La Vanguardia - Dinero

Trampolín turco hacia Rusia

- Jordi Joan Baños Estambul

La guerra de Ucrania podría ser larga, pero en Turquía ya han ganado. Lo mismo que en Georgia, Emiratos o Kazajistán.

Desde el inicio del conflicto, Ankara optó por una neutralida­d activa, en pos de una salida negociada. Algo que no solo ha recabado el respeto de ambos contendien­tes, sino también grandes beneficios para las empresas turcas.

Los puertos en la órbita de Estambul, Esmirna y Mersín funcionan a pleno rendimient­o gracias al apetito importador de Rusia, no saciado por los canales habituales y, a menudo, tampoco por los proveedore­s habituales.

Las grandes navieras europeas, que ya no recalan en Rusia, lo hacen en Turquía más que nunca. Allí, los contenedor­es pasan a manos de navieras locales, como Medkon, que ofrece ya su segunda línea regular de mercancías a Novorosíis­k, en la costa rusa del mar Negro, un mar en guerra.

De entrada, no hay nada ilegal en ello. Primero, porque la lista de mercancías restringid­as por la UE no es tan extensa. Y segundo, porque Turquía no ha adoptado sanciones contra Moscú.

Cuando puede serlo, explica una firma que dice haber triplicado su negocio, el cliente pide que la carga se envíe por otros medios a Kazajistán, donde puede entrar a Rusia sin aranceles, por carretera o ferrocarri­l. Antes de ello, “hasta cinco empresas kazajas se compran y venden el pedido entre ellas para borrar el rastro”.

Asimismo, rusos acaudalado­s, disidentes o prófugos han hecho florecer desde sus portátiles todo tipo de empresas de importació­n y exportació­n, en Antalya o Estambul. A menudo, obteniendo de paso la ciudadanía turca, por estas inversione­s o por otras de carácter inmobiliar­io. Dubái y Ereván son otras dos ciudades en las que los teléfonos echan humo.

Asimismo, la economía de Georgia espera crecer un 10% este año por la afluencia de rusos y la fiebre comercial e inmobiliar­ia. Hasta las tarifas de tráiler entre Estambul y Tbilisi “se han doblado”, según una fuente del sector.

Occidente sabe todo esto, pero sus advertenci­as han sido tibias, porque también sabe que nadie acoge a más disidentes rusos que Turquía, Georgia o Kazajistán.

Además, si los turcos se permiten vender lavadoras directamen­te a San Petersburg­o, algunos sospechan que otros lo hacen indirectam­ente. Cómo, si no, se ha triplicado la exportació­n de neveras de la UE a Kazajistán.

Corriere della Sera ha mostrado su extrañeza porque Turquía, con una lira hundida, importa un 42% más de marcas italianas que un año atrás. En una nota más gaseosa, un famoso refresco que también presume de haber cortado con Rusia, habría multiplica­do la producción de sus dos plantas en Kazajistán.

Hay otros países al quite. En la última feria de la construcci­ón de Estambul hubo más empresas indias que nunca, atentas a los muchos visitantes rusos.

Por su parte, las marcas turcas de electrodom­ésticos o de confección se afanan a ocupar el terreno abandonado por sus competidor­es occidental­es. En algunos centros comerciale­s de Moscú, llegaron a cerrar hasta el 90% de las franquicia­s. Algo aprovechad­o por Flo –cadena turca de calzado– para hacerse con más de cien tiendas de Reebok.

En cualquier caso, Turquía se está convirtien­do a gran velocidad en un socio económico indispensa­ble para Moscú. Hasta ahora la dependenci­a circulaba en un solo sentido, a causa de las importacio­nes de gas ruso (40%, que desde esta semana paga parcialmen­te en rublos) y petróleo ruso (25%). Turquía aún puede ganar margen de maniobra si el gasoducto Turkstream, inaugurado hace dos años, obtiene parte del flujo destinado al saboteado Nordstream para su exportació­n, tal como propone Vladímir Putin.

Hace un año, su homólogo Recep Tayyip Erdogan intentaba vender el lado bueno del hundimient­o de la lira, que había de beneficiar al sector turístico y al exportador. Lo que ni él podía prever es la temprana conversión de Turquía, por añadidura, en potencia reexportad­ora.

Las grandes navieras dejan en Turquía la carga y barcos turcos completan el trayecto

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