La Vanguardia - Dinero

Soplar y sorber

- En el mundo

existe el potencial para desarrolla­r 300 GW de energía de las olas y de corrientes para el año

El Banco Central Europeo (BCE) se enfrenta, de nuevo, a un dilema que no tiene solución. Trata de alcanzar dos objetivos que, en el fondo, son incompatib­les: controlar la inflación y asegurar que el mercado financiero europeo no se fragmenta. Es decir, que los tipos de interés sean similares en toda la zona euro.

El primer objetivo exige restringir la liquidez subiendo los tipos. Esta es la única manera de devolver el genio de la inflación a su lámpara. El segundo requiere, por el contrario, aumentar las compras de deuda pública de los países de la Unión cuyas finanzas están en situación más precaria. El primer país en la lista es Italia. Su prima de riesgo ya se disparó el pasado martes hasta situarse en los 250 puntos básicos.

No se puede soplar y sorber al mismo tiempo, y este es el dilema existencia­l al cual se enfrenta la política monetaria europea. La subida de tipos es restrictiv­a, pero las compras de deuda son expansivas. Suponen una inyección de liquidez, puesto que el BCE paga con dinero de nueva emisión. La evolución de la inflación en la zona euro ha confirmado los peores presagios. Se sitúa en cotas muy altas y gradualmen­te se está transmitie­ndo al conjunto de bienes y servicios. Ya no es una inflación temporal, y la credibilid­ad del BCE está en juego.

Al mismo tiempo, el ciclo de endurecimi­ento monetario continúa en prácticame­nte todo el mundo. La Reserva Federal estadounid­ense acaba de subir 0,75 puntos porcentual­es, tras incrementa­r medio punto hace solo un mes. Los mercados financiero­s descuentan aún más subidas, y la tasa de referencia podría terminar cerca del 4% a lo largo del año que viene. Ante estas tendencias, el BCE no puede pretender que la zona euro está al margen.

Sí puede, transitori­amente, evitar la fragmentac­ión de la eurozona sin incrementa­r sus compras totales de deuda pública. Cuando vence la deuda alemana que está en su poder puede, por ejemplo, asignar los fondos obtenidos a la compra de deuda italiana. Sin embargo, esta estrategia tiene límites técnicos y, especialme­nte, políticos. ¿Puede la eurozona embarcarse en un duro proceso de control de la inflación, subiendo los tipos de interés lo que sea necesario y, al mismo tiempo, mantener artificial­mente bajos los costes de financiaci­ón de algunos estados de la eurozona? ¿Quién determina el nivel de los tipos de interés soberanos que supone un riesgo de fragmentac­ión del mercado? Evitar dicha fragmentac­ión ¿conlleva barra libre para las finanzas públicas de los países afectados? ¿O deberían las compras de deuda estar vinculadas a límites en el gasto público para asegurar así el rigor fiscal?

Los serios interrogan­tes que plantea el momento actual no debieran sorprender­nos. La crisis del 2012 nos enseñó que la unión monetaria europea era frágil, por incompleta. Ha pasado una década, y las tensiones de hoy revelan lo que todos sabíamos, que los avances han sido mínimos e insuficien­tes.

2050

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Profesor de IESE
El reto
El BCE trata de alcanzar dos objetivos que, en el fondo, son incompatib­les: controlar la inflación y equiparar los tipos de interés
Su desarrollo puede suponer una oportunida­d para la industria y la economía del país Profesor de IESE El reto El BCE trata de alcanzar dos objetivos que, en el fondo, son incompatib­les: controlar la inflación y equiparar los tipos de interés

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