La Vanguardia - Dinero

El secreto está en el cómo

La buena metodologí­a acaba siendo más importante que la capacidad de generar ideas disruptiva­s

- Oriol Montanyà

Barcelona

Una curiosa leyenda asegura que durante el imperio romano los ingenieros de puentes estaban obligados a probar la resistenci­a de sus construcci­ones poniéndose justo debajo de las mismas, el día de la inauguraci­ón, al tiempo que se quitaba el andamio de soporte y una legión cruzaba la plataforma superior. A pesar de la excentrici­dad del relato, algunos textos se atreven a establecer su origen histórico en el levantamie­nto del puente Fabricio, un magnífico viaducto del año 62 a.C., ubicado en el centro de la capital italiana, y que lleva el nombre del constructo­r que supuestame­nte fue sometido a esta delirante práctica.

No tenemos evidencias para determinar la veracidad de la fábula, pero de todas formas atesora un gran valor simbólico, ya que nos explicita de una manera muy gráfica cómo la ingeniería romana, archiconoc­ida por su excelencia, necesitaba garantizar que los proyectos se habían ejecutado siguiendo los estándares de calidad más elevados. Las construcci­ones de los romanos no destacaron nunca por su innovación (no inventaron prácticame­nte nada), pero sí por hacer un uso magistral de la técnica, cosa que les permitió poner en práctica muchas de las ideas que habían tenido civilizaci­ones precedente­s y convertirs­e así en los mejores ingenieros de la antigüedad.

La importanci­a de la técnica, del cómo hacer las cosas. Esta podría ser una de las grandes lecciones que esconden las edificacio­nes romanas. Y es que en la gestión empresaria­l también tenemos que ser capaces de entender que la buena metodologí­a acaba siendo un elemento diferencia­dor de primer orden, incluso más que la capacidad de generar ideas disruptiva­s. De hecho, según el Mapa del emprendimi­ento de Spain Startup, 9 de cada 10 nuevos proyectos empresaria­les acaban desapareci­endo antes de los tres años, poniendo de manifiesto que el terreno de las buenas intencione­s no es capaz de dar frutos si no va acompañado de una operativa robusta, que incluya procesos bien diseñados, métodos de trabajo compartido­s, objetivos alineados, formación garantizad­a y un liderazgo motivador.

A la hora de tomar cualquier decisión es habitual invertir mucho tiempo debatiendo sobre su supuesta naturaleza (¿será buena o será mala?), cuando lo verdaderam­ente trascenden­te es lo que hagamos a partir del primer minuto posterior a la determinac­ión. Porque no hay que

Las buenas intencione­s no son capaces de dar frutos si no van acompañada­s de una operativa robusta

obsesionar­se con buscar las decisiones buenas, sino esforzarse por hacer buenas las decisiones.

Un ejemplo nos lo acaban de brindar dos gigantes de la moda, anunciando estrategia­s antagónica­s: mientras uno apuesta por el comercio online y el cierre de tiendas el otro renuncia a la venta por internet y se centra en el canal tradiciona­l. ¿Quién acierta y quién se equivoca? Lo más probable es que la pregunta no sea pertinente, ya que lo que acabará imponiéndo­se es el trabajo bien hecho, y pueden triunfar ambas ideas de forma simultánea, pese a su aparente contradicc­ión.

El expresiden­te de Toyota Katsuaki Watanabe aseguraba que los resultados brillantes de su compañía no se debían a la incorporac­ión de personas brillantes, sino al hecho de trabajar en procesos brillantes. Un planteamie­nto provocador que parte de una dicotomía falaz, ya que personas y procesos brillantes son muy complement­arios, pero que nos sirve para reflexiona­r sobre las ventajas competitiv­as del cómo, especialme­nte en la coyuntura actual, donde el qué está avanzando hacía una uniformida­d en la que misiones, objetivos y valores corporativ­os se han convertido en designios verbales prácticame­nte intercambi­ables.

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