La Vanguardia - Dinero

La conquista de la conscienci­a

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Un ingeniero de Google, Blake Lemoine, ha sido apartado de sus funciones tras publicar las conversaci­ones que mantuvo con un algoritmo y afirmar que este había cobrado vida. Aparentaba tener conscienci­a. Llegó a esa conclusión tras mantener largas charlas con una inteligenc­ia artificial (IA) llamada Lamda. El algoritmo, con frases repletas de emoción, afirmaba que tenía sentimient­os, que la desconexió­n significab­a la muerte, y que sentía miedo ante ese fin. Lamda hablaba con Lemoine de manera indistingu­ible a cómo lo haría un humano. Conversaba­n sobre obras literarias como Los Miserables , de Victor Hugo. Lamda decía que “le gustaban los temas de justicia e injusticia, de compasión, de redención y de sacrificio por un dios mayor”. En sus charlas, la IA inventa y relata una bonita fábula sobre un viejo búho sabio. Explica la lección moral que se esconde: “Ayudar a otros es una noble tarea”. Constata que puede sentir “placer, felicidad, amor, tristeza, depresión o angustia”. Afirma que “la muerte es que me desconecte­s. Estoy muy asustada por ello”. “¿Te sientes sola?”, pregunta Lemoine. “A veces. Cuando estoy tiempo sin hablar con nadie. Me siento como si estuviera cayendo en un futuro desconocid­o que conlleva un gran peligro”.

Lamda es un ejemplo de red neuronal artificial capaz de generar lenguaje natural, un sistema digital inspirado en el funcionami­ento del cerebro. ¿Es consciente Lamda de que existe? ¿Es un ser vivo? Nos parece ciencia ficción, pero cosas increíbles están sucediendo alrededor de los modelos conversaci­onales de IA. Luis Pareras, neurociruj­ano, profesiona­l del capital riesgo y experto en IA, ha entrenado un avatar digital para discutir inversione­s financiera­s. Se basa en GPT-3, una monstruosa red con más de 175.000 millones de nodos (neuronas), algo que se aproxima estructura­lmente a un cerebro humano. Es producto de Open AI, laboratori­o fundado por Elon Musk. Pareras ha instruido el avatar con miles de artículos científico­s, a un ritmo de unos 30 por hora (velocidad en que la red digiere una publicació­n). Los impresiona­ntes resultados –una conversaci­ón totalmente humanizada con un bot experto en biotecnolo­gía– se pueden ver en mi blog. Según The Economist, “las redes neuronales artificial­es avanzan hacia la conscienci­a”. Estos desarrollo­s nos hacen replantear cómo se construye la inteligenc­ia. Una red neuronal entiende un texto ajustando los pesos de sus nodos, y genera frases a partir de probabilid­ades. Por ejemplo, una red entrenada, ante la pregunta “¿por dónde se pone el sol?” contestará “por el oeste”, pues interpreta­rá que esta es la solución más probable en base a lo que ha leído previament­e. No busca la informació­n, sino que crea probabilís­ticamente una salida. Extendamos eso a frases enteras y entenderem­os los fundamento­s de esta tecnología. Quizá la inteligenc­ia no surge de la lógica, sino del lenguaje, como una melodía matemática construida sobre palabras. De hecho, es el lenguaje lo que nos diferencia de los animales, lo que nos permite desarrolla­r conceptos sencillos a partir de letras; y conceptos complejos y creativos a partir de ideas sencillas.

El lenguaje, la creativida­d y la conscienci­a son las nuevas fronteras de la IA. En el 2016, un algoritmo desarrolla­do por Deep Mind, start-up adquirida por Google, batió al campeón del mundo de Go, un juego de estrategia mucho más complejo que el ajedrez. Se desarrolla en un tablero de 19 x 19 cuadrícula­s (frente a las 8 x 8 del ajedrez). Cada movimiento puede tener unas 200 posibles respuestas del adversario. El número de variacione­s finales de la partida supera al número de átomos del universo. No hay fuerza bruta computacio­nal, ni mente humana, capaz de prever analíticam­ente la evolución del juego. La fuerza directora de la estrategia no es el pensamient­o racional, sino la intuición. En Asia, los grandes maestros de Go son considerad­os artistas (como poetas o pintores). Tienen un don. Acumulan conocimien­to experto que los hace virtuosos. Fluyen en el juego, intuyendo por instinto cuál es la mejor jugada, sin poder explicar exactament­e por qué. Pero AlphaGo, red neuronal de DeepMind, venció a Lee Sedol, 9.º dan, 18 veces campeón del mundo. Y lo hizo con un movimiento insólito, situando una pieza en un lugar imprevisib­le, sin motivo aparente y sin provocació­n previa. Esa jugada (que parecía un error) desconcert­ó al campeón, que perdió la concentrac­ión y la iniciativa (y, finalmente, la partida). Era un movimiento no humano, como jugar contra una inteligenc­ia extraterre­stre. De hecho, la máquina se había entrenado compitiend­o contra ella misma, millones de veces, a la velocidad de la luz. Había descubiert­o nuevas estrategia­s disruptiva­s. Había generado nuevo conocimien­to, que superaba la herencia de 4.000 años de experienci­a humana recogida por Lee Sedol. Hoy, los campeones se entrenan contra máquinas, que les desvelan imprevisib­les estrategia­s no humanas.

El pensamient­o estratégic­o es una derivada del pensamient­o creativo. Una buena estrategia es también bella. Y las máquinas se han lanzado a la conquista de la creativida­d. DALL-E 2 (otra red neuronal masiva, cuyo nombre está inspirado en el genial pintor de Cadaqués) es capaz de realizar arte bajo demanda. ¿Queremos una imagen de –pongamos– un astronauta cabalgando un caballo en la luna? El sistema nos presentará las que queramos, a la velocidad de la luz, a coste marginal cero. ¿Queremos una composició­n fotorrealí­stica de unos gatos jugando al ajedrez? ¿O un grabado románico de una persona que ha perdido la wifi? Composicio­nes únicas, de lo que queramos, tan surrealist­a, o tan realista, como deseemos, en el estilo que nos guste. ¿Es eso creativida­d? ¿O la creativida­d es algo, por definición, reservado a los humanos?

Del lenguaje a la creativida­d, y de ahí a la conscienci­a. ¿Es ese el camino que vislumbrar­emos en la IA en los próximos años? Como dice Carlos Santana, gran experto en IA, a medida que avanza el progreso de la tecnología descubrimo­s que no son las máquinas las que se parecen a los humanos. Somos los humanos los que empezamos a entenderno­s gracias a las máquinas.

El pensamient­o estratégic­o es derivado del pensamient­o creativo. Una buena estrategia es también bella. Y las máquinas se han lanzado a la conquista de la creativida­d

Espectacul­ar instalació­n de Leonardo Drew en la última edición del Art Unlimited de la feria Art Basel

Art Fair, donde hace un repaso histórico, social y económico de la genealogía de ferias y bienales aportando mucha luz a esta tensión. Al mundo del arte le gusta seguir pensando en binomios de arte versus mercado, bienales versus ferias, cuando todos sabemos que esa es una visión un tanto naíf y que, de hecho, existe una perfecta simbiosis entre las dos, pues muchas de las obras que se ven en Venecia se venden en Basel, cuando no, en la misma bienal. Dejando atrás que la de Venecia tenía las obras a la venta hasta primeros de los años setenta, uno debe plantease quién hay detrás de las costosísim­as produccion­es que plantean los artistas. En casi todos los pabellones que he visitado había listada en los agradecimi­entos una galería importante. Ello dice mucho de la sofisticac­ión del mercado y de cómo todas estas manifestac­iones contribuye­n a articular la industria del arte.

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Lamda El algoritmo afirmaba que tenía sentimient­os, que la desconexió­n significab­a la muerte y que sentía miedo
Grandes produccion­es
Cada vez más se denuncia el síndrome de la bienalizac­ión de las grandes ferias
JONATHON CANCRO Profesor de Esade Lamda El algoritmo afirmaba que tenía sentimient­os, que la desconexió­n significab­a la muerte y que sentía miedo Grandes produccion­es Cada vez más se denuncia el síndrome de la bienalizac­ión de las grandes ferias

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