Los costes de la transición
El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, a propósito de la deficiencia en los servicios bancarios, dijo que en momentos de grandes transformaciones hay que tener en cuenta los costes de transición. La innovación requiere todos los esfuerzos y recursos de la sociedad, pero en el momento de socializar los avances y las mejoras técnicas hay que echar una ojeada a las personas y a las pymes para invertir en su adaptación. Hasta hace poco, en este país, contaba poco lo primero, invertir en innovación, pero lo de preparar a la gente ante el nuevo entorno tampoco estaba en la hoja de ruta.
Ocurre con los mayores en los bancos, aunque no solo se quejan ellos. Sucede lo mismo en el retail y en otros sectores, donde muchos desconocen la forma de incorporarse al nuevo entorno. O en las administraciones. O en la movilidad de las ciudades…. Porque en todo momento de cambio tecnológico profundo como el actual, las nuevas herramientas y estrategias requieren competencias y habilidades distintas, que difícilmente pudieron incorporar a su acervo la mayoría de las personas. El salto es arriesgado y no pasa solo por pertenecer a una generación o a otra. Porque la incorporación de nuevas tecnologías afecta a los modelos de negocio, a la forma de vida y de consumo, a las relaciones sociales y a la configuración de la sociedad. Para entendernos, no se cambia un automóvil de combustión por otro eléctrico; lo que cambia es el concepto de movilidad, de uso del coche, de la organización de la ciudad, del uso del espacio público... O, a propósito del Mobile de estos días, no se pasa de una feria presencial al streaming, sino que hay que buscar cómo sustituir los ingresos convencionales por otros y reconvertir el modelo de ciudad.
El Reino Unido necesitó cuatro décadas para que los ciudadanos y las ciudades notaran efectivamente los efectos de la revolución industrial. En el siglo XX se precipitaron los desarrollos tecnológicos de la aviación, de la telefonía, de la radio, de la televisión, de la electricidad en la empresa y el hogar, de internet, de los ordenadores, del correo electrónico, de las redes sociales, de la energía nuclear, de los satélites, de los robots… Muchas de estas innovaciones todavía las está digiriendo una parte importante de la población.
En el ínterin, unos pocos pioneros se adelantan y urden las grandes fortunas que dilapidarán sus herederos. El resto se va adaptando, pero muchos llegan rezagados o se siente rechazados. El éxito de la transición de una era a otra se mide tanto por el empuje de la innovación como por la capacidad de incorporar al máximo número de personas. A medida que avanza la civilización se acortan los tiempos entre la creación de las cosas y su popularización, pero se agranda la brecha entre los que participan o no. Sirva el compromiso adquirido por los bancos para mejorar los servicios como una praxis de lo que habría que evitar en el desarrollo de los Next Generation.