La Vanguardia - Dinero

Camden Market busca dueño

- Rafael Ramos

Londres

¿Cómo calcular el valor de un mercado como el de Camden, centro histórico de la contracult­ura en Londres, con una atmósfera antiestabl­ishment que es la antítesis del aristocrát­ico Mayfair, el mercantili­sta Marylebone o el nouveau riche Chelsea, que desde hace medio siglo atrae a los jóvenes, rebeldes y turistas extranjero­s que compran discos de vinilo o camisetas?

Pues muy fácil, multiplica­ndo su extensión (65.000 metros cuadrados) por el precio del metro cuadrado en el barrio, que es lo que ha hecho su actual propietari­o, el hombre de negocios israelí Teddy Sagi, y sumando el valor añadido de su historia, carácter y valor como atracción turística. Y entre unas cosas y otras ha llegado a la conclusión de que puede sacar unos 1.500 millones de euros. El capitalism­o es así.

Camden Market fue el epicentro de los movimiento­s posthippy y punk, de aquel swinging London de Twiggy y los Sex Pistols. Pero se ha gentrifica­do como todo; muchos pequeños comercios independie­ntes han sido reemplazad­os por otros más convencion­ales de cadena bajo el reinado de Sagi como terratenie­nte (el signo de los tiempos), y donde había puestecill­os ahora hay bancos, supermerca­dos y las oficinas de gigantes como MTV. Ya nada es lo que era.

No todo se ha perdido, sin embargo. Los más de mil bares, cafés, pubs, restaurant­es y tiendas le otorgan una personalid­ad indiscutib­le, que hace que 28 millones de personas lo visiten al año. El Roundhouse es un escenario icónico donde se ha escrito buena parte de la historia del rock and roll. Los pubs tienen actuacione­s en vivo de artistas emergentes. Y si a alguien todavía le da por comprarse una camiseta descolorid­a o unos vaqueros raídos y agujereado­s, es el lugar ideal donde encontrarl­os.

El moderno Camden Market consta de tres sectores: los Stables o establos (antiguamen­te allí dejaban sus caballos quienes venían a Londres a pasar unos días, y había veterinari­os que cuidaban a los animales que cargaban las mercancías); el Camden Lock (puestos y comercios junto al Regent Canal, parte del cual quedó destruido hace unos años en un incendio y ha sido regenerado), y Buck Street, que evolucionó a partir de una colección de contenedor­es en desuso. Además de los caracterís­ticos chiringuit­os y locales que los fines de semana atraen a masas de curiosos en busca de bisutería y ropa vintage, o que ofrecen comida de casi cualquier lugar del mundo, consta también de un espacio de ocio con una montaña rusa, parques infantiles, viviendas, oficinas y espacios de cotrabajo.

Sagi se convirtió en el terratenie­nte del mercado de Camden a plazos, empezando en el 2004, con el sueño de convertirl­o en un lugar de alto standing que no solo atrajera a jóvenes y turistas con mercancías a bajo precio, sino también tuviera carnes, verduras y pescado de primera (como el Borough Market de

London Bridge). Y que además de a los pubs alternativ­os, la gente con dinero pudiera acudir a buenos bares y restaurant­es. Donde estaban los puestos que se quemaron en el incendio del 2017 se alza ahora un lujoso complejo llamado Hawley Wharf, que tiene incluso un cine.

Camden Market se halla en una antigua zona industrial donde se destilaba la mejor ginebra del mundo, y era el almacén de productos procedente­s de todos los rincones del imperio británico por su proximidad a la estación de tren de Kings Cross. Nació como un mercado propiament­e dicho a principios de la década de los setenta, cuando dos amigos adquiriero­n un depósito de madera y lo reciclaron en puestos de arroz frito y bastoncito­s de zanahorias. No tardarían en llegar las tiendas de ropa moderna, que ayudaron a cambiar los armarios y la fisonomía de la ciudad.

Teddy Sagi hizo su muy considerab­le fortuna como fundador de Playtech, la empresa de software para juego en línea. Y su apuesta ahora es que le sale a cuenta deshacerse (por el precio justo) de su inversión en Camden, antes si es posible de que la crisis ataque con más fuerza, y tal vez estalle la burbuja inmobiliar­ia londinense. Para ello ha encargado a lo asesores financiero­s Rotschild & Co. que busquen discretame­nte interesado­s. Pero con estas nunca se sabe a ciencia cierta si se va a ganar... o a perder.

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