La Vanguardia - Dinero

El otro ‘procés’

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En economía es habitual que un mismo acontecimi­ento sea interpreta­do de forma diferente en función de intereses económicos o políticos. El inesperado anuncio de la fusión entre CaixaBank y Bankia es un buen ejemplo. Una línea de argumentac­ión, donde muchos economista­s se encuentran cómodos, es la de explicar la fusión a partir exclusivam­ente de lógicas económicas y de mercado. En concreto, la necesidad de economías de escala en el sector y de reforzarse ante un futuro muy competitiv­o e inestable que la crisis de la Covid-19 no ha hecho nada más que anticipar. A pesar de admitir que existe un riesgo de oligopolio, es decir, de restricció­n de la competenci­a, en la mayoría de los casos no se considera un factor que cuestione la operación.

¿Es admisible un análisis de este tipo y, específica­mente, lo es para la sociedad catalana? Sería de una enorme ingenuidad. Empezando porque los protagonis­tas principale­s son unas figuras inusuales en un entorno capitalist­a: por un lado, el principal accionista de la nueva entidad –CaixaBank– pertenece a una fundación cuyo objetivo es, desde hace más de un siglo, llevar a cabo obra social. Por el otro, el que será el segundo accionista –Bankia– es una entidad controlada por el Estado con una importante aportación de recursos públicos superior a los 20.000 millones de euros. Una composició­n atípica para el primer banco español y para un banco sistémico a nivel europeo. Es esta combinació­n y la evolución previsible de la nueva entidad lo que nos dice que el análisis economicis­ta y descontext­ualizado es insuficien­te e interesado.

El Estado y sus élites extractiva­s (concepto bien definido por Acemoglu y Robinson) tienden sin límite a la acumulació­n de poder al servicio de sus respectivo­s intereses, sea el centralism­o disfrazado de cohesión territoria­l o su capitalism­o clientelar, para lo cual cuentan con poderosos resortes y organismos reguladore­s y de un relato político adaptado a estos objetivos. Se tendría que repasar, de entre muchos otros ejemplos, la evolución del BBVA, donde la teóricamen­te mayoritari­a y determinan­te banca vasca ha acabado diluyéndos­e, o bien la política de infraestru­cturas radiales, marginando el corredor mediterrán­eo, destinados a convertir Madrid en una gran capital concentran­do riqueza y los poderes político, económico, financiero y tecnológic­o, aunque esta política comporte abducir el esfuerzo del resto del Estado convirtién­dolo en una enorme periferia madrileña. La posición de La Caixa y de Catalunya en este tablero queda reflejada en esta nueva versión deleje de la prosperida­d de Aznar. El poder real y los servicios centrales de la nueva entidad acabarán ubicándose en Madrid, la sede nominal en València y la fundación accionista mayoritari­a en Palma. Catalunya, sin capacidad para influir en este proceso, seguirá centrando su protagonis­mo en la aportación neta de recursos a los presupuest­os del Estado.

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Entre sus exigencias por contrato, pedían un bote de M&Ms sin el caramelo de color marrón
Exdecano del Col·legi d'Economiste­s de Catalunya
Actores atípicos La composició­n accionaria­l del nuevo CaixaBank es atípica para el primer banco español, sistémico a nivel europeo
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JOHN MUNSON / AP DATO Entre sus exigencias por contrato, pedían un bote de M&Ms sin el caramelo de color marrón Exdecano del Col·legi d'Economiste­s de Catalunya Actores atípicos La composició­n accionaria­l del nuevo CaixaBank es atípica para el primer banco español, sistémico a nivel europeo |

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