La Vanguardia - Dinero

Gran Bretaña se asoma al pasado

El cóctel de una crisis global y de problemas propios estructura­les es una amenaza muy seria para Londres

- Rafael Ramos

Londres

Problemas como la inflación, el coste de la vida y el deterioro de las cadenas de suministro­s son bastante generales; el de la falta de mano de obra, hasta cierto punto; otros como el endeudamie­nto público masivo por las ayudas de la pandemia, no tanto (casi nulos para los frugales escandinav­os y holandeses, apenas perceptibl­es para la gigantesca economía estadounid­ense, severos para la Europa meridional); en el caso británico, a todos ellos hay añadir otros exclusivam­ente made in Britain como la devaluació­n de la moneda, la disminució­n de las importacio­nes y exportacio­nes con la Unión Europea, el aumento de los aranceles, la burocracia y las regulacion­es en el comercio, la subida de la carga impositiva, el descenso de la inversión tanto interna como extranjera, la bajísima productivi­dad, las perspectiv­as de crecimient­o más bajas del G-7, la virtual congelació­n de los salarios desde hace década y media, una sanidad y servicios públicos al borde del colapso, una economía excesivame­nte dependient­e del sector financiero, una masiva burbuja inmobiliar­ia...

La inestabili­dad global, la guerra en uno de los graneros del mundo (Ucrania), el embargo parcial al gas y petróleo rusos y el cierre de ciudades chinas son factores muy importante­s. Pero el fantasma de los años setenta y ochenta, cuando el Reino Unido era conocido como el enfermo de Europa, ha reaparecid­o también por culpa de la falta de rumbo de un gobierno populista que al mismo tiempo pide prestadas cantidades ingentes de dinero, le da a la máquina de fabricar libras esterlinas en la Casa de la Moneda y eleva la carga fiscal hasta los niveles más altos en setenta años, una bomba.

Y también por culpa del innombrabl­e, el Brexit, que para los ministros de la Administra­ción Johnson y diputados conservado­res es una religión, un dios pagano al que no se le puede atribuir ningún mal porque fue votado democrátic­amente por los británicos y hacerlo sería pecado mortal. Un mandamient­o que,

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