La Vanguardia - Dinero

Segmentar viviendas

- Enric Llarch Economista

En la región metropolit­ana de Barcelona, el 16% de las viviendas son unifamilia­res y hay que pensar que la mayoría son construcci­ones relativame­nte nuevas, con algún tipo de salida o de jardín. En el conjunto de Catalunya este tipo de vivienda llega al 26% del total, divididos entre un 16% de viviendas unifamilia­res y un 10% de adosados, un cierto número de los cuales pueden correspond­er a las tradiciona­les casas de los cascos antiguos de los pueblos. Aunque muchas de estas viviendas familiares son de uso turístico o de segunda residencia, existe un número elevado de viviendas destinadas a alojar a una sola familia.

La situación de precarieda­d de muchos jóvenes hace retrasar la emancipaci­ón y, a menudo una vez independiz­ados, a veces con hijos, tienen que volver a buscar refugio en casa de los padres, temporalme­nte o definitiva­mente. Si, además, vuelven con nietos pero sin pareja, todavía resulta más crítica su superviven­cia económica. Sin embargo, la convivenci­a en una misma vivienda entre diferentes generacion­es a menudo es compleja. Si los padres disponen de una de estas relativame­nte numerosas viviendas unifamilia­res, a menudo han quedado sobredimen­sionados a raíz de la independiz­ación de los hijos. Entonces, parecería lógico dividirla en dos –o en tres– para que, aun viviendo en el mismo edificio y manteniend­o la proximidad y las posibilida­des de ayuda mutua, puedan tener la privacidad y la independen­cia adecuada.

Parece que este es hoy un fenómeno creciente, pero se trata de una práctica ilegal. En Barcelona tenemos una larga tradición de partir por la mitad grandes viviendas del Eixample, de aquellas que daban tanto a la calle como al patio interior. También es cierto que hubo prácticas aberrantes, como los cuartos de casa de la Barcelonet­a. Por eso, la legislació­n urbanístic­a vigente prohibió sin matices que una vivienda unifamilia­r pudiera partirse por la mitad con pelos y señales (entrada específica con separación física de los espacios, cocina y baños propios, contadores de servicios...).

No parece que poder dividir una vivienda unifamilia­r a partir de un mínimo tamaño sea una aberración urbanístic­a. Es más, se podría aumentar el empleo de zonas de muy baja densidad , favorecerí­a el acceso a la vivienda propia de determinad­os colectivos de jóvenes de las empobrecid­as clases medias y facilitarí­a el cuidado y el acompañami­ento de unos progenitor­es que se hacen mayores. Quizá en un primer momento, al menos, haría falta evitar la transmisió­n segmentada de estas viviendas y limitar la ocupación a los familiares más directos.

Ante el endurecimi­ento del mercado de la vivienda y las dificultad­es de los jóvenes, tenemos que plantearno­s la revisión de determinad­as rigideces, que podían tener sentido en su momento pero que van quedando obsoletas ante las nuevas realidades. Algunos ayuntamien­tos se lo plantean, pero es desde el Parlament que hay que abrir el camino.

Reforma No parece que poder dividir una vivienda unifamilia­r a partir de un mínimo tamaño sea una aberración urbanístic­a

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