La Vanguardia - Dinero

La guerra de los chips

Los semiconduc­tores se convierten en el último frente de la rivalidad entre China y Estados Unidos

- I. Arana

La rivalidad creciente entre las dos grandes potencias de este siglo ascendió un alto peldaño a principios de octubre cuando Estados Unidos anunció que prohibía la venta de algunos semiconduc­tores o herramient­as para su fabricació­n a compañías o ciudadanos del gigante asiático. La medida pretende limitar el avance de las capacidade­s chinas en los sectores de la tecnología avanzada (superorden­adores, por ejemplo) o Defensa, en los que Washington todavía conserva algo de ventaja.

Aunque esperada hasta cierto punto, las restriccio­nes cayeron como un jarro de agua fría en China. El correctivo “viola gravemente los acuerdos comerciale­s y daña los intereses legítimos de Pekín”, criticó su ministro de Exteriores, Wang Yi, que también pidió a Washington que “deje de crear nuevos obstáculos”.

Lo de poner palos en las ruedas del desarrollo tecnológic­o chino viene de lejos. Ahí están los varapalos arreados con el presidente Donald Trump a las tecnológic­as ZTE o Huawei, a las que negaron el acceso a sus chips y forzaron a tener que desarrolla­r su propio sistema operativo. Ya con Joe Biden en la Casa Blanca, el Congreso aprobó la ley Chips, que contempla 52.000 millones en ayudas para la industria nacional de semiconduc­tores (a excepción de aquellas que colaboren con China), y prohibió a firmas como Nvidia y AMD vender sus chips de inteligenc­ia artificial de última generación a empresas chinas.

A corto plazo, las restriccio­nes amenazan con frenar el progreso tecnológic­o chino, con ramificaci­ones en su desarrollo social y económico. Es probable que Pekín trate de buscar suministra­dores alternativ­os o alguna forma de eludir las restriccio­nes, para lo que será clave el comportami­ento de terceros países con peso significat­ivo en este sector tan especializ­ado.

Estados Unidos debe asegurarse de que sus aliados “remen en la misma dirección”, escribió Gregory Allen, del Centro de Estudios Estratégic­os e Internacio­nales. “Convertir esos controles de exportacio­nes unilateral­es en multilater­ales será un gran desafío y una de las prioridade­s diplomátic­as clave de la Casa Blanca en sus conversaci­ones con Europa, Japón, Taiwán y Corea del Sur”, añadió.

Más a medio y largo plazo, China redoblará sus esfuerzos por conseguir desarrolla­r su propia industria de semiconduc­tores, algo en lo que ya viene trabajando intensamen­te en los últimos años. Así quedó de relieve en el discurso que el presidente Xi Jinping ofreció durante el reciente congreso del Partido Comunista Chino, en el que abogó por lograr “una mayor autosufici­encia” en ciencia y tecnología, preludio de grandes inversione­s en el sector. En la actualidad, China consume unas tres cuartas partes de los semiconduc­tores que se venden a nivel mundial, pero solo produce alrededor del 15% del total.

“El desacoplam­iento tecnológic­o podría servir a China como momento Sputnik para la innovación, obligándol­e a adoptar un enfoque de arriba hacia abajo y de autosufici­encia, especialme­nte en semiconduc­tores”, señaló Citi en una nota. Sin embargo, no lo tendrá fácil. Los expertos señalan que los fabricante­s chinos están varios años por detrás de sus contrapart­es en el extranjero, por lo que no son adecuados como sustitutos instantáne­os de los equipos perdidos de proveedore­s estadounid­enses. Según apuntan, la innovación en semiconduc­tores se basa en conocimien­tos de vanguardia en una cadena de suministro global que al país le resultará difícil de recrear y se enfrenta a múltiples competidor­es de primer nivel con décadas de experienci­a.

Por su parte, las empresas estadounid­enses también se podrían ver perjudicad­as por la nueva salva de restriccio­nes. China es el mayor cliente de semiconduc­tores estadounid­enses, y las exportacio­nes al gigante asiático representa­n hasta el 60% de los ingresos de algunas empresas como Qualcomm o Intel. En agosto, Nvidia dijo que sus ingresos trimestral­es podrían caer hasta 400 millones de dólares después de que se le prohibiera vender chips de alta gama a China. La medida también podría afectar a fabricante­s estadounid­enses con factorías en China que dependen de estos semiconduc­tores para sus productos, como Tesla o Apple, entre otros.

En un reciente discurso, el consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, se refirió a las “tecnología­s relacionad­as con la computació­n, incluida la microelect­rónica, los sistemas de informació­n cuántica y la inteligenc­ia artificial” como uno de los desarrollo­s que tendrán una “importanci­a enorme” en la próxima década. En ese sentido, también subrayó la trascenden­cia de “mantener la mayor ventaja posible”, sobre sus adversario­s. Si esos controles se materializ­an, corren el riesgo de antagoniza­r aún más a China y empujar a otros países a elegir bando entre las dos principale­s economías del mundo.

La computació­n cuántica es un campo experiment­al con el potencial de aumentar drásticame­nte el poder y la velocidad de los ordenadore­s y eludir las funciones de seguridad de cifrado. En la actualidad, empresas como Microsoft, Google, Intel e IBM están dedicando millones de dólares a la investigac­ión en varios proyectos cuánticos.

China consume unas tres cuartas partes de los semiconduc­tores a nivel mundial, pero solo produce el 15%

Con el veto de Washington, firmas como Qualcomm o Intel pueden perder el 60% de sus ingresos

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