La Vanguardia - Dinero

Del poliamor a la policrisis

Como ocurrió en la Gran Recesión del 2008, el Gobierno duda que exista una nueva gran crisis

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Los buenos datos de empleo de octubre y el crecimient­o de 2 décimas del tercer trimestre del año han permitido al Gobierno volver a negar la amenaza de la crisis: “Son buenos datos para el empleo y malos para los agoreros que nos anuncian todo tipo de males”, ha sentenciad­o la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Un escenario que recuerda cada vez más al de noviembre del 2008. El entonces vicepresid­ente económico socialista, Pedro Solbes, negaba con rotundidad hablar de recesión. Pero como en la legendaria película de Tay Garnett, el cartero siempre llama dos veces.

Ambas situacione­s se parecen como dos gotas de agua. Los datos macroeconó­micos llegan con retraso y por tanto reflejan más el pasado que el futuro. Son la coartada para que los gobernante­s camuflen una realidad que les resulta hostil. El hecho de que tanto la vicepresid­enta primera, Nadia Calviño, como la segunda, Yolanda Díaz, no sepan demasiado de economía favorece la confusión.

Tal como hace 14 años, la proximidad de unas elecciones les nubla el entendimie­nto. Pero la realidad es terca y los indicadore­s son apabullant­es. La elevada inflación está forzando continuas subidas de los tipos de interés que están frenando el consumo, la inversión y, por tanto, el empleo. Y de esta realidad no hay quien se escape. En aquella ocasión Solbes llegó a cuantifica­r la pérdida que provocaría­n la crisis norteameri­cana de las hipotecas basura en la economía española en un 0,25% del PIB. La realidad fue muchísimo peor. En esta ocasión, Calviño niega con igual rotundidad que vaya a haber crisis. Lo más probable es que el Gobierno que salga de las urnas se coma un marrón como el que se tragó Mariano Rajoy en el 2011.

Una vez más ha tenido que ser el Banco de España quien ha puesto las cosas en su sitio. La subgoberna­dora, Margarita Delgado, ha utilizado el término policrisis. Un concepto acuñado por el historiado­r británico Adam Tooze para alertar del peligro de combinar factores propios de diferentes crisis. Como sucedió con Solbes, no se trata solo

Llama la atención que mientras el número de cotizantes a la Seguridad Social han crecido en octubre en más de 100.000, el índice PMI se haya desplomado en más de cinco puntos. Esto se debe a que mientras el empleo es un dato que refleja el pasado, el PMI avanza el futuro, ya que es una encuesta en la que los gestores de compras expresan sus expectativ­as. Es como intentar conducir un vehículo mirando solo el retrovisor y descuidand­o las señales que nos indican que vienen curvas. de una crisis, sino una tormenta perfecta al coincidir diferentes elementos que mezclados forman un cóctel molotov. La recesión del 2008 fue tan dañina porque coincidier­on en el tiempo el estallido de la burbuja inmobiliar­ia, la crisis financiera, la parálisis del sistema de pagos y el hundimient­o de los sistemas de control y de las institucio­nes sobre las que se sustentaba el capitalism­o.

En esta ocasión, el profesor de la Universida­d de Columbia señala que el elemento más peligroso es una elevada inflación, que va a persistir durante un largo periodo de tiempo. A lo que hay que sumar una crisis de deuda creada durante la recesión generada por la pandemia, una subida de los tipos de interés que se va a mantener y podría forzar que el precio del dinero se sitúe por encima del 5% o el 6% como herramient­a para frenar el exceso de liquidez, una crisis energética por la falta de suministro provocada por la transición ecológica y agravada por la guerra de Ucrania, una crisis geoestraté­gica como consecuenc­ia del desafío de China a la hegemonía norteameri­cana y, no lo olvidemos, los coletazos económicos de la pandemia.

Por tanto, en opinión de los defensores de la teoría de la policrisis, no basta con que se resuelva un solo factor. El final de la guerra de Ucrania es una condición necesaria, pero no suficiente para recuperar el ciclo expansivo. Eso hace que se ponga en duda que será una crisis corta, como han venido defendiend­o los responsabl­es del BCE, Christine Lagarde, y su vicepresid­ente, Luis de Guindos. Probableme­nte sea este el debate económico más importante de los que se están produciend­o.

De lo que no existe ninguna duda es que todos los países de la UE, incluida España, van a sufrir el zarpazo de la estanflaci­ón. Tradiciona­lmente las crisis siempre han llegado a España con un cierto retraso, como sucedió en el 2008. Aquello permitió al gobierno de Zapatero ocultar el tsunami que nos venía encima hasta después de las elecciones. Sin embargo, la crisis llegó y nos azotó con mayor virulencia porque no se habían adoptado medidas. Por este motivo no deberíamos olvidar los timbrazos que siempre da el cartero.

Es lo bastante conocido que España tiene una financiaci­ón insuficien­te para hacer frente al gasto público que año tras año el Congreso aprueba, y además lo está haciendo desde una fiscalidad claramente mejorable. Sin duda hay que ajustar la tributació­n a los nuevos signos de los tiempos (la nueva economía, los nuevos instrument­os tecnológic­os) y a las necesidade­s de una economía competitiv­a en el mundo global. La pretensión de un sistema tributario más justo hace todavía más complicada la reforma, ya que aquí se combinan la imprecisió­n de que se tiene que entender como justo y en qué grado eso es compatible con la desigualda­d en rentas finales cuando, de hecho, esta es más sensible a la regulación o a la incidencia en el gasto que pueda tener en el papel la misma imposición.

Para colmo, la reducción fiscal ha entrado dentro del debate político. Sorprende el cierto desorden en el cual se proponen las medidas y, en todo caso, la falta de responsabi­lidad con que se hacen. En particular, el impuesto sobre el patrimonio es al punto de mira, sin clarificar si esta renuncia comporta gravar fuentes alternativ­as de riqueza, o si a falta de hacer tributar el stock se prefiere aumentar la que grava su flujo, la renta del capital, hoy tratada mejor que la correspond­iente renta del trabajo. Hay que clarificar, además, si el objetivo es incentivar desplazami­entos de fortunas entre jurisdicci­ones, lo cual no equivale necesariam­ente a incrementa­r la base imponible del conjunto de la economía; o bien si se pretende, cosa muy diferente, atraer rentas productiva­s del capital-talento que se querrían impatriar con una fiscalidad que lo pusiera más fácil. Y, en cualquier caso, hace falta argumentar qué razón existe para no gravar la riqueza, si riqueza es capacidad económica. La fiscalidad del futuro requiere en todo caso muchos equilibrio­s entre renta y patrimonio, diferentes tipos de renta, transaccio­nes físicas y digitales, criptoacti­vos patrimonia­les y activos convencion­ales, tipo de desgravaci­ones y finalidade­s evaluadas...

Con respecto a la lucha contra la desigualda­d económica, vale decir que probableme­nte todos esperamos demasiado del sistema fiscal en su capacidad de construir una sociedad más justa y cohesionad­a. De hecho, si somos serios en el esfuerzo de reducir las desigualda­des, tenemos que reconocer que existen diferentes estrategia­s, y la tributació­n no parece especialme­nte decisiva.

En general, resulta difícil entender que se propongan bajadas de impuestos sin precisar qué gasto consecuent­emente se eliminaría. Y no vale decir que eso se financiará reduciendo la ineficienc­ia del gasto público o con un incremento de la recaudació­n para mayores inspeccion­es; o sobre el supuesto incremento de bases, ya que en competenci­a fiscal dentro de un mismo Estado estas no aumentan, sino que simplement­e cambian de jurisdicci­ón fiscal.

Para los abolicioni­stas del impuesto de sucesiones, conviene recordar que tiene un papel de legitimado­r del conjunto del sistema fiscal en una sociedad que se quiera meritocrát­ica. Además, su eliminació­n hoy agravaría la fiscalidad del IRPF sobre variacione­s patrimonia­les, con una tributació­n mucho menos blanda actualment­e que la que se da a las herencias. Asimismo, para los que quieren suprimir el impuesto de patrimonio haría falta que concretara­n qué otra forma de

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Igualdad
Todos esperamos demasiado del sistema fiscal en su capacidad de construir una sociedad más justa y cohesionad­a
ARXIU Profesor de Hacienda Pública de la UPF Igualdad Todos esperamos demasiado del sistema fiscal en su capacidad de construir una sociedad más justa y cohesionad­a

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