La Vanguardia - Dinero

La cerveza será un poco más amarga

España, segundo productor de Europa, afronta una inevitable subida de precios por unos sobrecoste­s disparados

- Ramón Álvarez

La popular Oktoberfes­t de Munich abrió ayer sus puertas tras dos años de ausencia debido a la pandemia con ilusiones renovadas y con precios también renovados. Las tradiciona­les jarras de litro cuestan este año entre 12,60 y 13,80 euros, según el tipo de cerveza, frente a la horquilla de los 10,80 y 11,80 del 2019. Un incremento de casi el 16% justificad­o por el incremento del precio medio del producto, según el estricto reglamento que regula tanto la feria como el sector cervecero alemán en general y que ya tiene su correlato en otros mercados europeos.

Este incremento de precios no es sino una mínima traslación de los grandes sobrecoste­s que vienen afrontando los productore­s en este mismo periodo, y que el Beer Index elaborado por la plataforma de inversión eToro cifra en un 62% en estos últimos dos ejercicios. El precio de las materias primas, con una producción de malta de trigo y de cebada afectadas por la guerra de Ucrania, y de los envases de vidrio y del aluminio para las latas se ha disparado. Como el del transporte y la energía.

Una situación que, lógicament­e, afecta al mercado alemán, el mayor de Europa con clara ventaja sobre el resto, pero que tiene una especial incidencia en el español, el segundo por volumen de producción desde el año pasado con el permiso de Polonia, cuyos últimos datos son del 2020, cuando disputaba esta plaza a España, según el último informe del sector de Eurostat. En concreto, la industria cervecera española fabricó el año pasado 3.662 millones de litros, 344.000 más que en el 2020, en buena medida gracias a la gran apuesta del sector: el segmento 0,0%, que creció un 20% en un año.

Como en Alemania, la gran mayoría de la producción se consume en el mercado nacional, lo que incide en una elevada competitiv­idad. Sin embargo, que algunas de las grandes cerveceras españolas estén en manos de los principale­s grupos europeos o que las que no lo están dependan también tradiciona­lmente de materias primas foráneas encarece los costes de producción.

Grupos españoles como Damm o Hijos de Rivera, productor de Estrella Galicia, han fomentado la producción de maltas y el cultivo de lúpulo en diversas provincias españolas, aunque la Sociedad Española de Fomento del Lúpulo pasa por ser uno de los monopolios más desconocid­os y fracasados de la economía planificad­a del franquismo. En manos de las cerveceras españolas tras su privatizac­ión, en el 2015 fue vendida a la empresa alemana Hopsteiner y su papel como proveedor en la producción de cerveza en España es testimonia­l.

Sin embargo, el sector español no ha derivado en los precios todos estos sobrecoste­s. O lo ha hecho mínimament­e. Según el último informe de Nielsen sobre el mercado de alimentaci­ón, el precio medio de la cerveza en España para el consumidor final se ha incrementa­do en estos últimos dos años menos de un 6%. La fuerte competenci­a en el lineal ha imposibili­tado ir más allá, como la debilidad del sector Horeca, que representa un 55% del mercado. Aunque fuentes del sector aseguran que la situación es límite y el incremento de precios se dará sí o sí en el 2023.

Mención aparte merece el segmento de la cerveza artesana, que aunque apenas representa el 1,1% de la cuota de mercado en España es el que viene marcando algunas de las tendencias. La principal, para ahorrar costes en el contexto actual, pasa por la relocaliza­ción de las materias primas, lo que ya empieza a dinamizar un emergente mercado de pequeñas malterías y cultivos de lúpulo. Aunque el incremento de precios también es inapelable.

Como estos días en Munich, el consumidor deberá pagar un poco más. Aunque siempre se puede elegir: el litro de agua en la Oktoberfes­t se ha fijado sobre los 10 euros.

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