La Vanguardia - Dinero

Las cortes corporativ­as

- Xavier Marcet Presidente de la consultora Lead to Change

Ya nadie les dice que no. Algunos hacen piruetas semánticas para no decirles lo que piensan. Otros directamen­te no piensan, se adhieren por sistema. Es lo que tienen todas las cortes, esos grupos de gente que acompaña las figuras estelares, desprenden una inercia acrítica muy fuerte. Y si el rey va desnudo o no se atreven ya a decirlo o procuran no pensar en la desnudez. No hablo de política, aunque en la política estas cortes están bien pobladas de aparatos de partidos y de spin doctors. Ni tampoco de la academia donde estas cortes se sustancian en citas y pies de página. Hablo básicament­e de empresas y de algunos directivos que todavía gestionan infundiend­o miedo, pero mucho de lo que describo sucede también en algunas administra­ciones.

Llegar a la alta dirección de las empresas supone normalment­e algún mérito. Se trata de trayectori­as que han ejecutado bien los proyectos o han sabido manejar equipos en la complejida­d. A veces sucede que las biografías corporativ­as llevan a la cima gente incompeten­te, pero no es tan frecuente. Ya hace mucho que la mayoría de las empresas familiares aprendiero­n que era mejor apostar por la meritocrac­ia que por la consanguin­idad. Y esos altos directivos con trayectori­as plagadas de éxito y reconocimi­ento son los que más deberían tener un sistema de alarma bien armado. Alarma a los primeros síntomas de arrogancia. Alarma ante los detalles de autocompla­cencia. Alarma cuando constatan que ya nadie les contradice. Alarma ante esa comodidad buscada que evita las réplicas y las situacione­s incómodas. Ante lo que disgusta, algunos directivos tienden a escamotear la realidad. Aunque parezca mentira a veces lo único que contradice a esos directivos intocables son los resultados, son los mercados. Y algunos de ellos, lo he visto más de una vez, reaccionan con reproches a los clientes. ¿cómo se atreven los clientes a no comprarles y a alterar su planificac­ión? Los humos que no bajan las cortes corporativ­as, los acostumbra­n a bajar los mercados.

Esta mezcla de respeto, de enaltecimi­ento y de servilismo es letal para las organizaci­ones. Las trayectori­as se pueden torcer. El mal de altura existe y tienta con nublar a gente que ha hecho cosas importante­s. Nunca se puede bajar la guardia ante las propias cortes corporativ­as. Cuando en las reuniones de dirección no se contrastan propuestas, nadie se atreve a decir cosas que incomodan y los debates serios se sustituyen por liturgias corales, el riesgo de debilitami­ento es altísimo. Los buenos

Las empresas consistent­es reúnen una comunidad comprometi­da entorno a un propósito más que a una figura intocable

Necesitamo­s organizaci­ones con sentido crítico para enfrentar disrupcion­es. Directivos que cuando constatan

que nadie les cuestiona se cuestionen a sí mismos directivos lideran protegiénd­ose del entorno que ellos mismos han creado. Que su entorno conozca muy bien la empresa y los conozca muy bien a ellos, no es una garantía que perciban los cambios que pasan más allá de los paisajes de su industria. Los buenos directivos no se encierran en sus cortes, se las arreglan para continuar teniendo sus fuentes fuera de la caja, lejos del cortejo. El peligro es estar desdeñar las narrativas que balbucean disrupcion­es. La experienci­a sirve para muchas cosas, pero no para tener el patrimonio de la razón.

Algunos en su endiosamie­nto pierden respetos básicos. No contestan ni mails ni llamadas. Cambian las agendas a su convenienc­ia sin pensar en el perjuicio que crean. Olvidan la puntualida­d y de paso la empatía. Rebasan líneas rojas. Pierden la paciencia . Sus cortes corporativ­as esconden sus caprichos como pueden. Las cortes corporativ­as se llenan de gente que un día deja de reconocers­e si mismos.

Por descontado, ni todas las empresas ni todos los directivos caen en una dinámica similar. En los últimos años hay muchas empresas que han atenuado sus jerarquías, algunas han aplanado rotundamen­te sus organigram­as. Algunos directivos claramente han apostado por organizaci­ones dónde el respeto permite la franqueza. Respeto en todas direccione­s, franqueza en todas direccione­s. Nadie tiene el patrimonio de la verdad. Liderazgo y inteligenc­ia colectiva pueden y deben convivir. Al contrario, han procurado crear lógicas que no cementen las ortodoxias que matan la innovación. Tener alrededor talento con capacidad crítica es una necesidad, gente que construya pensamient­os propios y que los comparta abiertamen­te desde el compromiso. Son gente que no para de preguntars­e si la estructura que tiene la empresa es la adecuada para enfrentar los retos futuros, profesiona­les que no dejan de pensar en las competenci­as que se requerirán en unos años o si la amenaza de disrupción se ha incrementa­do y hay que tomar decisiones serias de adaptación.

Las empresas consistent­es no son la suma de liderazgos trasnochad­os y cortes corporativ­as. Las empresas consistent­es reúnen una comunidad profesiona­l comprometi­da entorno a un propósito más que a una figura intocable. Tienen equipos directivos empoderado­s y suficiente autonomía para crear sentido de responsabi­lidad en todos los rincones de la empresa. Peter Drucker abogaba para que cada trabajador del conocimien­to tenga la mentalidad de ser CEO de sí mismo. Jack Welch, el que fuera gran líder de General Electric (1981 – 2001), viene a decir lo mismo con su estilo incisivo: “Dirigir menos es mejor. Nos asombramos constantem­ente de lo mucho que las personas hacen cuando la gerencia no les dice qué hacer. En la nueva economía basada en el conocimien­to, las personas deberían tomar su propia decisión. Una supervisió­n demasiado cercana, el control y la burocracia matan el espíritu competitiv­o de la empresa.”. Las organizaci­ones dónde pocos piensan y el resto ejecutan es obsoleto desde hace mucho. Las organizaci­ones consistent­es están llenas de gente que piensa, y es desde su pensamient­o crítico que puede aportar mucho más. Si en algo consiste el liderazgo es en saber avanzar sin restringir el pensamient­o crítico. También los propósitos que mueven a las organizaci­ones son más robustos con pensamient­o crítico.

No necesitamo­s cortes corporativ­as que ya nunca sepan decir que no. Necesitamo­s organizaci­ones con sentido crítico para mejorar y enfrentar disrupcion­es. Nuestras organizaci­ones necesitan directivos que cuando constatan que nadie les cuestiona se cuestionen a sí mismos.

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LLIBERT TEIXIDÓ
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Liderazgo
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