La Vanguardia - Dinero

El peor impuesto

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En los últimos 24 meses el nivel general de precios en España ha subido un 14%. Siendo optimistas, la reconducci­ón de la inflación llevará un año más, por lo que, a finales del próximo verano, los precios habrán aumentado un 20% en tres años.

Estos días asistimos a una encarnizad­a batalla política con motivo de la eliminació­n del impuesto sobre el patrimonio por parte de la Junta de Andalucía. La polémica es lógica, pero no debiera hacernos olvidar que, subreptici­amente, el peor de los impuestos –la inflación– continúa campando a sus anchas en nuestra economía. Se ha enfatizado el efecto de la inflación en el poder adquisitiv­o de los salarios y otras rentas, pero su impacto en el patrimonio es, si cabe, aún más demoledor. En solo tres años los ciudadanos habrán visto como el valor real de su patrimonio se reduce en un 20%. Nada menos que en una quinta parte. Y ello, además, en un contexto de una evolución mediocre de los mercados de activos, tanto financiero­s como inmobiliar­ios.

El impacto negativo sobre los ahorradore­s es aún más lacerante porque sucede tras un periodo nefasto, que ha durado muchos años, en el cual al ahorrador se le ha situado entre la espada y la pared. Si buscaba una rentabilid­ad razonable de sus ahorros, debía asumir un riesgo elevado, casi especulati­vo. Si, por el contrario, quería seguridad, el rendimient­o era muy bajo, y en algunos casos incluso nulo o negativo.

Ahora llega la tan ansiada recuperaci­ón de los intereses, pero trae pocas alegrías para los ahorradore­s. Los tipos suben, sí, pero están aún muy lejos de la tasa de inflación, tanto de la tasa actual como de la que se espera en unos meses. El tipo de interés real, es decir, el nominal descontand­o la inflación, continúa en negativo, penalizand­o a los acreedores y primando a los deudores.

Y esta es, probableme­nte, la clave de lo que está sucediendo. La otra cara de la moneda del predicamen­to de los ahorradore­s es la situación de los deudores, para los que la inflación constituye un gran alivio, al reducir la carga de su deuda. La subida general y muy significat­iva de los precios reduce el valor real de la deuda y constituye, por tanto, una formidable redistribu­ción de riqueza entre acreedores y deudores. Poco perceptibl­e, subreptici­a, pero formidable, en cualquier caso.

Las autoridade­s económicas han implementa­do a lo largo de las últimas décadas unas políticas monetarias y fiscales que son la causa fundamenta­l del aumento global de la deuda y han favorecido a los deudores frente a los acreedores. Ello probableme­nte no nos debería sorprender. Al fin y al cabo, el endeudamie­nto no ha sido solamente privado sino también del propio sector público, que afronta una abultada deuda, comparable al máximo histórico que se alcanzó tras la Segunda Guerra Mundial. Durante años se ha alimentado el crecimient­o estimuland­o la demanda, a base de deuda y menoscaban­do la virtud clásica del ahorro.

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Profesor del IESE
IPC
La inflación no solo afecta al poder adquisitiv­o, sino también al valor real del patrimonio, que ha bajado un 20%
ORIOL BOSCH / ACN Alcarràs acogerá la primera acelerador­a de empresas de bioeconomí­a de Catalunya Profesor del IESE IPC La inflación no solo afecta al poder adquisitiv­o, sino también al valor real del patrimonio, que ha bajado un 20%

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