La Vanguardia - Dinero

Planes quinquenal­es

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La historia nos trae de vez en cuando ironías cuasi poéticas. Lo que estamos presencian­do en política económica son decisiones tales como: 1. Reducción de facturas de consumos de energía de hogares mediante limitación a los beneficios de las empresas distribuid­oras y productora­s de energía. 2. Excepción ibérica, pendiente de aprobar por Bruselas, pero ya acordada, para controlar el precio de las subastas del gas. 3. Compensaci­ón del coste de los carburante­s en los que el estado asume una parte del repostaje de cada vehículo. 4. Políticas de reindustri­alización para recuperar la producción de componente­s. 5. Nucleariza­ción de la energía que ha de ser producida en Europa.

Y, ahora, lo que suena, a recomendac­ión del Banco de España: 6. Pacto de rentas para repartir la inflación entre asalariado­s y empresas, de forma que los primeros perderán capacidad de compra y los segundos perderán margen de contribuci­ón. Un pacto de rentas que se propone que dure tanto como la inflación desbocada que nos acucia.

Vamos a hablar en plata. Estas son decisiones propias de una economía intervenid­a en un estado socialista como eran los de la URSS. Que sí, que todavía hay libertad empresaria­l, laboral y salarial; que por supuesto no podemos hablar de economía planificad­a y en Europa rige la socialdemo­cracia. Pero se respira en el ambiente, cada vez más y más, un intervenci­onismo de la economía, en el sentido de determinar de antemano lo que ocurrirá en el interior del país mediante reales decretos que controlen los efectos de la geopolític­a exterior.

Lo paradójico es que sea la extinta Unión Soviética, a través de la que fue la principal república, Rusia, y a través de una guerra contra Ucrania, otrora parte de la unión soviética, la que esté forzando a Europa a adoptar modelos de planificac­ión económica, planificac­ión de los medios de producción y, más últimament­e, posibles repartos de la renta o de las pérdidas de poder adquisitiv­o.

La historia nos demuestra que estas cosas sirven de poco, a no ser que volvamos al ostracismo del comercio internacio­nal. Poner vallas al campo no sirve de nada si no cerramos fronteras. Y en un mundo de finanzas globalizad­as eso es muy, muy difícil.

Por tanto, todas estas medidas van a lograr únicamente lo que los economista­s llamamos distorsion­es en la correcta asignación de recursos. O todos liberales o todos socialista­s. Pero lo que no podemos es regular economías liberales para evitar problemas externos de un mundo global.

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