Una economía de fractales
Me explica un directivo de una importante empresa de servicios que ha decidido prescindir de todo departamento, que, a partir de ahora, va a organizar al personal por proyecto o por áreas de negocio. No se trata de la metodología Agile y sus sucedáneos, sino que la Covid ha acelerado un fenómeno que lleva años gestándose. La sociedad líquida de Bauman se ha convertido en sociedad gaseosa. Y lo mismo se percibe desde hace tiempo en el mundo de los negocios: nada es estable, ni las relaciones con clientes, ni siquiera con los empleados. Mucha gente prefiere ya relaciones freelance antes que contratos laborales, especialmente en profesiones cualificadas y en sector servicios.
Muchos son los elementos del entorno que están propiciando este modelo tan circunstancial de las relaciones, del trabajo, de los pedidos o de los vínculos comerciales. Uno de ellos es la cada vez más restrictiva y exigente legislación en diversos ámbitos: en el laboral, en el legal, en el competencial. Tener un negocio se ha convertido en tener un problema, y la gente no quiere problemas.
Por otro lado, el confinamiento y la Covid han puesto de manifiesto que casi cualquier cadena de valor puede orquestarse y coordinarse a base de colaboraciones puntuales. ¡Pero si hasta los departamentos de compras de empresas globales han materializado concursos y otorgado licitaciones desde los domicilios del personal! Cuando una empresa constata que casi cualquiera de sus operaciones, a excepción de la producción en cadena, puede realizarse con un trabajador en su casa, nace una nueva posibilidad: no tener estructura, no disponer de oficinas (o del mínimo número posible de metros cuadrados); no disponer más que del personal estrictamente necesario y sustituirlo por hordas de autónomos o subcontratas; y así un largo etcétera.
Está naciendo una nueva forma de entender el trabajo, las prestaciones y, sobre todo, la producción de bienes y servicios. En un entorno de incertidumbre, la economía va a tornarse una economía de fractales, de pequeños fragmentos de cristal, de prismas diminutos que pueden reflejar la luz desde muchos ángulos y en diversas direcciones.
Ya no se tratará de una economía de ley de la selva o devaluada; este nuevo paradigma, que vamos a ver crecer poco a poco, puede constituir una alternativa a la conciliación laboral, a dimensionar el tiempo de trabajo de acuerdo a las preferencias y necesidades personales y, de continuar su senda, acabará afectando al sector de la construcción, la movilidad y el urbanismo porque no tendrá sentido vivir en grandes urbes, hipotecándose de por vida por cincuenta míseros metros cuadrados.
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