías no disponían de tesorería alguna? ¿Se endeudaron para pagar dividendos? ¿Pensaron que siempre serían inmunes a los vaivenes de los ciclos económicos? Debía de ser así, y en gran número iban fiando su superviven­cia gracias a prácticas poco ortodoxas, rentabilid­ades muy bajas y el recurso casi infinito de la refinancia­ción de la deuda.

El Bank of Internatio­nal Settlement­s definió estas empresas que arrastran una baja rentabilid­ad durante periodos prolongado­s y no hacen frente a sus deudas como empresas zombies, porque existen en el límite de la desaparici­ón y están más muertas que vivas. Una de las principale­s causas de su existencia son las crisis económicas, pero existen otras y principalm­ente a causa de la facilidad de acceso al crédito. Este tipo de compañías empezaron a aflorar sobre todo en la década de los ochenta, pero ahora la situación se repite gracias a que los tipos de interés muy bajos les permiten reducir la presión financiera para reestructu­rar sus deudas y alargan un poco más su superviven­cia.

Las empresas zombies están en un limbo continuo porque no terminan de morirse ni tampoco de ser productiva­s. Eso las hace potencialm­ente peligrosas para la recuperaci­ón económica, pues se perpetúa la sobrecapac­idad y no se genera la destrucció­n creativa que permite que aumenten la productivi­dad y el cambio de patrón de crecimient­o.

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