Frenar la inflación a toda costa
El despertar de la inflación no es una novedad, pero, lejos de remitir, las preocupaciones sobre el aumento acelerado de los precios siguen in crescendo y los guardianes de la estabilidad monetaria se muestran cada vez menos cómodos.
De la “temporalidad” de la inflación –adjetivo utilizado el año pasado por los bancos centrales– hemos pasado a mensajes como el transmitido esta misma semana por el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, que apuntan a que harán todo lo necesario para frenar la escalada de los precios. Una clara confirmación que acelerará la retirada de estímulos para atajar la inflación y no llegar demasiado tarde. En otras palabras, las autoridades monetarias sitúan ahora en primera línea de prioridades la necesidad de frenar los temidos efectos de segunda ronda del repunte de los precios de la energía y el riesgo de una importante espiral inflacionista.
Ante esta tesitura, los mercados financieros están acusando la incertidumbre de forma contundente por el temor de que este cambio de la política monetaria, destinada a contener la inflación con un encarecimiento de los costes de financiación y retirada de liquidez, acabe causando una recesión.
De cara a los próximos meses, más que encontrar el punto más elevado de la inflación, lo relevante será confirmar que las presiones inflacionistas no se realimentan y se extienden al conjunto de la economía. En este sentido, las últimas cifras de inflación de abril no fueron positivas y, por el momento, han dejado más sombras que luces.
Comenzando por Estados Unidos, la nota positiva es que, tras alcanzar máximos de 40 años, el IPC frenó su crecimiento en dos décimas hasta el 8,3%, su primera moderación desde el pasado verano. Sin embargo, los motores del aumento de los precios ya han cambiado: la energía registró su primer descenso mensual en el último año, y son ahora los servicios los que explicaron 2,9 puntos porcentuales de este encarecimiento de los precios. Todo ello, en una economía en la cual los salarios están creciendo al 5,5% interanual y los costes laborales al 11,6% trimestral anualizado.
Aquí, en Europa, es cierto que el encarecimiento de la energía todavía es el factor que empuja al alza la inflación (en abril explicó el 50% del IPC), pero también comienza a observarse una aceleración de los precios de los servicios que aumentaron un 3,3% interanual, su mayor tasa en 20 años. A escala nacional, estas tendencias son también cada vez más notorias y, en abril, prácticamente la mitad de los productos que componen el IPC registran tasas de crecimiento de los precios superiores al 5%, cuando esa proporción era insignificante hace un año.
A la vista de estos datos, el actual proceso inflacionista está todavía en pleno desarrollo, y la respuesta de los bancos centrales seguirá enfocada en evitar que las elevadas tasas de inflación se cronifiquen. Así, en julio esperamos nuevas subidas de los tipos de referencia de la Fed de 50 puntos básicos, pero también el Banco Central Europeo dará pasos más contundentes y realizará su primera subida del precio del dinero desde aquel ya lejano 2011.