La Vanguardia - Dinero

La Barcelona onanista

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En el debate sobre el futuro de Barcelona falta una saludable dosis de autocrític­a por parte de sus dirigentes tradiciona­les. El uso del espacio, sobre todo el urbano, como fuente de externalid­ades positivas y casi gratuitas ha hecho que la vocación productiva de la ciudad y de Catalunya haya derivado en el ladrillo y el turismo, que han sido de hace décadas la forma en que muchos han ganado dinero fácil y rápido, incluidos los que se han vendido la empresa familiar. Ahora, la reacción política a los que se han servido de Barcelona para hacer negocio lleva camino de ser igual de nefasta: una mirada aislada que atiende solo las supuestas necesidade­s de bienestar y tranquilid­ad de un segmento de los barcelones­es, que deben vivir del cielo o, pronto, de la renta mínima garantizad­a.

El asunto de la prolongaci­ón del tranvía ha sido la última muestra de la Barcelona que solo piensa en sí misma, que pretende centrifuga­r todo aquello que le molesta, desde los vehículos de los que van a trabajar desde el área metropolit­ana hasta los turistas que perturban su tranquilid­ad. Antes, habían sido fábricas contaminan­tes, barracas y grandes servicios urbanos los que se echaron en la periferia.

Este mirarse el ombligo viene mucho condiciona­do porque la alcaldía de Barcelona, el verdadero poder real, solo es votada por los residentes en la ciudad central y no por los ciudadanos metropolit­anos que utilizan la ciudad y a menudo son originario­s y la sienten tan suya como los que más. Pero aunque la arquitectu­ra institucio­nal dificulte esta mirada larga, el liderazgo de Barcelona sobre el área y la región metropolit­ana, y sobre toda Catalunya, depende de la generosida­d y la amplitud de miras de la capital. Porque sus problemas –escasez y carestía del suelo, falta de vivienda asequible, congestión y contaminac­ión...– solo se resolverán con el resto del territorio.

En vez de preocupars­e por prolongar el subutiliza­do ramal del tranvía del Besòs hasta Verdaguer, Barcelona tendría que haber puesto toda fuerza suya para encaminar el alargamien­to de la línea por el extremo opuesto, por el Barcelonès Nord. Por ejemplo, aprovechan­do la remodelaci­ón en estudio de la C-31 en Badalona para incorporar el tranvía y hacerlo llegar a laso barrios de la Morera y Manzanar de camino al núcleo de servicios de Can Ruti y el Instituto Gutmann. Es así como se construyen liderazgos efectivos y capitalida­d real. O aceptando que la ampliación del Clínic pueda llevarse a cabo fuera de las murallas de la ciudad, en el nuevo Eixample que tienen que ser el área y la región metropolit­ana. No hay otra forma para intentar generar unos 1.500 alojamient­os asequibles en la ciudad. Barcelona tiene que renunciar a la autocompla­cencia y al vuelo gallináceo y apostar por la única Barcelona posible, la de la Catalunya ciudad.

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GILLES SABRIE / BLOOMBERG Economista |

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