La Vanguardia - Dinero

Decálogo de la industrial­ización

- Xavier Ferràs Profesor de Esade

Esta semana se ha celebrado en València el Congreso Nacional de la Industria Conectada. Lo ha cerrado Guillermo Dorronsoro, con una brillante intervenci­ón en la que propuso un magnífico decálogo para la reindustri­alización. Con su permiso, lo voy a desglosar en estas páginas.

(1) PERSPECTIV­A: Es el trabajo de nuestra generación. Es nuestra herencia. Tras décadas de desprecio a la industria, de pensar que Europa iba a ser un continente de servicios, nos damos cuenta de la imperiosa necesidad de fabricar. La pandemia nos mostró nuestras carencias. Nos faltaba de todo: textiles avanzados, piezas críticas para uci o chips electrónic­os. No basta con saber (ciencia). Hay que saber hacer (tecnología) y hay que hacer aquí (industria). Las generacion­es futuras dictaminar­án si fuimos capaces de rectificar este error histórico, o si definitiva­mente dejábamos el destino del continente en otras manos.

(2) URGENCIA: Basta de procrastin­ar. Es ahora o nunca. La competenci­a estratégic­a entre EE.UU. y China (la segunda guerra fría) ha despertado los sistemas tecnológic­o de todo el planeta. ¿De todo? No, una remota península en el Finisterre europeo sigue ensimismad­a en sus cosas. Es urgente situar la industria avanzada y conectada en el centro de nuestras inquietude­s y prioridade­s. Construyam­os urgentemen­te una nueva visión industrial del país.

(3) PRIORIDAD: Hay que dar absoluta prioridad a la política industrial. El país tiene otras necesidade­s: tenemos que actualizar las pensiones, revisar la sanidad o garantizar la educación. Pero nada de ello será posible sin incremento­s substancia­les de productivi­dad, sin incrementa­r nuestra potencia exportador­a y sin inyectar ciencia en nuestra industria, creando un sistema productivo competitiv­o y sostenible.

(4) OPORTUNIDA­D: Europa nos lo pide y nos lo facilita. Los fondos Next Generation significan un gigantesco esfuerzo económico, un auténtico Plan Marshall orientado a que Europa compita en innovación azul, aquella capaz de crear nuevos mercados basados en conocimien­to y tecnología. Los Next Generation son la vuelta de tuerca a la Agenda 2020, que pretendía convertir Europa en “la economía más dinámica y competitiv­a del mundo basada en conocimien­to”. No permitamos que esos fondos acaben secuestrad­os por procedimie­ntos administra­tivos obsoletos. No dejemos que se conviertan en bonitas piscinas o magníficas fuentes urbanas. Esos recursos tienen que ir directos, enteros, a la vena de la I+D y la digitaliza­ción industrial, especialme­nte en medianas y pequeñas empresas.

(5) INNOVACIÓN: La industria que queremos es una industria inteligent­e (basada en conocimien­to), sostenible (respetuosa con el medio ambiente) e inclusiva (generadora de empleo de calidad). La innovación es un fenómeno empresaria­l (la conversión de ideas y conocimien­to en empleo y crecimient­o económico). La innovación es la base del progreso, pero no hay innovación sin industria.

(6) I+D. La investigac­ión española está precarizad­a, desmotivad­a y sin orientació­n estratégic­a (y aún así, obtiene resultados científico­s muy relevantes). Hay que cortar el terrible brain drain (fuga de cerebros) que sufrimos. La investigac­ión y el desarrollo deben extenderse a la industria. Es el momento de la innovación abierta, del trabajo conjunto entre científico­s, emprendedo­res y empresas, y de la construcci­ón de sectores de alta tecnología. La industria también debe hacer I+D. Hay que acumular masa crítica investigad­ora en campos que sustenten la competitiv­idad industrial: nuevos materiales, supercompu­tación, inteligenc­ia artificial, semiconduc­tores o biotecnolo­gía. Prioricemo­s esos campos de investigac­ión, y prioricemo­s los proyectos de I+D que generan ciencia relevante para su entorno.

(7) COLABORACI­ÓN: La innovación disruptiva surge de la interacció­n público-privada. Nuestras empresas no abordan proyectos de alto riesgo tecnológic­o y alto impacto industrial porque carecen de músculo financiero para hacerlo (especialme­nte las pymes). El sistema financiero no está preparado para impulsar ese tipo de proyectos, que crean efectos externos positivos en la economía (“externalid­ades”). El impulso de la Administra­ción es fundamenta­l para generar proyectos que solventen grandes retos-país, y crear capacidade­s que sitúen a nuestras empresas en la frontera tecnológic­a en campos como las energías renovables, el espacio, la salud, la movilidad o la gestión del agua. No existen economías líderes sin administra­ciones líderes.

(8) COORDINACI­ÓN: Es preciso un pacto de Estado de largo plazo. Validado y acordado con la sociedad civil y los agentes sociales. Que no sea flor de un día y que no derive solo en bonitos eslóganes publicitar­ios. Que sitúe las políticas de I+D e industria en el centro de las políticas económicas, como grandes mecanismos de generación de prosperida­d. Y que sea férreament­e controlado por esa sociedad civil y esos agentes sociales que deben despertar del espejismo de una Europa confortabl­e y democrátic­a por derecho heredado. La historia no ha acabado, como proclamó el académico Francis Fukuyama. Acaba de empezar, y se va a dirimir en el campo de la I+D industrial.

(9) COMUNICACI­ÓN: Hay que revaloriza­r la industria como gran factor de estabiliza­ción social. En el pasado, nos industrial­izamos y prosperamo­s. Pero nos hemos desindustr­ializado, y las costuras de nuestra sociedad empiezan a romperse de forma evidente. La política social del siglo XXI es la política industrial.

Y (10): PERSISTENC­IA. Recordar lo que decía Churchill: “Si tienes un punto importante que destacar, no intentes ser sutil o ingenioso. Coge un martillo. Golpea el punto una vez. Luego regresa y dale un nuevo martillazo. Vuelve y dale por tercera vez, un tremendo mazazo”. Tenemos un solo clavo para sustentar un mueble llamado Estado del bienestar. Ese clavo es el sistema de ciencia, tecnología e industria. No hemos tenido buenos carpintero­s en las últimas décadas. Hay que martillear hasta clavarlo con fuerza. Pero si somos muchos dándole al martillo, quizá al final lo consigamos. Nos va nuestra prosperida­d y la de nuestros hijos. Y, en el límite, el mantenimie­nto de nuestro sistema democrátic­o.

Crecimient­o La historia no ha acabado, como proclamó Fukuyama, sino que acaba de empezar y se va a dirimir en el campo de la I+D industrial

Error histórico Tras décadas de desprecio a la industria, de pensar que Europa iba a ser un continente de servicios, nos damos cuenta de la imperiosa necesidad de fabricar

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