Preocupa el crecimiento
Hasta hace escasas semanas, la principal preocupación de los inversores y de los bancos centrales era la inflación, en máximos de los últimos cuarenta años. Gradualmente, al temor a la inflación se ha unido el temor a una desaceleración pronunciada del crecimiento económico.
La Fed ha anticipado hasta siete subidas de tipos de interés y la reducción de su balance en 95.000 millones de dólares al mes. El endurecimiento de su mensaje es el resultado de una inflación desbocada y un mercado laboral enormemente tensionado. Su tasa de paro se sitúa en el 3,6%, pero con 5,3 millones más de puestos de trabajo vacantes que personas desempleadas. La última vez que la inflación americana estaba en los niveles actuales, los tipos de la Fed se situaban en el 11,5%.
Las flojas cifras de PIB del primer trimestre publicadas acentúan el miedo a una sensible desaceleración económica. El PIB estadounidense ha caído un 1,4%, y el de la eurozona apenas ha subido el 0,2%. Al mismo tiempo, la inflación sigue en niveles elevadísimos: 8,5% en Estados Unidos y 7,5% en la eurozona, frente a un objetivo de la Fed y el BCE del 2%.
Los bancos centrales se enfrentan a una disyuntiva muy complicada. Si priorizan encauzar la inflación a su nivel objetivo del 2%, se verán obligados a subir considerablemente los tipos de interés y acabar con la política de inyección de liquidez. Estas medidas inevitablemente tendrán un efecto dañino sobre el crecimiento económico, en una coyuntura en la que todavía no han aflorado todos los efectos negativos de la guerra de Ucrania. Por otro lado, si no quieren dañar el crecimiento y limitan el endurecimiento de sus medidas, la inflación puede seguir muy por encima de su objetivo durante mucho más tiempo. En cualquier caso, se acabó el periodo de liquidez abundante y a tipos casi cero.