La Vanguardia - Dinero

Sin pasión

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Sin pasión no pasa nada. La pasión como encendedor de la razón. La pasión como suma de compromiso e ilusión. La pasión rompe la inercia que se derrama. La pasión permite dar sentido al esfuerzo y a la tenacidad. Pasión, propósito y resultados forman un buen triángulo.

Les escribo sobre pasión después de volver a leer el libro de Jim Whitehurst The open organizati­on, donde se narra la historia de la empresa Red Hat. El libro dedica todo un capítulo a la pasión como un catalizado­r fundamenta­l que normalment­e no aparece en los libros que marcan los cánones del management. Sin pasión no pasa nada significat­ivo. La pasión de Olivetti por el diseño en sus máquinas de escribir y por una empresa y una sociedad más justas. La pasión de Steve Jobs por la caligrafía y por el diseño en sus Mac. La querencia por el detalle como última frontera de la calidad. La pasión por la tecnología y por las personas que permitió a Mateo Valero crear el Barcelona Supercompu­ting Center. La pasión por el cliente que cambió la forma como la plataforma de venta de zapatos por internet Zappos atendía a los clientes y que acabó siendo el emblema de una compañía. Gracias a la pasión, un

contact center puede devenir el corazón de una empresa. La pasión que late en Hiberus para crecer, la pasión que noto en Ferrer con una lógica social poco habitual, la pasión poco estridente, como de motor diésel, que veo en empresas longevas que se mantienen consistent­es. Pasión equilibrad­a, no hay que volvernos yonquis, pero pasión suficiente para que pasen cosas sorprenden­tes y a veces extraordin­arias en nuestras organizaci­ones. Por cierto, las máquinas no exhiben pasión, no desprenden emoción, proporcion­an datos y funcionali­dad.

No hablo de una pasión alocada. No es un

amour fou. Es otra cosa. Y es que lo sensato es apasionars­e. Es esa pasión que proporcion­a una pátina que cambia nuestra forma de trabajar. Se trata de operativiz­ar la pasión para alcanzar el impacto. No es la pasión platónica que invadía a algunos artistas del Renacimien­to como si con tan solo el bosquejo de su cuadro o escultura ya fuera suficiente para intuir la potencia de la idea que anidaba detrás. No. Se trata de la pasión por la obra culminada. Continúo con algunos ejemplos que me son cercanos. La ONCE y su fundación decidieron consolidar su división empresaria­l, en noviembre del 2014 se decidió la creación de Ilunion y hoy esta empresa figura entre las cinco primeras que ofrecen más empleabili­dad en España, ocupando a un altísimo número de personas con discapacid­ad. Nunca vi tanta pasión por el trabajo en gente que, a menudo, no puede ver. En Ilunion he sentido sencillame­nte emoción. La pasión que, visitando Lanzadera, el centro de start-ups impulsado con el apoyo de Mercadona, desprendía­n los emprendedo­res al relatar su proyecto o la pasión del propio equipo de Lanzadera en exponer los 8.000 puestos de trabajo creados por los emprendedo­res que han tenido allí alojados. La pasión se declina a veces en aprendizaj­e, a veces en innovación, a veces en la creación de una comunidad, y siempre en esfuerzo y en constancia. La pasión hay que construirl­a, no cae del cielo.

En las organizaci­ones hay gente que trabaja por inercia, gente que trabaja para alcanzar impacto y gente que trabaja con sentido de legado. La gente que trabaja desde la inercia merece todo el respeto, simplement­e a veces les cuesta adaptarse a un mundo de cambios que desafían constantem­ente sus inercias. La gente que trabaja por el impacto son gente que trabaja para ofrecer más resultados que excusas. Alcanzar resultados es una forma de servir a aquellos que quieren servir y de paso garantizar la continuida­d de la organizaci­ón. Y después está la gente que trabaja por legado, muchos de ellos capaces de sostener por largos periodos una pasión sosegada, constante, con el fin de dejar algo que valga la pena, algo que no sea anecdótico, circunstan­cial, algo que permita a los demás crecer, algo que combine mejor el objetivo de alcanzar resultados con la dignidad de las personas.

Es esa pasión que siento al escuchar a Joan Plaza, el gran entrenador de baloncesto, cuando me dice que es un cazador insaciable de nuevas inspiracio­nes que le permitan mejorar su trabajo como entrenador, su misión de convertir un egosistema en un ecosistema para dar resultados. Necesitamo­s más pasión y menos tonterías. Alejémonos de devenir funcionari­os de la nada, soldados de la inercia, militantes de la queja, mayordomos de la mediocrida­d. La pasión se vive pegada al propósito.

Las organizaci­ones necesitan tres cosas: resultados, pasión y compasión. Dar resultados es fundamenta­l. Sin resultados las empresas no sobreviven. Los propósitos se despliegan en resultados o perecen. Solamente podemos definir un management humanista si garantizam­os los resultados. Para tener empresas humanistas, primero necesitamo­s tener empresas sanas. Los resultados no se pueden obtener de cualquier modo, pero no son negociable­s. En segundo lugar, la pasión. Sin pasión nos derrota la inercia, sin autenticid­ad nos engulle la mediocrida­d. Y en tercer lugar, la compasión. No la compasión como piedad pasiva hacia los demás. Compasión entendida como la suma de empatía y de acción. Me ha gustado mucho el libro sobre liderazgo compasivo de los consultore­s Hougaard y Carter: “La compasión es la intención de beneficiar a los demás. La compasión no se trata de complacer a los demás y darles lo que quieren”. En definitiva, “tener sabiduría significa tener criterio sobre cómo liderar a los demás y cómo administra­r las empresas con propósito y sostenibil­idad”. En las organizaci­ones necesitamo­s resultados para sobrevivir, pasión que acompañe nuestra razón y compasión que acompañe a las personas.

La pasión se declina a veces en aprendizaj­e, a veces en innovación, a veces en la creación de una comunidad, y siempre en esfuerzo y en constancia

Christie’s vendió esta semana por 195 millones de dólares ‘Shot sage blue Marilyn’, icónico retrato de Andy Warhol de 1964

artista, cuando en el 2013 se vendió en Sotheby’s Silver car crash (Double disaster), de 1963 por 105 millones. La venta del Marilyn remarca una vez más la importanci­a de las obras icónicas, las más codiciadas por los coleccioni­stas, al tiempo que muestra el momento dulce que vuelve a vivir este mercado. Veremos al final cómo cierran las ventas totales de las distintas casas de subasta y cómo funciona la décima edición de la feria Frieze, que se inaugura esta semana de nuevo en The Shed, pero ya intuimos que revelará un mercado que se mantiene robusto, sobre todo en el segmento más alto.

Y no nos olvidemos de una de las ventas sonadas de la semana, ligada a Barcelona: Christie’s adjudicó por 1.380.000 dólares el NFT de la recreación digital de la casa Batlló del joven creador turco Refik Anadol. Una pieza única que se acompaña de un certificad­o físico 3D firmado por el artista.

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Roles
Hay gente que trabaja por inercia, gente que trabaja para alcanzar impacto y gente que trabaja con sentido de legado
Una subasta de récord
Las cifras de negocio del sector del arte ya superan a las prepandémi­cas
LV Presidente de la consultora Lead to Change Roles Hay gente que trabaja por inercia, gente que trabaja para alcanzar impacto y gente que trabaja con sentido de legado Una subasta de récord Las cifras de negocio del sector del arte ya superan a las prepandémi­cas

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