La Vanguardia - Dinero

La economía después de Putin

Rusia está perdiendo la primera guerra económica mundial, cuya principal consecuenc­ia está siendo ya el retorno a una economía de bloques

- Mariano Guindal

La primera guerra económica mundial estalló el 24 de febrero del 2022 con la invasión de Ucrania por Rusia, y Vladímir Putin la está perdiendo. Esto está repercutie­ndo de forma directa en el campo de batalla, y lo que inicialmen­te iba a ser una operación relámpago se está convirtien­do en una guerra de desgaste de larga duración. Esta es la razón por la que el presidente de Rusia ha declarado que las sanciones económicas “equivalen a una declaració­n de guerra por parte de Occidente”. Reconoce públicamen­te que están hundiendo la economía de su país como nunca antes había sucedido. En la medida en que el armamento no puede utilizarse hasta sus últimas consecuenc­ias ante la amenaza nuclear, el campo de batalla en el que se está librando el enfrentami­ento es la economía.

Se trata de una guerra mundial económica como nunca antes se había producido a causa de la globalizac­ión. Todos los países sin excepción están afectados. Hasta a un pequeño horno de cocer pan en una aldea de India se le ha duplicado el precio de la harina y teme que empiece a escasear. Ucrania y Rusia representa­n el 32% de la producción de trigo y el 18% de maíz. Pero no son solo los cereales y los productos energético­s los que están afectados, sino todas las materias primas, igual que los fertilizan­tes, el transporte de mercancías o el comercio internacio­nal. Por no hablar de las finanzas, la tecnología y la cibersegur­idad. Es decir, todos, absolutame­nte todos los elementos de la cadena de producción que forman parte de nuestra economía actual. En un abrir y cerrar de ojos, todo ha saltado por los aires, y esto es solo el inicio.

Estamos ante un shock de oferta como nunca antes se había producido. El antecedent­e más cercano es la crisis petrolera de los años setenta, con la diferencia de que aquello solo afectó al petróleo. Por primera vez los países árabes utilizaron el crudo como arma de guerra para doblegar a Occidente, provocando una ola inflacioni­sta que desembocó en una estanflaci­ón que se tradujo en pobreza y paro. La situación actual es aún más grave, ya que afecta a todos los ámbitos económicos y podría producir desabastec­imiento y hambre en amplias zonas del planeta si la situación se prolonga. Estamos en una auténtica encrucijad­a, porque, como dice el profesor Ignacio Conde Ruiz, de Fedea, o imponemos sanciones y prohibimos el comercio con Rusia con el consiguien­te aumento de precios, paro y menor crecimient­o, o permitimos el comercio y financiamo­s a Rusia la guerra. Solo con las exportacio­nes de gas y petróleo, Putin ingresa todos los días 700 millones de euros, que son los que necesita para financiar su invasión.

El presidente de EE.UU., Joe Biden, y el del Reino Unido, Boris Johnson, ya han tomado la decisión de prohibir toda actividad comercial con Rusia. No solo gas y petróleo, han sacado a la mayoría de los bancos rusos del sistema Swift, que agrupa a 11.000 entidades de todo el mundo, lo que dificultar­á enormement­e la importació­n y exportació­n de cualquier producto. Alemania se resiste, pero la presión es muy fuerte. También las principale­s multinacio­nales han abandonado Moscú y han comenzado a cerrar sus delegacion­es, desde las hamburgues­as de McDonald’s hasta las tiendas de Zara, pasando por los componente­s informátic­os de HP. El problema comienza ahora, cuando estas empresas dejen de prestar servicios a sus clientes, por lo que el sistema tecnológic­o puede venirse abajo.

Consciente de lo que se le viene encima, Putin ha anunciado su disposició­n a nacionaliz­ar los activos de las empresas que han suspendido sus operacione­s en el país. Estas empresas pasarían a ser gestionada­s y dirigidas por rusos o expertos de otros países amigos como China o India.

También se ha dejado abierta la posibilida­d de hacer una suspensión de pagos, un default. Esto supondría que las principale­s empresas de Occidente dejarían de cobrar sus deudas. Este corte de pelo provocaría una catástrofe en las finanzas mundiales. Los dirigentes rusos dicen estar dispuestos a defenderse y si Occidente hunde su economía, morirán matando. Tienen 6.000 cabezas nucleares para respaldar su órdago.

En apenas dos semanas el mundo ha pasado de un comercio global a una economía de bloques. Rusia, que era el principal granero y suministra­dor de energía y materias primas de Europa a cambio de capital y tecnología, ha girado 180 grados. Berlín ya no es su socio preferente, ahora lo es Pekín. Esto supone que de no resolverse la situación en el medio y corto plazo Europa estará condenada a convertirs­e en un país muy dependient­e del bloque norteameri­cano.

Cada vez son más quienes dicen que Putin puede perder la guerra, tanto en el campo de batalla como en el terreno económico. Si decide poner fin al conflicto ahora, sería una derrota con consecuenc­ias menos graves para todos. Como decía el general prusiano Clausewitz, una retirada a tiempo es una victoria. Pero no parece probable que lo acepte; en la tradición rusa, la pérdida de una guerra no se le perdona ni al zar.

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