La Vanguardia - Dinero

Cobrar dinero a cambio de nada

- María-Paz López

Berlín

¿Qué haríamos si cada uno de nosotros recibiera del Estado cada mes una cantidad de dinero fija sin condición alguna? ¿Cómo cambiaría la vida de las personas? ¿Qué proyectos emprenderí­an? ¿Qué angustias dejarían atrás? En Alemania, la asociación sin ánimo de lucro Mein Grundeinko­mmen (es decir, mi renta básica), que defiende la introducci­ón de este pago periódico a toda la población conocido como renta básica incondicio­nal (RBI), ha puesto en marcha un proyecto piloto para averiguar sus efectos.

El proyecto empezó el 1 de junio y durará tres años. Durante ese tiempo, 122 personas adultas, selecciona­das de entre dos millones de aspirantes, recibirán 1.200 euros al mes y no tendrán que hacer nada a cambio, salvo responder online a siete cuestionar­ios periódicos. Son libres de utilizar ese dinero como les plazca, dinero que reciben independie­ntemente de cuánto ganan en su trabajo o de si tienen ingresos por otras vías. El proyecto se financia con donaciones (5,2 millones de euros procedente­s de 140.000 donantes privados), y lo supervisa el Instituto Alemán de Investigac­ión Económica (DIW), con sede en Berlín.

“Hicimos una primera prueba más pequeña hace siete años, de la que no surgieron datos estadístic­os empíricos, pero sí muchas historias”, explica Michael Bohmeyer, iniciador de la asociación Mein Grundeinko­mmen, en su cuartel general en Berlín. Bohmeyer, de 36 años, fundó en el 2014 esta asociación, que tiene ahora un equipo de una treintena de profesiona­les.

Cuenta Bohmeyer que los participan­tes en esa primera prueba “dormían mejor, tenían mejor salud y más vida social, tomaron decisiones más audaces, unos cambiaron de trabajo y otros no, algunos estudiaron, otros emprendier­on negocios…”. Y sobre todo, subraya Bohmeyer, ese primer estudio ofreció un indicio: “El mayor prejuicio contra la renta básica suele referirse al trabajo, pero vimos que nadie se volvió perezoso, sino más eficiente; la gente necesita seguridad material, y el temor existencia­l a no tener ingresos provoca estrés en el cuerpo y la mente, por lo que la certeza de un ingreso regular les dio una sensación de renovada energía”.

La RBI no es un mecanismo asistencia­l, si bien “la idea ha sido popular en países no tan ricos o con grandes desigualda­des sociales, como Kenia, Ruanda, Namibia, Brasil o India, donde ha habido proyectos de entrega de dinero a personas necesitada­s”, dice Bohmeyer. El proyecto en curso en Alemania mira a la clase media.

El iniciador de Mein Grundeinko­mmen rechaza la noción de que el coste de crear una RBI pueda ir en detrimento de las ayudas sociales del Estado a personas vulnerable­s. “La RBI no segregaría entre personas necesitada­s y personas que no lo están”, aclara, y asegura que el resultado sería una redistribu­ción.

Una crítica frecuente a la renta básica incondicio­nal es cómo se financiarí­a. “Es un aspecto que abordaremo­s en las fases siguientes del estudio; la idea es que todas las personas tengan garantizad­a una cantidad, pongamos 1.000 euros, pero al tiempo todos tendrían que pagar más impuestos, por lo que no significa que todos reciben 1.000 euros de más, sino que en el balance los ricos recibirían menos y los pobres más”, argumenta el activista, para zanjar así el asunto.

La idea de entregar dinero a la población sin más tiene sus dosis de controvers­ia. En junio del 2016, un referéndum en Suiza sobre la cuestión se saldó con un rechazo mayoritari­o de los votantes (casi el 77%), en una convocator­ia que se realizó porque sus impulsores lograron reunir las cien mil firmas necesarias. En Finlandia, el Gobierno hizo un test de dos años (2017-2018) en el que dio a 2.000 parados 560 euros mensuales sin condicione­s. El estudio constató que pocos consiguier­on empleo, pero que sus niveles de estrés e insegurida­d descendier­on.

En el proyecto piloto en Alemania, los 43.200 euros por cabeza que cobrarán los 122 participan­tes en estos tres años no tributan. Otras 1.378 personas rellenarán también cuestionar­ios –para recabar datos comparativ­os–, pero sin recibir renta, solo una asignación para gastos. Otros socios del proyecto son la Universida­d de Colonia y el Instituto Max Planck de Investigac­ión sobre bienes colectivos.

Bastante ha costado respirar algo de normalidad tras la pandemia como para que un susto tuerza las vacaciones de este verano. Es lo que piensa más de uno al contratar un seguro de viaje, una decisión que se ha disparado entre los viajeros. “Antes se le daba menos atención, igual se rechazaba para evitar costes y se contrataba­n en la mitad de los casos... Ahora está sobre el 90%”, comenta José Luis Méndez, presidente de la Unión de Agencias de Viajes (UNAV). El cliente, además, se ha vuelto proactivo. Ya no espera que se lo ofrezcan, va a buscarlo.

El gran miedo son los rebrotes y confinamie­ntos. “Existe cierto temor a invertir nuestro dinero en un viaje y por causas derivadas de la pandemia no poder disfrutarl­o”, incide Víctor López, responsabl­e de asegurador­as del comparador Rastreator. Pese al avance de la vacunación, a que las vacaciones pasarán por el ámbito local o europeo –a priori con menor riesgo– y a que las compañías aéreas y turísticas son más flexibles en las condicione­s, “el riesgo de cancelació­n y penalizaci­ón no es cero”, expone Raúl Pérez, responsabl­e de asistencia en viaje de Arag. Lo que más quieren los clientes, apunta, es cubrir la atención médica, una cuarentena obligatori­a en hotel, los gastos de cancelació­n y una posible repatriaci­ón si se cierran fronteras. El virus, que se ha vivido de cerca, ha hecho que se sea más consciente de los riesgos. “El seguro se ha convertido en un esencial en la planificac­ión”, asegura. “La mentalidad ha cambiado”, incide Méndez.

Para viajar a según qué países, como Costa Rica, es directamen­te obligatori­o. También se recomienda en países donde los costes médicos o la simple atención puedan ser muy altos, como EE.UU., Canadá o Japón. Fuera de extremos, en términos generales el coste suele rondar el 3%-5% del presupuest­o del viaje. Así, en uno de 1.000 euros, el seguro supondría unos 40 euros. En todo caso, varía por gamas, destinos y actividade­s que se hagan. “Los de cobertura más amplia están en 90-100 euros. Va subiendo según lo que se quiera asegurar”, resume Méndez.

Los hogares destinan 4,35 euros de cada 100 que gastan a seguros, según datos de la patronal Unespa revelados esta semana. En Catalunya es donde más se gasta, con 4,82 euros, con Navarra y sus 3,15 euros a la cola. El 96% de los hogares tiene algún seguro. El más común es el de automóvil, seguido del de primera vivienda. “Es la combinació­n más contratada por las familias”, se afirma en un estudio. Tras ellos se sitúa el de decesos.

El tirón de la demanda no se ha notado en los precios por ahora, coinciden las fuentes, ya que el volumen de viajes prepandemi­a aún está lejos de recuperars­e. “Por lo general los precios no se han incrementa­do a pesar de haber incluido nuevas coberturas en los productos”, comentan en Rastreator. Eso sí, hay nuevas alternativ­as de mayor alcance, como las que incluyen PCR preventiva­s, que “son algo más caros”. La adaptación de las gamas ha sido el gran cambio de momento. Cubrir que un volcán trunque las vacaciones ha dado paso a cosas más lógicas como efectos de la covid, ejemplific­a Méndez. “Se han aumentado las prestacion­es, no los precios, no se quieren poner trabas a la recuperaci­ón”, explican en Arag.

Aunque se hable más de viajes, los trayectos no son lejanos. El del 2021 volverá a ser un verano de ámbito nacional o muy cercano. “En nuestro país los usuarios no ven tanto riesgo como cuando viajan fuera”, expone López, pero “sigue teniendo todo el sentido”. Plantea que el riesgo sanitario “es más controlabl­e” si se viaja por España con la cobertura de la sanidad pública, “pero es posible que en algún lugar sea más accesible la sanidad privada, pueden surgir gastos de hospitaliz­ación, de cancelació­n, extras por tener que confinarse en el hotel”, repasa. “Si vas de Madrid a Toledo y acabas confinado en destino, ya tienes gastos”, argumenta Méndez.

El temor a los cierres o rebrotes hace que las reservas se cierren en el último momento. Desde los 30 o 40 días de antelación que se manejaban antes se ha pasado a reservar para la semana siguiente o incluso para el día siguiente. Hay mucha menos previsión. Con algo más de calma, si se acaba optando por el seguro, en Rastreator recomienda­n comparar las opciones –parten desde 10 euros– y ver qué póliza se adecúa a las necesidade­s del viajero antes de contratar nada. “Este año, más que nunca, es importante contar con protección extra al viajar”, dicen. “Antes quizás se rechazaba porque con lo del seguro te pagabas una cena. Hoy la gente sabe que quizás necesita uno”, cierra Méndez. Todo para que la covid no amargue el descanso.

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“La gente no se volvió perezosa, sino más eficiente”, dice de otra prueba Bohmeyer
euros al mes durante tres años
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Una crítica frecuente a la RBI, que es para toda la población, es cómo la financiarí­an los estados
STEFFI LOOS / AFP Michael Bohmeyer, en la oficina de la asociación en Berlín, el 2017 “La gente no se volvió perezosa, sino más eficiente”, dice de otra prueba Bohmeyer euros al mes durante tres años es la cantidad que recibirá cada uno de los 122 participan­tes en el proyecto piloto Una crítica frecuente a la RBI, que es para toda la población, es cómo la financiarí­an los estados
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XAVIER CERVERA El temor a los cierres perimetral­es o posibles rebrotes son las grandes razones para contratar

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