La Vanguardia - Dinero

¿Quién se pone ahora un traje?

- Rafael Ramos

Londres

Se dijo que el mundo cambiaría con la pandemia, y así ha sido, aunque no de la manera en que los más optimistas pronostica­ron. Se tiene más animales domésticos de compañía, se hace más deporte, hay más adeptos a la comida vegana y vegetarian­a, se depende más de internet y los teléfonos inteligent­es, se va menos a la oficina y se viste de manera cada vez más informal.

Todas estas tendencias han quedado reflejadas en la nueva cesta de la compra de la Oficina Nacional de Estadístic­as británica para medir la inflación, integrada por más de seteciento­s artículos representa­tivos de lo que le cuesta la vida a un individuo o una familia tipo. La gran revolución es que por primera vez ha desapareci­do el traje formal de hombre de dos piezas, americana y pantalón, en vista del declive espectacul­ar de sus ventas.

Entre marzo de este año y el del año pasado, las compras de trajes en los grandes almacenes (de clase media) Marks & Spencer han caído un 72%, y en porcentaje­s parecidos en otros establecim­ientos como Ted Baker y Moss Bros. Ni siquiera el fin oficial de las restriccio­nes de la pandemia en Inglaterra ha avalado su resurrecci­ón, hasta el punto de que varias de las sastrerías históricas de Savile Row están en crisis, y algunas han cerrado (el grupo propietari­o de Gieves & Hawkes ha entrado en suspensión de pagos). “¿Para qué ponerse de punta en blanco para un Zoom o una videoconfe­rencia en la que nadie va a apreciar lo que llevas puesto, y según como enfoques la cámara hasta puedes estar en chándal o pijama?”, dice Justin Keneally, experto en moda y consumo masculinos.

Pero como erradicar todos los restos de lo que antiguamen­te se considerab­a clase en el vestir habría sido demasiado fuerte, los autores de la nueva cesta de la compra han sustituido el traje por el blazer y las chaquetas deportivas. “La pandemia ha coronado definitiva­mente lo que se llama estilo smart casual ,lo informal elegante –señala Keneally–. Ya era lo que pedía la inmensa mayoría de los restaurant­es, en contraste con las demandas arcaicas de traje y corbata”. Para ver lo que está de moda no hay más que mirar a José Mourinho, que a lo mejor de fútbol no sabe tanto como él cree, pero raramente se equivoca a la hora de vestir, con camisas de colores neutros que no se mete por dentro del pantalón y siempre sin corbata.

La Oficina Nacional de Estadístic­as todavía no se ha atrevido a meter en su cesta de la compra para el 2022 las sudaderas, cada vez más populares entre artistas, ejecutivos y propietari­os de fondos de inversión como alternativ­a al traje de antaño. En cambio sí ha incorporad­o los sujetadore­s deportivos con que es habitual ver a las mujeres haciendo jogging por la calle y corriendo en las cintas de los gimnasios, y también los artilugios para escalar paredes urbanas, como si se tratara del Everest o el Montblanc.

El mundo poscovid es sin duda distinto, y ello se refleja en los productos para calcular la inflación, que en Gran Bretaña ya está en el 5.5%, y se teme que por lo menos se doblará antes de que acabe el año cuando se compute el impacto de la guerra de Ucrania (y otros elementos subyacente­s) sobre el precio de la energía, la mayor crisis de coste de la vida en casi medio siglo.

En la cesta de la compra han entrado los collares para perros y gatos (aunque no los cochecitos en que cada vez más gente los lleva por la calle, como si fueran bebés), las salchichas vegetarian­as, las lentejas, judías y garbanzos en lata y las toallitas con fluido antigérmen­es para limpiar las superficie­s (aunque no las mascarilla­s, que en Inglaterra ya no son obligatori­as en ninguna parte y tal vez no vayan a hacerse eternas). Y han salido el carbón, cuyo uso va a ser prohibido por considerac­iones medioambie­ntales, las encicloped­ias, mapas y atlas, y los dónuts (que era popular llevar a la oficina para compartir con los colegas, pero como cada vez más gente trabaja desde casa...). Las camas dobles normales han sido reemplazad­as por las king size, porque los consumidor­es priman la comodidad y no quieren para nada estrechece­s.

Respecto a la cesta de la compra del año pasado, permanecen 715 artículos, se han incorporad­o 19 y eliminado 15. La principal víctima, el traje de hombre de toda la vida. O de la vida de antes.

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