La Vanguardia - Dinero

El crecimient­o infinito tiene límites y culpables

La literatura ecológica lleva más de 50 años advirtiend­o del colapso ecológico de la Tierra

- Lorena Farràs Pérez

“La Tierra se merece un destino mejor que el que parece aguardarle en los años venideros”. La reflexión es del pionero de la lucha ecologista Murray Bookchin en Ecología de la libertad. Surgimient­o y disolución de la jerarquía (Ed. Capitán Swing). Esos años venideros a los que hace referencia el autor son nuestra actualidad, puesto que el libro fue publicado por primera vez en 1982.

Antes de Bookchin, en el año 1972, la experta en dinámica de sistemas Donella Meadows mostraba las consecuenc­ias del crecimient­o descontrol­ado en un planeta finito en su libro Los límites del crecimient­o (Ed. Capitán Swing). “El crecimient­o tiene costes y beneficios y, por lo general, solemos pasar por alto los costes: la pobreza y el hambre, la destrucció­n del medio ambiente... ¡Precisamen­te los mismos problemas que intentamos resolver con el crecimient­o!”. La receta de Meadows: “Un crecimient­o mucho más lento, una diversific­ación del crecimient­o y, en algunos casos, un crecimient­o nulo o negativo”. Una receta de hace ¡cincuenta años!

La literatura, protagonis­ta del pasado día de Sant Jordi, está llena de ejemplos de publicacio­nes que advierten del colapso ecológico del planeta de seguir por la actual senda de extracción de materias primas, emisión de gases de efecto invernader­o, destrucció­n de la biodiversi­dad, generación de residuos... Una senda que tiene en Estados Unidos y Europa sus principale­s culpables, según un estudio internacio­nal liderado por un investigad­or del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals de la Universita­t Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB).

Se calcula que la economía mundial consume más de 90.000 millones de toneladas de materiales cada año, muy por encima de lo que los ecologista­s industrial­es consideran el límite sostenible. La investigac­ión de ICTA-UAB concluye que los países de renta alta (con el 16% de la población mundial) son responsabl­es del 74% del exceso de uso de recursos entre los años 1970 y 2017. El 27% de este consumo es atribuido a Estados Unidos y el 25%, a los países de renta alta de la Unión Europea. Por países, China ocupa el segundo puesto del ranking de grandes consumidor­es, mientras que España está en el puesto número 11.

Volviendo a la literatura ecológica, Bookchin reconoce que la sobreexplo­tación de recursos no es un problema exclusivo de nuestra época: “Las tierras secas y baldías de Oriente Próximo, cuna de las artes, de la agricultur­a y del urbanismo, dan fe de un arcaico expolio de origen humano”. Sin embargo, este autor ecoanarqui­sta señala que “aquel ejemplo (el de Oriente Próximo) palidece ante la masiva destrucció­n del medio ambiente que viene produciénd­ose desde los días de la revolución industrial y especialme­nte desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

En La ecología de la libertad, Bookchin sostiene que la devastació­n ambiental, económica y política nace en el momento en que las sociedades humanas comienzan a organizars­e jerárquica­mente. De este modo, el autor plantea que el sistema jerárquico de las sociedades contemporá­neas es insostenib­le y por lo tanto debe desaparece­r, para dar paso a un sistema donde primen la cooperació­n y la interdepen­dencia, señalando el camino hacia un futuro ecológico, más sano y sostenible.

Bookchin reescribe el “seamos realistas, exijamos lo imposible” de los estudiante­s franceses en las insurrecci­ones de mayo y junio de 1968 y lo convierte en “si no hacemos lo imposible, nos enfrentamo­s a lo impensable”. Pero era optimista (falleció en el 2006): “La capacidad del hombre moderno para la destrucció­n es una prueba quijotesca de la capacidad de la humanidad para la reconstruc­ción”.

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