El eterno afán de regular precios
Parece que no aprendamos. En una sociedad libre, regular los precios es como tratar de ponerle vallas al campo. La nueva ley de arrendamientos publicada esta semana en Catalunya pretende poner un máximo a las rentas de las primeras residencias. El objetivo es muy loable, porque es cierto que tenemos un problema con el mercado inmobiliario. El acceso a la vivienda para las personas jóvenes y familias recién creadas es un auténtico problema. Sin embargo, la raíz del problema no son los precios, esa es la consecuencia del problema. Tratando de regular los precios se confunde causas con consecuencias.
El mecanismo que la ley ha escogido es el siguiente: los propietarios que tengan rentas superiores a una determinada cuantía no podrán superar el máximo de alquiler por metro cuadrado según los índices de referencia que la Administración estipule. La idea es muy original y busca justicia social: quien ya se gana bien la vida no puede pretender enriquecerse a costa de quien no tiene posibilidades.
Pero todo lo que sea regular a través de fijar condiciones abre el camino a todo tipo de rutas alternativas. La primera posibilidad es establecer subarriendos. Yo arriendo a precio regulado a un tercero con ingresos bajos quien, a su vez, subarrienda sin limitación de renta porque gana menos de lo que establece la norma. La segunda opción es, siempre que sea posible, repartir ingresos entre miembros de la familia, de modo que quien arriende declare una renta tal que le permita saltar el tope de alquiler. La tercera opción es realizar una mínima obra de mejora que permita elevar el máximo. Y, evidentemente, siempre quedará la opción de cobrar una parte del alquiler sin declarar. La regulación de precios favorece la aparición del dinero negro. Y hay muchas más triquiñuelas que se les va a ocurrir a propietarios e inquilinos, porque cuando a dos partes les interesa un acuerdo, encontrarán por donde sortear legalmente la norma.
El problema de los precios inmobiliarios no es otro que la ausencia de suelo urbanizable, de una deficiente infraestructura de comunicaciones para vivir fuera de las ciudades, de una ausencia de coberturas y garantías que obliga a una cantidad de dinero inasumible como entrada en los casos de compra, una fiscalidad incomprensible en adquisición de vivienda principal, y una burbuja monetaria que eleva precios de activos… Son problemas estructurales. Los precios son la consecuencia de estos problemas. Y tratar de regularlos va a servir de bien poco si no se atajan las causas raíz.