Economía de la atención
Bronner dice que tenemos el mayor tiempo de cerebro disponible de la historia, pero avisa de nuestros sesgos
Hoy en Francia el tiempo dedicado al trabajo representa un 11% del que pasamos despiertos a lo largo de la vida, mientras que en 1800 representaba el 48%. Se ha producido un crecimiento espectacular de nuestra disponibilidad mental. Nos hemos liberado poco a poco de las limitaciones que nos restaban disponibilidad para el uso de algunas funciones cognitivas superiores, y de hecho nuestros predecesores, como Keynes –que vaticinó 15 horas de trabajo a la semana–, soñaron con el momento que estamos viviendo, recuerda el sociólogo francés Gérald Bronner en su nuevo libro, Apocalipsis cognitivo. Pero, advierte, ¿habían visto que este sueño podría transformarse en pesadilla en un mundo en el que se ha desregulado el acceso y la producción de información, donde las pantallas compiten por nuestra atención?
Si hace dos siglos teníamos de media dos años de tiempo de cerebro disponible durante toda la vida, hoy tenemos 17, casi un tercio del tiempo que pasamos despiertos. Un tesoro cognitivo que estamos utilizando, dice, de manera ambigua. Consultamos como promedio 221 veces el móvil cada día, una vez cada seis minutos. Las pantallas son monstruos atencionales. Y no es sorprendente, dice: nuestro cerebro se ha constituido en el transcurso de la evolución para tratar masivamente informaciones visuales. La mitad del córtex cerebral humano está dedicado al análisis del mundo visual. Bronner recorre cómo nos atraen las pantallas en el casino de la atención sin ser moralista: son solo las mediadoras del encuentro entre la hipermodernidad del mercado cognitivo y el ancestral funcionamiento del cerebro.
Ingredientes como el miedo, la conflictividad, el sexo, la indignación –no solo tenemos la sensación de ser moralmente superiores a los demás, sino que encima queremos que los otros se den cuenta–, la curiosidad, el sometimiento a las consignas de visibilidad social y la incompletitud cognitiva empujan a mirar una y otra vez unas pantallas que, dice, dibujan hoy la silueta de un Homo sapiens muy real. Sin los límites del pasado, hoy oferta y demanda se entrelazan y ofrecen una imagen realista de nosotros: cuando habla de apocalipsis cognitivo no habla de fin de los tiempos, sino de revelación. Eso sí, el flujo entre oferta y demanda desemboca en un secuestro masivo de nuestro tesoro atencional con las tácticas de los gigantes de la web, que convierten nimiedades en grandes acontecimientos. Pero además, reconoce, la credulidad posee una ventaja competitiva en el mercado cognitivo desregulado: muchos productos intelectuales adulterados halagan los mecanismos más intuitivos de nuestra mente, como los estereotipos culturales o nuestros sesgos cognitivos. Un camino que lleva al neopopulismo y al regreso del hombre prehistórico a la esfera pública, a la confianza en intuiciones erróneas y a la gratificación de los impulsos inmediatos, lo que pone en peligro capitalizar nuestros errores para progresar en el futuro, por lo que pide que nos dotemos de medios sociales para optimizar el tesoro atencional que hemos logrado.