Gestionar la intemperie
Parece que estamos destinados a sublimar nuestras inercias. Lo que nos gusta son las lógicas predecibles. Tener un presupuesto que crezca cada año. Conocer bien el organigrama y el sociograma de las organizaciones para saber a qué atenernos. Tener unas agendas con diques de contención para no perder nuestra vida más allá del trabajo. Asistir a reuniones periódicas donde derramar la gestión por objetivos. Y claro, contar con la nómina a final de mes. Necesitamos este perímetro de seguridad donde no tener que improvisar cada día y donde nuestra identidad pueda crecer a fuego lento. Tradicionalmente había organizaciones que procuraban esta seguridad. Uno entraba a trabajar en un banco y podía zurcir el sueño de que el tránsito de botones a director general no era fácil, pero tampoco imposible. Era una vida al cobijo de organizaciones protectoras que dibujaban trayectos de largo recorrido donde a cambio de tener pocas emociones uno tenía mucha seguridad. Y así pasaban las vidas profesionales de los que alcanzaban muy jóvenes la tierra prometida, y de lo que se trataba era tener paciencia y confiar en la lógica infalible del escalafón. El tiempo y la paciencia jugaban un papel fundamental para la mejora profesional, una prosperidad lenta, pero relativamente probable. De vez en cuando tocaba ir a alguna formación para no oxidarse y muy de vez en cuando tocaba una jornada outdoor con final de karaoke.
Pero este mundo de las grandes empresas nodriza está dejando de existir. Las nuevas grandes empresas que han nacido al albur del mundo digital son de otro caparazón y piensan en incorporar más tecnología que personas. Las empresas grandes continuarán existiendo, pero requerirán de mucha más flexibilidad para sobrevivir en un mundo donde las grandes corporaciones tienen una esperanza de vida mucho más corta. Uno se imagina el panorama empresarial que viene como un gran magna de profesionales autónomos, de microempresas y de un grupo reducido de empresas medianas y grandes. No estamos lejos. En Catalunya, por cada empresa de más de 250 trabajadores hay 100 de menos de 10. Con la excepción de Alemania, esta hegemonía de la microempresa es una realidad muy consolidada en Europa. Todo parece indicar que las empresas que vienen serán más líquidas y que está emergiendo la sociedad de los profesionales que trabajarán por cuenta propia. Gente que tiene interiorizado que el que no vende no ingresa. No hay tregua para
Deberemos conseguir que introducir esa obligada flexibilidad en las empresas no se convierta directamente en precarizar
Vamos hacia una sociedad híbrida, donde el profesional estará vinculado a la empresa por proyectos y compartirá
con naturalidad su trabajo con iniciativas propias los profesionales del libre ejercicio, para los pequeños comerciantes, para los consultores independientes, para los que viven de crear oportunidades cada día. No hay tregua ni hay mucha inercia.
Como gran organización quedará la Administración. Será el último alcázar dónde parapetarse de un mundo complejo que aceleró los cambios, enloqueció de disrupciones y dejó las viejas seguridades a la intemperie. Las administraciones todavía mantienen sus famosas RLT (Relaciones de Puesto de Trabajo) como emblema de cuando el mundo era estable. Viven en un mundo donde todo se quiere normativizar y donde a algunos les da pánico imaginar organizaciones públicas que vivan de la flexibilidad, de adaptarse a un mundo que ya no se resigna a entrar en la inercia de cultura burocrática. Me cuenta un gerente de universidad que cuando terminó la negociación con los sindicatos de cómo sería el desconfinamiento de la fase 1 ya entraban en la fase 2. Es otro ritmo. Cuando más orgullosos nos hemos sentido de la Administración es cuando en el campo de la salud pública se ha actuado con flexibilidad y agilidad ante la Covid. Sumar el talento y la profesionalidad a la flexibilidad y la agilidad es el camino.
Necesitamos un nuevo management para esta sociedad donde muchos profesionales y muchas microempresas vivirán a la intemperie. Será una sociedad con una energía emprendedora intrínseca, pero también una sociedad que deberá replantearse seriamente su representación social. Será una sociedad más híbrida, donde mucha gente estará vinculada a las organizaciones por proyectos y compartirá con naturalidad su tiempo profesional con iniciativas propias y colaboraciones con empresas. Evidentemente, necesitaremos esquemas de protección social adecuados para un mundo laboral y una clase profesional tan diversos. El reto es que esta sociedad de profesionales no sea una sociedad de profesionales precarios. A la par deberemos aprender un modo para que introducir flexibilidad en las empresas consolidadas no se convierta directamente en precarizar o despedir una parte de sus profesionales. El dilema entre flexibilidad y precariedad será central en los próximos años. Si tenemos organizaciones rígidas serán organizaciones perdedoras. Si tenemos una ocupación masivamente precarizada quien pierde es la sociedad. Debemos superar el dilema con fórmulas innovadoras de win-win y no agarrarnos a viejas fórmulas que solo nos llevan a un lose-lose.
Vamos a un mundo donde muchas personas vivirán en transiciones profesionales frecuentes. Quienes no sepan aprender y desaprender con una cierta agilidad se descapitalizarán profesionalmente. Sería importante que administraciones, colegios profesionales, universidades y escuelas de negocios se plantearan seriamente sus ofertas. La sociedad de los profesionales necesita no solo un management de la intemperie, sino una formación continua para la intemperie. No hace falta decir que la oferta de formación continua está pensada para unos perfiles profesionales que muy pronto serán minoritarios. Y es que el reto de la universidad, una organización de personas valiosas que no cambian nunca de trabajo, deberá formar a gente que básicamente tendrá una vida profesional marcada por una necesidad constante de adaptación.
Vamos una sociedad donde, en menos de una década, la mayoría de gente no encajará en el perfil clásico de empresa y de trabajador asalariado, de patronales y de sindicatos. Vamos a una sociedad más fluida que debe reinventar un sistema de acompañamiento profesional.