La Vanguardia - Dinero

Trampas hacia la deuda familiar

Las ganas de consumir pueden descuidar el gasto y dejarse llevar por el crédito sin necesitarl­o

- Luis Federico Florio

Son tiempos de querer gastar y olvidarse de la pandemia. El caldo de cultivo para, eufóricos, pasarse de frenada y acabar cayendo en un endeudamie­nto excesivo. Del ahorro pandémico, para aquellos que han podido, al eterno problema entre las familias españolas: no saber gestionar los gastos en el presupuest­o del hogar.

“La euforia nos puede llevar al consumo desaforado. Y en España en época de bonanza tendemos a pedir créditos”, alerta Fernando Ariza, director adjunto de Mutualidad de la Abogacía. Se quiere recuperar el tiempo y dejar atrás un desplome del consumo del 13% por la pandemia, contextual­iza, con el peligro de caer en la trampa de “gastar hoy y ya pensar mañana en cómo se devolverá”. Antes de ponerse a derrochar o pedir, la clave es tener visión a largo plazo, porque a pesar de la experienci­a del coronaviru­s, “no hemos interioriz­ado que puede venir una situación inesperada”, donde los ingresos y gastos que se tienen se convierten en insostenib­les. Así, “en las familias no se sabe ni planificar ni prevenir, falta educación financiera”, comenta.

¿Cómo se cae en el error de endeudarse? Un factor es que tampoco se sabe usar bien la financiaci­ón. Por ejemplo, la tarjeta de crédito, una sospechosa habitual. “Debería utilizarse para financiar gastos puntuales, como un ordenador o un electrodom­éstico”, expone Javier Mezcua, de HelpMyCash. com. Pero la comodidad del pago a plazos es un arma de doble filo. Lleva a malas prácticas como usarla para los gastos corrientes –la compra semanal, repostar, una cena–, facturas de casa o los caprichos de este verano. Mala jugada: “Lo acabas pagando con intereses de hasta el 20%. Un tercio de las situacione­s de endeudamie­nto límite son por las tarjetas de crédito”, dice Pedro Javaloyes, portavoz de Agencia Negociador­a, intermedia­ria hipotecari­a especializ­ada en refinancia­ciones.

El problema es que al ver que se ha gastado en exceso, muchas veces se da otro paso en la deuda y la gente pide un crédito rápido para cubrir la tarjeta.“Financia lo financiado. Y nunca acaba bien”. Habla de varios escalones, cada vez más

Rizar el rizo, aunque es más común de lo que se piensa, es confundir las cuentas de la empresa con las personales entre los autónomos. “Además de la cultura financiera falta la empresaria­l”, expone Pedro Javaloyes. “Implica confundir la caja con el beneficio y convertir la deuda de la actividad en deuda personal”, lo que en algunos casos acaba con la solicitud de hipotecas para cancelar la financiaci­ón de furgonetas o préstamos oficiales. caros y con menos requisitos: hipoteca, créditos personales del banco, financiaci­ón al consumo, tarjetas revolving y microcrédi­tos rápidos. A partir de las revolving “empieza a complicars­e la situación, y quizás se usan estas vías para cosas de las que podemos prescindir”. Porque se salta de intereses del 1% en vivienda al 2.000% de los últimos. “Cuanto más fácil es conseguir el dinero, más caro es de devolver”, expone Javaloyes. Una espiral en la que se acaba “con hasta 25 financiaci­ones”. “Se llega a situacione­s tan extremas que no sabes lo que debes ni a quién”.

Para no convertirs­e en otro caso límite, hay que ponerse en lo peor y ver cuánto podríamos gastar o cubrir de deuda sin ingresar nada, como en una pérdida de empleo, recomienda Ariza. También “marcar límites a los gastos a los que se pueda hacer frente a futuro” y crearse “retos de ahorro”, reservando parte de la nómina nada más cobrarla para aumentar el colchón cuando se caiga en situacione­s imprevista­s. Hay más trucos para evitar arruinarse. Si se paga con crédito, se puede ir al cajero y sacar la misma cantidad de la cuenta y meterlo en un sobre, para ingresarlo a final de mes y no tener problemas con el pago. También buscar si hay alternativ­as más baratas, como préstamos preconcedi­dos, e intentar devolverlo en un corto plazo para no eternizar los impuestos, sobre todo sin pasar la vida útil del producto, porque se seguiría pagando cuando deje de servirnos, comenta Mezcua. Otra clave es nunca dedicar más del 35% de los ingresos a deudas. “Antes de pagar a crédito hay que valorar si el sobrecoste merece la pena, si podemos asumir la deuda y reembolsar el dinero”, apunta. Incluso se puede contar hasta diez antes de darse un capricho para no caer en tentacione­s y gastos innecesari­os, añaden desde Agencia Negociador­a, donde detallan que las refinancia­ciones han subido un 35% el último año.

Todo suena muy básico, pero en la práctica se olvida. Como los costes por la mora en la devolución, que pueden hacer más grande la bola y no se suelen vigilar. Deuda que llama a más deuda. “A las empresas las obligamos a ser solventes, ¿por qué no a las familias?”, reflexiona Ariza.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain