Entre la reforma y la compra
El confinamiento aumenta las obras en el hogar, que ganan terreno a un cambio de casa
España ha redescubierto sus viviendas. Y muchas no gustan. El virus encerró en casa a millones de personas que se han dado cuenta que no están del todo contentos y cómodos entre sus cuatro paredes. Mejorar el salón, el baño o el patio ha cargado de trabajo al sector de la reforma, que vive un boom por la demanda acumulada en el confinamiento; por los que han vivido el encierro en casa y quieren cambiar cosas; por los que anticipan otro confinamiento; y por los propietarios que quieren mejorar la residencia para venderla y sacar más dinero.
Para algunos reformar es la solución. Para otros, la compra sigue como primera opción. Durante el confinamiento los balcones, terrazas y patios se convirtieron en un refugio y tesoro. Si en el piso actual no se tiene, poco hará una reforma. “El cliente pide ahora terraza, más luz, más exteriores”, apunta Nacho Castella, director general de la inmobiliaria Cat Real Estate. Aquellos que se están debatiendo entre la mejora de su vivienda o el cambio a otra tienen que tener en cuenta las cifras. Los presupuestos están rondando los 4.000 euros de media en reformas sin obra, tirando de revestimientos, por ejemplo. Con más mano de obra suelen escalar a unos 23.000 o 25.000 euros, siempre en función de si son parciales o integrales. En este último caso, si también hay que involucrar a un arquitecto y transformaciones de calado, pueden llegar a 50.000 euros.
Cambiar de casa implica un desembolso mayor. “Antes y después de la pandemia, sobre todo desde la Gran Recesión, se detecta un incremento de las renovaciones porque los propietarios no pueden asumir el coste de otra vivienda nueva”, plantea Pedro Parra, fundador de la Asociación Nacional de Empresas de Rehabilitación y Reforma (Anerr). El salto a una casa mejor dependerá de la capacidad de compra. “En ciudades como Barcelona los propietarios de momento no están dispuestos a hacer descuentos. Hay una parte de la demanda que está esperando a una caída de precios”, analiza Castella. En este sentido, el factor emocional puede restringir el mercado: “La gen