La Vanguardia - Dinero

¿Quién nos ha dado oportunida­des?

Las trayectori­as profesiona­les están muy condiciona­das por la confianza recibida en momentos clave

- Oriol Montanyà

Barcelona

La Sagrada Família es la segunda iglesia más concurrida de Europa, solo por detrás de la basílica de San Pedro del Vaticano. A nadie escapa que es la joya del modernismo catalán, erigida en un símbolo internacio­nal de Barcelona. Pero lo que poca gente sabe es que el primer arquitecto del templo no fue Antoni Gaudí, sino un murciano llamado Francisco de Paula del Villar, que recibió el encargo por parte de la Asociación de Devotos de San José, impulsores del proyecto. Sin embargo, apenas un año después de iniciarse las obras, las tensiones internas provocaron la dimisión del arquitecto. Ante esta situación inesperada, el presidente de la entidad promotora llamó a otro reputado maestro de las construcci­ones, Joan Martorell, para que tomara las riendas de la obra. Pero este rechazó el ofrecimien­to y sugirió que dieran la oportunida­d a uno de sus antiguos ayudantes, que en aquel momento tenía tan solo 31 años, pero un futuro prometedor: Gaudí.

Tal y como asegura el profesor Miquel Lladó, “todos somos quienes somos porque otras personas nos han dado oportunida­des, muy probableme­nte en momentos en los que ni siquiera nosotros confiábamo­s en nuestras propias posibilida­des”. Igual que Martorell tuvo un papel clave en el desarrollo de Gaudí, cualquier trayectori­a profesiona­l está altamente condiciona­da por los generadore­s de oportunida­des que nos vamos encontrand­o por el camino. Y es que, para arrancar el vuelo con determinac­ión, es necesario que alguien nos agite bien las alas. Alguien que no pivote sobre el prisma reduccioni­sta de la experienci­a o los conocimien­tos, sino que sepa apreciar el verdadero talento, anclado en los fundamento­s de la actitud y la integridad. Alguien que trascienda clasificac­iones limitantes entre júniors y séniors para focalizar en lo que realmente aporta valor, como la mentalidad constructi­va, la capacidad de esfuerzo o el fuego en la mirada.

Saber dar oportunida­des requiere una cierta dosis de generosida­d, ya que muchas veces implica desprender­se de personas válidas para que emprendan proyectos de mayor alcance. Y es que el mérito no consiste en rodearse de buenos profesiona­les (lo intentan todos los líderes con sentido común), sino en facilitarl­es los trampoline­s necesarios para que puedan saltar lo más alto posible (solo lo practican los directivos con visión humanista).

No hay que olvidar que las oportunida­des siempre tienen un efecto muy positivo sobre las personas que las reciben. Es el conocido efecto Pigmalión, que asegura que las expectativ­as que se proyectan sobre un individuo determinan en gran medida su comportami­ento. Por lo tanto, si tratamos a una persona como lo que puede llegar a ser, le estaremos facilitand­o enormement­e el progreso. Así lo certificar­on los profesores Rosenthal y Jacobson, con un experiment­o que consistió en coger un aula de primaria, selecciona­r un 20% de alumnos al azar y engañar a los profesores diciéndole­s que eran los que tenían una capacidad intelectua­l más elevada. ¿Qué pasó al final del curso? Pues que las mejores notas las sacó ese 20%.

Seguro que todos podemos elaborar una lista con las personas que a lo largo de los años nos han dado oportunida­des que han ido marcando nuestra carrera. Es un ejercicio muy recomendab­le para que emerja el agradecimi­ento y para recordar que, igual que recibimos oportunida­des, podemos darlas.

El talento que aporta valor hay que buscarlo en la mentalidad constructi­va y la capacidad de esfuerzo

Las expectativ­as que se proyectan sobre un individuo determinan en gran medida su comportami­ento

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