Revalorización e incertidumbre
El mundo ha cambiado radicalmente en las últimas cuatro semanas y, con él, los mercados de capitales. La guerra de Ucrania no solo está causando un terrible sufrimiento humano, también perturbaciones económicas sin precedentes. Con todo, sorprende positivamente el comportamiento de las bolsas. El S&P500 ha vuelto a situarse en niveles previos a la guerra. Si miramos nuestras estimaciones previas, las cotizaciones actuales se acercarían bastante a lo que esperábamos para todo el 2022. En el caso del Stoxx Europe 600, nuestras estimaciones de beneficios todavía mantienen la tendencia alcista iniciada el año pasado, y en cuanto al MSCI World es difícil encontrar alguna referencia de peso que considerar desde que iniciáramos este año tan convulso.
A pesar de que mantenemos una visión cauta a corto plazo, seguimos viendo valor en la renta variable. A largo plazo, somos especialmente positivos para las acciones de altos dividendos. A escala sectorial, apostamos por el sector energético y las materias primas. Durante los últimos dos años, muchas voces del mercado han defendido que las valoraciones de las acciones se verían presionadas si los bonos del Tesoro americano a diez años subían por encima del 2%. Ya lo hemos sobrepasado. Las últimas cifras de inflación han vuelto a estar muy por encima de las expectativas, situándose entre el 6% y el 10% en los países de la eurozona. Así, mientras el mercado de bonos está reaccionando en consecuencia, las bolsas están sorprendentemente tranquilas. Desde la perspectiva de un gestor de carteras, las rentabilidades reales de la renta fija en aumento significan que los bonos recuperan atractivo, pero puede ser pronto para comprar. El accionista celebra las rentabilidades reales negativas, porque alientan el argumento TINA, es decir, no hay alternativa a la renta variable.
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Los inversores reconocen el tono moderado en la política monetaria del BCE