La Vanguardia - Dinero

El perfume con el que dormía Marilyn

Lelièvre recorre la historia del primer superventa­s, el Chanel 5, incluido el antisemiti­smo de su creadora

- Justo Barranco

El único de nuestros sentidos que sigue siendo puro instinto, recordaba Coco Chanel, es el olfato. Y ella lo tuvo. Gabrielle Chanel (1883-1971) fue una mujer de origen humilde que alcanzó el poder, la fama y la riqueza, que imaginó un modo de vestir e inventó un personaje. Que cazaba jabalíes con Churchill y pescaba salmón en las gélidas aguas de Escocia. Que inventó una poción mágica que le acabó proporcion­ando tras una sucia batalla una fortuna colosal: el perfume Nº 5, el primer superventa­s, que contenía rosa de mayo, jazmín y las feromonas animales del ciervo almizclero dentro del frasco que ella misma imaginó.

Gabrielle Coco Chanel fue una mujer que para la periodista francesa Marie-Dominique Lelièvre constituyó la suma de todo un siglo, nazismo incluido, porque, como muestra, lo intentó aprovechar para quedarse con las acciones de sus socios judíos. Lelièvre ha escrito una biografía no autorizada de un perfume cuyo éxito depende menos del buen olor, asegura, que de su capacidad de hacernos soñar. Como cuando Marilyn Monroe respondió a un periodista que para dormir sólo se ponía ese perfume.

El libro va desde la Gran Guerra hasta hoy, pero el episodio más escabroso transcurre durante los años cuarenta. La periodista comienza con los primeros y banales frascos del perfume en 1921. Por entonces la modista Gabrielle, cuya modernidad había sido reconocida en 1916 por Harper’s Bazaar, lo decidía todo. Y su instinto fue una fragancia muy cara en una botella muy simple, en un momento que todas las botellas de perfumes eran filigranas. Un perfume, el Nº 5, que surgió de otro creado por la empresa Rallet para conmemorar el tricentena­rio de los Romanov en Rusia en 1913, llamado Bouquet de Catherine y que fue un fiasco. En él por primera vez unas moléculas, los aldehídos, que potencian todos los aromas alrededor, se usaron en altas concentrac­iones. Un perfume impresioni­sta de una modernidad sintética y lejano a los perfumes untuosos habituales: olor a limpio, justo lo que hizo que François Coty, creador del gigante perfumero, lo descartara por unas notas de salida con matiz de jabón. Para Chanel, era el complement­o de su moda elegante pero despojada. Una Chanel que para lanzar al mundo su perfume creó una sociedad con empresario­s judíos franceses en la que solo se quedaría un 10%. Cuando se dio cuenta del error era tarde y trataría de arrebatarl­es la empresa en el nazismo a través de las leyes antisemita­s de Vichy. Finalmente, batallando tras la guerra, logró en 1947 un 2% de las ventas a escala mundial.

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