Tirar el ticket es tirar derechos
En algunas ocasiones, especialmente cuando se hace una compra importante o cara, el ticket de compra (o factura simplificada) se conserva como si de oro se tratase. En otras, en compras menores, va a la basura directamente. Un gran error, porque conservarlo puede salvar más de un problema.
El ticket es la prueba de que se ha pagado por un bien o servicio concreto y aporta una serie de derechos al comprador. Por ejemplo, es un elemento imprescindible para realizar cualquier cambio o devolución, siempre que se den las condiciones. Otra de las principales funciones que tiene el ticket es la de actuar como garantía, por lo que puede ser crucial ante una reclamación. “La garantía legal es la obligación que tiene el vendedor o fabricante de un producto de consumo de asegurar, durante un periodo de tiempo determinado, el buen estado de este producto y las condiciones de uso y funcionamiento para que cumpla su función”, apunta la Agència Catalana del Consum. El plazo de la garantía legal de los productos nuevos es de tres años desde la fecha de compra, por lo que es muy importante conservar el ticket durante todo ese tiempo. Para ejercer estos derechos, hay que contar con cierta información que debe ir en el ticket: nombre o razón social del vendedor o prestador, número de identificación fiscal, dirección, bienes adquiridos o servicios prestados, impuestos y fecha. Tanto en devoluciones como en garantías será necesario presentarlo.
El ticket físico debe tener una duración equivalente al menos a la vida útil o conformidad de lo que se compra. La tinta no debe borrarse o el papel no puede deteriorarse antes de que pasen los tres años, en el caso de un producto, o los seis meses en los servicios. Sin embargo, la realidad es que muchos se imprimen en un papel que hace que los detalles tiendan a borrarse tras un tiempo. Por eso es recomendable conservarlos en algún lugar sin humedad y con poca luz –sobres, hojas plastificadas, cajones...– y fotografiarlos o fotocopiarlos.