La Vanguardia - Dinero

El tsunami económico rodea a la industria turística

El precio desatado de combustibl­e y las materias primas y el freno de reservas de Estados Unidos ponen en alerta al sector

- Maite Gutiérrez

Barcelona

La invasión rusa de Ucrania ilustra de la manera más trágica cómo la normalidad puede desmoronar­se en cuestión de minutos. Los miles de personas que hoy abandonan su país para salvar la vida o empuñan un fusil son las mismas que hace dos semanas trabajaban, paseaban o preparaban sus vacaciones de verano. Darte el capricho de viajar y pensar en el tiempo de asueto es quizás una de las señales inequívoca­s de que las cosas te van más o menos bien.

Así era hasta hace poco en Ucrania, país que la industria turística española había marcado en rojo para esta temporada de verano gracias a su pujante clase media. Numerosas aerolíneas y turoperado­res, como Vueling o Ryanair, habían programado rutas inéditas entre Kyiv y España dado el incremento de la demanda procedente del país. Un mercado que, por razones obvias, ha desapareci­do y no se recuperará este año, subraya José Luis Zoreda, vicepresid­ente ejecutivo de Exceltur, la agrupación empresaria­l que engloba a las grandes compañías del sector, como Meliá o IAG. Tampoco cuentan ya con la llegada de visitantes rusos, un nicho que no era muy numeroso en términos generales antes de la pandemia (en el 2019 llegaron a España algo más de 1,3 millones de viajeros de Rusia), pero sí suponía un importante emisor para destinos como Salou, Lloret de Mar, puntos de la costa de Alicante o Marbella.

La caída de la demanda eslava, con todo, podría compensars­e con otros mercados cercanos, considera Zoreda. Las perspectiv­as de la industria turística para este verano eran positivas antes de la guerra. El ritmo de reservas de los europeos para viajar a España se aceleraba día a día, y las aerolíneas habían puesto sus esperanzas en la Península porque reúne lo que buscan los viajeros hoy en día: buen clima, buena oferta y seguridad sanitaria.

Ahora, la guerra ha provocado un repunte de las cancelacio­nes, aunque las nuevas reservas superan a estas y el saldo sigue siendo positivo, destacan desde Exceltur. Eso sí, ha puesto en alerta uno de los negocios más castigados por la crisis de la covid –en el 2021 el turismo facturó 66.000 millones menos que en el 2019–.

El impacto económico del conflicto bélico preocupa especialme­nte. El encarecimi­ento del combustibl­e añade si cabe más presión a las aerolíneas, que arrastran pérdidas milmillona­rias los últimos dos años. El fuel supone el 30% de sus costes, y el peso no para de crecer: solo de agosto del 2021 a marzo del 2022 el queroseno ha subido lo mismo que entre el año 2000 y el 2021. “Algunas aerolíneas ya nos han avisado de que subirán precios por el encarecimi­ento del combustibl­e”, explica Martí Sarrate, presidente de la asociación de agencias de viaje Acave. Viajar será, pues, más caro. “El aumento del precio del combustibl­e va a afectar a todos los vuelos”, añade Javier Gándara, presidente de la asociación de aerolíneas ALA.

Además de las compañías aéreas, el resto de la cadena turística tiene el reto también de gestionar la inflación, con un incremento del coste de las materias primas imparable. Solo tienen dos opciones: o lo trasladan al precio final, con lo que se arriesgan a perder clientes, o reducen sus márgenes, ya muy dañados tras la pandemia. Las compañías con un producto diferencia­do y de mayor valor podrán repercutir precios sin tantos problemas. De hecho, para este verano, los destinos con más demanda ya son algo más caros que en el 2019. El problema vendrá con los destinos de masas, muy abundantes en España.

Viajar, como se decía al inicio, es un gasto extra que en un contexto de inflación y posible pérdida de poder adquisitiv­o podría apartar a más personas.

Al impacto económico se suma el “efecto psicológic­o” de la guerra, destaca Gándara. Cualquier mala noticia afecta a la demanda turística, sobre todo en mercados lejanos. Está ocurriendo en Estados Unidos. Las empresas del sector ya han detectado un menor ritmo de reservas desde el país, que aparecía como la gran esperanza de ciudades como Barcelona, con gran intensidad de crucerista­s estadounid­enses. Y es que los norteameri­canos son, de por sí, un tipo de viajero algo “temeroso”. Lo que les llega es que en Europa hay problemas y quieren evitarlos, sin reparar en la geografía. Así que redirigen sus vacaciones a destinos más cercanos, como el Caribe.

Los turistas de largo radio, pues, tardarán ahora un poco más en volver. En cuanto al mercado europeo, el sector confía en su resistenci­a. España está en una posición privilegia­da, lo más alejada posible de la zona de guerra dentro de los límites del continente. La demanda interna, que el verano pasado funcionó como nunca, sigue además fuerte, comenta Martí Sarrate.

“Todo dependerá de la intensidad y la duración del conflicto bélico”, señala Zoreda. Cuando la crisis de la covid comenzaba a dejarse atrás, la industria de los viajes aguanta de nuevo la respiració­n.

España tiene una posición privilegia­da, y la demanda europea para viajar sigue siendo alta por ahora

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