Horarios comerciales y comercio electrónico
sobre Diversidad Biológica busca revertir
la pérdida de biodiversidad para el
El acuerdo entre los agentes sociales y el Ayuntamiento de Barcelona para la apertura del comercio en domingos y festivos del 15 de mayo al 15 de septiembre en las zonas más turísticas ha vuelto a poner sobre la mesa un debate que hace más de 25 años que dura. Desde el punto de vista económico es perfectamente coherente que Barcelona amplíe horarios para captar las rentas de los turistas internacionales que quieren hacer gasto aquí. Esta demanda genera trabajo, beneficios empresariales y contribución al presupuesto público en forma de impuestos. Y en la actual etapa poscovid buena parte del tejido comercial y de hostelería necesita recuperar las ventas perdidas.
Pero cualquier decisión que tome Barcelona afecta mucho más allá de la propia ciudad. Si se liberaran los horarios, eso podría tener un efecto llamada importante para la población de los municipios vecinos y perjudicar su comercio local. En este sentido, la decisión de acotar la apertura en los meses de verano parece cuidadosa. Además, la de los horarios comerciales ha sido siempre una lucha por la cuota de mercado que se disfrazó de debate sobre derechos de los consumidores o a la libre competencia.
Es verdad que otros sectores no tienen restricciones legales a la apertura en festivos. Y parecería que para competir con el comercio electrónico, abierto 24 horas y 360 días, haría falta la liberalización total. Pero este es un tema que hay que analizar con la cabeza clara. La verdadera cuestión es qué modelo de sociedad queremos. La sociedad del bienestar no deja de ser un entorno regulado para que la gente pueda tener una serie de servicios que garantizan una calidad de vida (educación, salud, transporte, protección social). Los negocios locales crean puestos de trabajo estables aquí y tributan aquí. Cuando tendemos a la liberalización total (y ahora mismo el comercio electrónico no tiene casi regulaciones), se produce una serie de impactos y externalidades que ponen en peligro este modelo. Buena parte de las compras se hace a través de grandes plataformas y empresas que no se sabe dónde tributan, que crean puestos de trabajo precarios para los servicios de última milla, que usan para el beneficio privado de recursos públicos (congestión de tráfico, uso indebido de la vía pública, contaminación e incremento de residuos por embalajes...).
La desregulación nos lleva a la ley de la selva, mientras que la regulación se debe entender como una fórmula de crear las condiciones de un modelo económico que contribuya a crear riqueza y calidad del vida. En definitiva, regulación para proteger el interés general. El comercio local crea puestos de trabajo y riqueza aquí y contribuye a un modelo de redistribución más equitativo. La regulación de los horarios y del comercio electrónico y sus externalidades nos debe permitir evitar el empobrecimiento del tejido económico local y la sustitución de puestos de trabajo estables por precarios. Y es que, a la larga, lo barato acaba saliendo caro.
2030