Cuanto peor, mejor
El papel de la oposición no puede ser evitar que lleguen los fondos europeos, sino procurar que se utilicen con rigor para acabar con déficits estructurales
Por mucho que se flagele la oposición, no se puede negar que España ha aprobado con sobresaliente en Bruselas. Puede ser que el examen haya sido fácil, pero lo que no tiene sentido es que se reclame por ello el suspenso y, peor aún, que no nos lleguen los 70.000 millones de euros que nos corresponden del Plan de Recuperación.
Asegurar que se trata de una oportunidad perdida para modernizar el país es ir demasiado lejos. En la lógica política en cualquier democracia liberal, el papel de la oposición no es evitar que nos llegue la ayuda de Europa para superar una situación tan grave como ha sido la pandemia. Por el contrario, su labor es estar vigilante para que las reformas comprometidas ante la UE se cumplan y que se gestionen los recursos financieros correctamente.
Por desgracia no es esta la actitud que tradicionalmente ha tenido la oposición conservadora. Durante un debate electoral, el entonces presidente del PP, José María Aznar, acusó a Felipe González de gastar en España como si fuera un nuevo rico, mientras iba a la UE “de pedigüeño”.
Aquello le costó una derrota electoral al líder conservador. La opinión pública no entendía que mientras el presidente del gobierno se batía el cobre para atraer el mayor volumen de ayudas, llamadas entonces fondos de cohesión que suponían casi un 2% de crecimiento anual del PIB, el jefe de la oposición metiera palos en las ruedas.
Una cosa es no apoyar el estado de alarma, rechazar una nueva edición de los pactos de la Moncloa o cualquier tipo de acuerdo para salir de la crisis por parte de PP, Cs y Vox. Pero otra cosa muy distinta es lamentarse de que España haya logrado obtener el dinero del Next Generation. La estrategia tan española de cuanto peor, mejor, acaba volviéndose en contra de quien la practica. No obstante, el eurodiputado Luis Garicano tiene razón cuando advierte que el dinero puede hacer que Pedro Sánchez olvide las reformas estructurales.
En economía se utiliza una metáfora que compara los problemas estructurales con los bloques de granito que impiden a los barcos arribar a puerto cuando baja la marea. Para evitarlo lo correcto sería ponerse pico-pala-pico-pala y quitar las piedras de la bocana. Pero es cansado e impopular, y cuando su
El dinero que nos va a llegar tiene que gestionarse bien o no servirá más que para capear la crisis