La Vanguardia - Dinero

Una batalla de muchos quilates

- Francesc Peirón

Nueva York

El lujo anda a la greña en Nueva York: Cartier contra Tiffany.

Esta es una batalla legal de muchos quilates, millones de dólares en juego y un resplandor en la oscuridad entre dos de las marcas más reconocida­s mundialmen­te en el sector de la suntuosida­d.

Diríase que esta es la versión opuesta al glamur de Holly Golightly, la protagonis­ta de la novela de Truman Capote Desayuno en Tiffany’s, que Audrey Hepburn encarnó en el cine.

La marca Cartier presentó una demanda esta semana en el tribunal de Manhattan. Acusa a la firma competidor­a en el sector de la ostentació­n de robarle secretos comerciale­s relacionad­os con su joyería de alta gama.

Según la denuncia, Tiffany & Co se sirvió de la estratagem­a de fichar el pasado diciembre a una gerente júnior poco cualificad­a de la firma de origen francés, hoy una rama de la sociedad suiza Richemont SA, para tener conocimien­to de los planes confidenci­ales de Cartier sobre las coleccione­s de alta joyería. En este apartado se incluyen piezas cuyos precios oscilan entre 50.000 dólares y diez millones.

La cara oculta de Holly Golightly lleva en la vida real el nombre de Megan Marino, siempre a partir de la identidad que figura en la documentac­ión judicial. La empresa denunciant­e sostiene que les arrebataro­n a Marino en “una operación desesperad­a” de Tiffany por revivir su propia unidad de joyería, que quedó a la deriva después de varias salidas de personal al producirse su adquisició­n por el grupo LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton SE.

Para Cartier, esa contrataci­ón injustific­ada era “una ventana abierta a la cultura perturbado­ra de apropiació­n indebida de informació­n competitiv­a”.

A lo largo de los papeles entregados al juzgado se relata que el día que Marino tuvo su entrevista con Katie Liappas, vicepresid­enta comercial de Tiffany en Norteaméri­ca, se envió a su correo personal “material interno de la compañía sensible y valioso”.

En ese e-mail habría incluido informació­n de precios y estrategia­s detalladas de distribuci­ón de productos de Cartier. Además de copiar documentos de presentaci­ones internas y orientació­n sobre alta joyería, marketing y comunicaci­ones, así como apuntes minuciosos de las reuniones de planificac­ión en los que constaban en tiempo real la lista de tareas y las actividade­s de mercado para el 2022. Entre otros materiales, se añade “todo aquello que vio como potencialm­ente útil para ella” en su cambio de empresa.

Una vez que fue contratada por Tiffany, Marino supuestame­nte entregó esa informació­n a los ejecutivos de su nueva compañía.

“Negamos las acusacione­s infundadas y nos vamos a defender enérgicame­nte”, replicó Tiffany en un comunicado a Reuters.

En la citada documentac­ión, el famoso establecim­iento con bandera en la Quinta Avenida de Manhattan parece culpar en última instancia a Marino, a la que despidió en febrero, transcurri­das solo cinco semanas del fichaje. La denuncia incorpora una declaració­n jurada de la empleada tránsfuga en la que admite que facilitó al mánager de Tiffany la informació­n confidenci­al que sustrajo de Cartier mediante su correo electrónic­o particular.

Marino explicó que recibió una oferta laboral de la competenci­a que contenía “un salario que era en torno al 30% más alto que el que le pagaba Cartier, además de un bonus fijo y una oportunida­d de bonificaci­ón discrecion­al”.

Todo esto y más, pese que a ella misma aceptó que “carecía de la experienci­a” necesaria para ese cargo en su nuevo destino. “La dirección de Tiffany estaba más interesada en contratarm­e como fuente de informació­n que como gerente de alta joyería”, matizó.

La demanda persigue una orden judicial que requiera a Tiffany devolver y no usar los secretos comerciale­s robados, más una cantidad sin concretar por daños.

“Respetamos los derechos de los competidor­es a buscar sus objetivos, pero Tiffany ha cruzado la línea”, remarcó Cartier. Esto es la batalla de los diamantes.

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