Sucia energía limpia
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha publicado recientemente un estudio sobre la transición energética centrado en los requerimientos industriales y de infraestructuras mineras. A estas alturas, no nos resulta ajeno el importante papel que juegan los minerales críticos en esta transición. Si les muestro algunas cifras puedan entender el porqué de este título y cómo el plan de la Administración Biden para lograr electricidad 100% libre de carbono en el 2035 no nos parece creíble. El petróleo, el gas natural y el carbón cubren, a día de hoy, el 84% de las necesidades energéticas. Una transición global elevaría la demanda de minerales clave a niveles imposibles de satisfacer: litio +4.200%, grafito +2.500% o níquel +1.900%. ¿Se hacen una idea de los desafíos y riesgos ambientales, sociales, económicos y geopolíticos a los que nos enfrentamos? Para generar energía verde se utilizan muchos más minerales críticos que para la energía convencional. Según este informe, “un automóvil eléctrico requiere seis veces más recursos minerales que uno convencional, y una planta eólica nueve veces más que una de energía a gas (...). Desde el 2010, la cantidad promedio de minerales necesarios para una nueva unidad de capacidad de generación de energía ha aumentado en un 50%”. Y eso exclusivamente para que solar y eólica colaboren en un 10% de la electricidad mundial. Esta transición, que desea conseguirse de la noche a la mañana, está cambiando un sistema intensivo en combustible por uno intensivo en materiales.
Sin duda, calificaría de valiente el informe de la AIE y, por favor, no me digan que esto se soluciona con el fortalecimiento de la cooperación internacional. Los costes ambientales ignorados nos hacen recapacitar sobre si es viable ser ecológico de la manera en que pretendemos serlo.
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