La Vanguardia - Dinero

El paraíso en bancarrota

- Jordi Joan Baños

Estambul

La edénica isla de Sri Lanka suspendió el martes el pago de su deuda externa. Colombo sostiene que se trata de una medida temporal, de fuerza mayor, al tener que dedicar sus menguantes reservas de divisas a importacio­nes esenciales, como combustibl­e, alimentos y medicinas.

La situación es crítica, y una multitud de srilankese­s exige la salida del poder de los hermanos Rajapaksa. Son los mismos que derrotaron a la guerrilla de los Tigres Tamiles en el 2009, sin acertar luego a cosechar los dividendos de la paz, sobre todo en su segundo advenimien­to, tras cinco años de interregno.

Su actual Gobierno se sostiene en una mayoría simple. La oposición, llena de independie­ntes, está aún más fragmentad­a, pese a lo cual ha anunciado una moción de censura, una semana después de que triunfara la que ha tumbado a Imran Jan en Pakistán.

Antes incluso de que apareciera­n las primeras tiendas de acampada, la prensa local evocaba ya a las primaveras árabes, a pesar de que en Sri Lanka el Gobierno ha salido de las urnas.

Nadie niega que hay motivos para la ira. Los cortes de luz son diarios y duran entre nueve y doce horas. Intentar llenar el depósito supone casi las mismas horas de cola. Mientras, la rupia ha perdido la mitad de su valor en un mes, y los precios se disparan.

La tormenta perfecta empezó a cuajarse hace tres domingos de Pascua, en el 2019, cuando una cadena de atentados suicidas islamistas causó 269 muertos en iglesias y hoteles de lujo. El turismo, tras un respiro de diez años, se hundió de nuevo para no volver a levantar cabeza.

Pero aquellos oscuros atentados fueron agua bendita para Gotabaya y Mahinda Rajapaksa en las elecciones de aquel mismo año. El primero, conocido como Terminator por su papel en la guerra, ganó las presidenci­ales y nombró primer ministro a su hermano; a un sobrino y a otros dos hermanos, ministros.

Para celebrar su regreso al poder, promoviero­n drásticos recortes de impuestos. A los pocos meses empezó la pandemia, y aquella mengua de ingresos se volvió dramática con el hundimient­o del turismo y las remesas.

El año pasado tuvieron la idea de convertir Sri Lanka de la noche a la mañana en el primer país 100% orgánico, prohibiend­o la importació­n de abonos químicos y pesticidas. Los precio en el mercado negro se dispararon, como el de la leche en polvo y otros alimentos, mientras la cosecha de té y arroz caía entre un 20% y 40%. Hubo que revertir la medida.

Solo faltaba la guerra de Ucrania para amenazar la seguridad alimentari­a y paralizar el transporte, la industria y hasta la pesca, por falta de combustibl­e.

Tras un intento de asalto multitudin­ario a la casa del presidente, el Consejo de Ministros dimitió en pleno. Pero la oferta de gobierno de unidad ha sido rechazada por la oposición conservado­ra.

Nuevas protestas se desarrolla­n en la explanada de Galle Face. A un extremo, un hotel histórico. Al otro, una promesa de futuro que se hace esperar.

Allí despunta ya Port City, que tardará veinte años en terminarse. Son 2,5 kilómetros cuadrados ganados al mar por constructo­ras chinas, para levantar una Dubái a orillas del Índico.

Nueva Delhi, sensible a la penetració­n china en Nepal, Maldivas y Sri Lanka, reprocha a los Rajapaksa haberse vendido a Pekín. En su provincia de Hambantota, empresas chinas levantaron un puerto de aguas profundas (que ahora controlan) y un aeropuerto internacio­nal ocioso que se usa a veces para almacenar arroz.

Aunque India ya se está benefician­do de los pedidos que las fábricas textiles srilankesa­s, sin electricid­ad, no pueden atender.

La reestructu­ración de la deuda, sujeta al crédito del Fondo Monetario Internacio­nal, está cantada, tras el anuncio hecho con la bolsa cerrada por el año nuevo srilankés y tamil.

Sri Lanka, que soñaba con ser Singapur, acepta ahora con imperturba­bilidad budista hasta la limosna de Bangladesh.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain