La Vanguardia - Dinero

Inflación y deuda

- Francesc Raventós Exdegà del Col·legi d'Economiste­s de Catalunya

La inflación del mes de octubre en la Unión Europea ha sido del 10,7%, un nivel “nunca visto” y en algunos países miembros ha superado el 20%. Muchos economista­s consideran que para dinamizar la economía un aumento de precios entre el 2 y 3% es adecuado. Cuando la inflación se aleja mucho de este nivel, la economía se desestabil­iza y tiene efectos negativos para la sociedad: supone una pérdida de poder adquisitiv­o para la población y una moderación de la economía que perjudica las empresas y destruye empleo. Así, la subida de tipo de la Reserva Federal hasta el 4%, de momento, y, probableme­nte, la del BCE hasta en torno al 3%, obligará en ciudadanos y empresas a pagar más por los créditos y las hipotecas y abre las puertas a la recesión.

Un tema del cual no se habla mucho es el de las montañas de deuda existentes pues hay cuestiones más prioritari­as. Este endeudamie­nto se ha generado primero por los esfuerzos por salir de la crisis económica del 2008, después por la covid y ahora por la guerra de Ucrania. Pero hay que recordar que en el año 2021 la deuda pública y privada mundial era ya de 303 billones de dólares, nivel tan elevado que el FMI lo considera de riesgo. En Estados Unidos la deuda pública es del 125% del PIB, en la zona euro del 95,6% del PIB yen España del 120% del PIB. Como aspecto “positivo”, la elevada inflación hace que los gobiernos vean alividado el peso de la deuda pública sobre el PIB, siempre que no se endeuden mucho más.

Si bien es cierto que la inflación tiene consecuenc­ias negativas para la sociedad, las empresas o familias que están endeudadas salen beneficiad­as, ya que la deuda real disminuye. En los países muy endeudados, la tentación de los gobiernos de rebajar la deuda real por la vía de la inflación, puede ser tentadora. Pero sería un grave error pues desestabil­izaría todavía más la sociedad.

Si en el año 2023 entramos en recesión, no sabemos cuándo puede durar, pero saldremos adelante. Después de tantas crisis, el reto del cambio climático y la pérdida de poder adquisitiv­o nos obligarán a modificar el modelo de producción y consumo. Nos tendremos que adaptar a las exigencias del medio ambiente, reducir los productos innecesari­os que consumimos, alargar la vida útil de los que tenemos y reciclar lo que se pueda. Las clases populares no tienen margen para actuar, o muy pequeño, a diferencia de las clases medias y de los más ricos que malgastan recursos no necesarios y adquieren productos y servicios superfluos.

Correspond­e a los gobiernos gestionar la salida de la crisis, que tiene que ser ordenada y justa. Con más ingresos fiscales gracias a la inflación, tendrán que proteger a las personas más débiles, garantizar unos servicios públicos de calidad, y ayudar en las empresas pequeñas y medias que más lo necesiten. Como en toda crisis habrá ganadores y perdedores. Es función de los gobiernos procurar que los ganadores no ganen mucho y los perdedores pierdan poco.

Cohesión Las clases populares no tienen margen para actuar a diferencia de las medias y de los más ricos que malgastan recursos

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